Y, ¿el proyecto de Monreal?
Gerardo Galarza
Se sabe de sobra que la política siempre es política y que, por tanto, los políticos siempre son políticos.
Hay excepciones, claro, pero son muy pocas. Ellos son los estadistas, los hombres de Estado, pero en México hace muchas décadas que no los hay entre los gobernantes. No se puede pedir peras al olmo, recomiendan los viejos de las comarcas del país.
Luego de la exitosa marcha ciudadana -tanto que se usan todos los recursos del gobierno para contrastarla con una marcha oficialista- con la exigencia de respeto al INE, muchos ciudadanos han recobrado sus anhelos de luchar, como antes, contra un régimen que ahonda la destrucción del país.
Sin embargo, la que se dice oposición partidista a ese régimen no tiene ni la fuerza, vamos ni siquiera la presencia, para oponerse a este gobierno que, como los del PRI anterior, intenta controlar todos los ámbitos. Esa oposición partidista busca, al parecer sin mucha convicción, un frente común para competir en las elecciones del 2024.
Sin embargo, los ciudadanos ya han rebasado a la simple oposición partidista, que no sabe qué hacer.
Tampoco lo saben otros ciudadanos que marcharon, quienes en su cultura política impuesta por el PRI esperan el surgimiento de un nuevo mesías, una nuevo tlatoani, un nuevo cacique, un nuevo ungido, un candidato salvador para votar por él, como lo han hecho siempre, inclusive con el actual presidente de la República.
Y éste, entonces, fue el momento propicio para que Ricardo Monreal, senador por Morena y líder de los senadores de ese partido y del propio Senado, “destapara” sus aspiraciones para ser candidato a la presidencia en el 2024, sabiendo que no está incluido en las “corcholatas” del presidente de la República, el único “destapador” en la mejor usanza priista.
Monreal sabe lo que hace. Ignorado por el PRI en su carrera política por la gubernatura de Zacatecas, lo abandonó para ser candidato del PRD a ese cargo; luego abandonó el PRD, pasó por el PT y se sumó a Morena, como muchos otros perredistas que no encontraban su futuro en ese partido. Hoy, el senador zacatecano sabe plenamente que no será el candidato presidencial de Morena, pero él lo quiere ser y se imagina ganador… como cualquier otro político.
La carnada de su anzuelo parece muy atractiva: llamar a la reconciliación nacional, en un país plenamente confrontado por gracia del presidente de la República. Ciertamente, ha logrado mantener cierto equilibrio en la cuerda floja del partido oficial, al que desechará en cuanto sea necesario. A menos que juegue a dividir a la oposición y garantizar un alto cargo en el nuevo sexenio, por ese ese servicio.
Como todos, el senador Montreal tiene derecho a cambiar de opinión, de principios doctrinarios y, por supuesto, de partido. Ya lo ha hecho; el pragmatismo es una actividad preferida por los políticos. Pero hoy debería informar y explicar el por qué lo hace. ¿Su proyecto de país es el mismo que el de la llamada Cuarta Transformación? ¿En su presunto gobierno lo mantendría? ¿Por qué sí, por qué no? ¿Cuál es su propia propuesta? ¿La de su antiguo PRI, la del su despreciado PRD, la de Morena o cuál? ¿Cómo se deslindará del actual gobierno promotor de la polarización, sólo por decir algo?
Sus presumibles votantes tienen derecho a saberlo, antes de votar.
Ese es su reto, para pedir el voto de ciudadanos reales. Tiene derecho, sí, pero también tiene obligación de definirse, de explicar sus saltos políticos. A menos que quiera convencer a quienes creen en la figura de un tlatoani, un cacique, un ungido, un mesías, y no un programa, un proyecto de gobierno, de país, más allá de un candidato. Lo veremos.