López Mateos y la comunidad libanesa en México
Juan Manuel Asai
El Centro Libanés de México fue inaugurado en noviembre de 1962. Las crónicas de aquel entonces lo describen como el club más bello de la ciudad, atractivo que conserva hasta nuestros días. La inauguración fue una fiesta cuyo recuerdo atesoran quienes la vivieron. El invitado de honor fue el entonces presidente Adolfo López Mateos quien en el libro de visitantes escribió la frase: “El que no tenga un amigo libanés…que lo busque”. El impacto de sus palabras fue inmediato, al grado de que ahí siguen, en letras doradas, a la entrada del inmueble. La frase perdura porque condesa el exitoso proceso de integración de la comunidad libanesa al quehacer nacional. Son parte de nosotros sin perder sus raíces y rasgos distintivos.
Don Jorge Kahwagi Gastine, presidente del Consejo de Administración de Grupo Crónica, lo describió así: “Sale el árbol de Líbano y deja, con amor, sus raíces plantadas en esa gran tierra; llega al país que, con generosidad, lo recibe con los brazos abiertos y le permite realizar el milagro de que a su tallo le nazcan raíces que alimenta con su gratitud y abona con sus cenizas”.
La columna de ayer de Pepe Grillo notifica que hace casi tres años, cuando todavía era senador de la República, Mauricio Kuri, hoy gobernador de Querétaro, presentó un proyecto de decreto para declarar al 29 de noviembre como Día Nacional del Inmigrante de Origen Libanés.
La idea es reconocer el impacto positivo para la vida nacional que la comunidad libanesa ha tenido entre nosotros. Su presencia enriquece al país. La comunidad libanesa viene a México a sumar, a integrarse a la vida económica, política y también cultural, desde las artes escénicas hasta la gastronomía. Su presencia da sustancia a la recomendación de López Mateos de buscar un amigo libanés. Don Adolfo sabía lo que decía.
El mañoso Tío Sam
El gobierno de Estados Unidos está apanicado con el riesgo que implican para su seguridad nacional las bandas mexicanas del crimen organizado. Es un temor justificado, claro está. Lo que no queda claro es si tanto miedo les tienen a esas bandas, por qué las surte con el armamento más moderno y poderoso y les guarda sus millonarias ganancias en sus bancos.
Hay muchos políticos allá que quieren declarar grupos terroristas a las bandas mexicanas. La pregunta es si la Casa Blanca permitiría que Al Qaeda o ISSIS se pertrecharan en las tiendas de armas que hay por docenas en la frontera con México y que los jefes de esas bandas depositaran, muchas veces de manera personal, cantidades millonarias de dólares en sus bancos, porque eso es justo lo que le permiten hacer a los carteles mexicanos.
De vez en vez las agencias de seguridad de aquí y de allá tienen noticia de que el líder de una banda delictiva mexicana hizo depósitos en bancos de Texas o Arizona, como ese dinero robustece los circuitos financieros del Tío Sam los banqueros y los supervisores gubernamentales voltean para otro lado.
La DEA se queja de que México no hace su parte para terminar con la crisis de los opioides en Estados Unidos. No dice que la industria farmacéutica de EU es el principal cartel proveedor de los adictos que se transforman en zombis. Los artilugios gringos en el espacio pueden detectar un mosquito en un lejano país del oriente, ¿Por qué no pueden detener el fentanilo que inunda, por ejemplo, las calles de Filadelfia que está a tres mil kilómetros de la corrupta frontera mexicana? La respuesta es sí pueden, pero no quieren.