De la subestimación a la mentira
Ricardo Becerra
Austedes y a mí, nos tocó vivir (y sobrevivir) la peor catástrofe sanitaria en un siglo -en México como en el mundo- una amenaza tan mortífera como la gripe de 1918 y como aquella, de fase expansiva prolongada durante más de tres años.
Pero la pandemia del SARS-CoV-2 se comportó de un modo distinto en un país que en el otro, es decir, la letalidad del virus se gestionó de manera muy distinta en naciones también distintas y con sistemas de salud y liderazgos médicos diferentes.
Vuelvo así al tema que ocupó este espacio la semana pasada (https://bit.ly/450kwGx) porque lo ocurrido cobró una dimensión atroz en México y sólo desde la estupidez o la maldad se puede ser indiferente, voltear a otro lado y pedir que a paso veloz, se cierre ese capítulo en el que murieron 605 mil 602 (muertes en exceso) según una página oficial citada por mi. Pero el INEGI me corrige: de enero de 2020 a septiembre de 2022 (siete meses antes de la declaración del fin de la emergencia sanitaria) las muertes en exceso ascienden en realidad, a 793 mil 625 (véase https://tinyurl.com/4mrjafcz).
Ahora es un juez de control federal el que pide no cesar una investigación al responsable del manejo de la emergencia sanitaria en nuestro país (el señor Hugo López Gatell). Estando de acuerdo con ese proceso judicial, pero creo que el balance debe ampliarse más allá del funcionario para alcanzar una comprensión de lo que hicimos, hicimos mal o dejamos de hacer, durante 39 meses de la crisis.
Habíamos anotado cuatro grandes errores (pocas pruebas; ambigüedad en el uso del cubrebocas; mal seguimiento y mala comunicación de la investigación científica que se estaba produciendo y vacunación insuficiente, todavía hoy), pero hay otras decisiones que explican la fatalidad y los resultados que nos tienen en el quinto lugar mundial como peor país en el manejo de la pandemia.
La ausencia de una política económica específica para que la población trabajadora pudiera quedarse en casa; la anulación del Consejo de Salubridad General y muy especialmente, la falta de protección e indumentaria para el personal médico que provocó que en nuestro país hayan muerto más doctores, enfermeros y auxiliares que en ninguna otra parte del planeta, exhibe cuán mal entendió el gobierno a esta epidemia con su miscelánea de medidas erróneas.
La constante desde el inicio hasta el final es, sin embargo, la subestimación de la gravedad, magnitud, duración y consecuencias que esa enfermedad traería a la sociedad y a la economía nacional. Una especie de negación o de autoengaño que multiplicó la irresponsabilidad gubernamental. A mi modo de ver, este es el rasgo crucial que explica en cascada y casi en su totalidad, la actuación del gobierno mexicano (Véase el minucioso estudio presentado por el IGHS y la USCF https://bit.ly/3MpeDeF).
Dichos y hechos: la exportación de millones de cubrebocas en el primer periodo de aceleración pandémica, es decir, cuando más los necesitábamos; la declaración de López Gatell según la cual, la crisis duraría tres semanas; o la otra declaración, en la que afirmó que 60 mil muertes sería el peor escenario, el catastrófico. Todo eso muestra la ignorancia, por supuesto, pero sobre todo las ganas de subestimar, lo que restó eficacia y contundencia a la respuesta mexicana contra la pandemia.
La subestimación condujo a una actuación limitada y acotada. Un grave error de principio, pues no se privilegiaron las medidas de tipo prudencial. Dentro de un ambiente de gran incertidumbre y de información muy limitada, era aconsejable optar por una reacción vasta y masiva, eso que precisamente, estábamos viendo en países como Vietnam, Corea del Sur, Alemania o Japón. Y así aparece el otro error asociado: la renuncia a aprender de las lecciones del mundo.
La subestimación se convirtió rápidamente en simulación. Ya para fines de junio de 2020, las mismas fuentes oficiales habían registrado 71 mil muertes, mucho antes de la segunda ola más mortal (enero 2021). Incapaces de corregir, error tras error, el manejo de la pandemia quedó enredado en un manojo justificaciones expost y de mentiras.
Necesitamos un informe, un balance (quizás desde el Congreso, con ayuda del gremio médico) para aprender de esa tragedia. Científica, social y políticamente entender lo que nos pasó, es la principal deuda que los mexicanos tenemos con nuestros 793 mil 625 muertos.