Porfirio Muñoz Ledo en la Reforma Política de la Ciudad de México
Rogelio Muñiz Toledo
“Los políticos pueden limitarse a predicar con discursos, o pueden transformar las palabras en acciones”, Felipe González Márquez
Mucho se ha escrito sobre la contribución fundamental del licenciado Porfirio Muñoz Ledo y Lazo de la Vega al proceso de democratización del país y en relación con el papel central que jugó en el impulso de la Reforma del Estado en México. Mucho queda por decir sobre su invaluable aporte a la transformación del régimen político de la Ciudad de México y a la redacción y aprobación de su primera constitución.
Hombre de acción y de ideas, como lo definió el historiador Lorenzo Meyer en el prólogo del libro de sentencias políticas de Porfirio Muñoz Ledo, don Porfirio asumió la necesidad de cambiar el régimen cuando se dio cuenta de que la reforma del sistema político desde dentro del PRI sería imposible. Muñoz Ledo entendió, como pocos, que para consolidar la transición a la democracia era imprescindible la Reforma del Estado e impulsó de manera incesante la aprobación de una nueva constitución para el país y la refundación de la república.
Comencé a seguir la trayectoria política de Porfirio Muñoz Ledo desde 1987. El ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, la maestra Ifigenia Martínez y él habían creado la Corriente Democrática del PRI, que daría paso a la creación del Frente Democrático Nacional para la elección presidencial de 1988. Durante la segunda mitad de los años 80 y la década de los 90 del siglo pasado presenciamos algunos de sus mejores discursos y escuchamos con interés sus intervenciones como parlamentario, como la del día que marcó el fin de la hegemonía del PRI en la Cámara de Diputados, el 1 de septiembre de 1997, cuando inició su discurso con esta frase: “Este acto encarna sueños y simboliza aspiraciones democráticas de los mexicanos; es condensación de historia”.
La gran oportunidad de conocerlo personalmente y de participar en un proyecto político a su lado llegaría, inesperadamente, en la segunda década de este siglo. Los primeros días de enero de 2013 el doctor Miguel Ángel Mancera Espinosa me invitó a colaborar con él, ad honorem, en la reforma política del Distrito Federal y en lo que más adelante sería el proceso constituyente de la Ciudad de México. Unos días antes, el 28 de diciembre de 2012, el Jefe de Gobierno había creado la Unidad para la Reforma Política del Distrito Federal y designado como Comisionado al licenciado Porfirio Muñoz Ledo.
Durante casi seis meses de reuniones con el doctor Mancera habíamos logrado considerables avances en la elaboración de su propuesta de reforma constitucional en materia de Reforma Política de la Ciudad de México. La discusión y análisis de la reforma iniciaría en el Senado de la República en el periodo de sesiones de septiembre a diciembre de 2013. El doctor Mancera me encargó que le diera seguimiento al proceso de reforma, para lo cual debía reunirme con el licenciado Porfirio Muñoz Ledo para coordinar esfuerzos e impulsar juntos la propuesta del Jefe de Gobierno.
De inmediato busqué telefónicamente al licenciado Muñoz Ledo, a quien no conocía personalmente, para concertar una reunión con él. Tres días después de la llamada, el viernes 21 de junio de 2013, me encontré por primera ocasión con don Porfirio -así lo llamé siempre- para desayunar en el restaurante Konditori de Insurgentes. Sería la primera de muchas conversaciones sobre el proceso de Reforma Política de la Ciudad de México. Dos semanas después don Porfirio me invitó a desayunar a su casa para continuar con los trabajos encomendados por el doctor Mancera.
Fue el inicio de un recorrido de cuatro años en los que tuve el privilegio de colaborar con el doctor Miguel Ángel Mancera, junto con don Porfirio, en la reforma política y el proceso constituyente de la Ciudad de México. Fui testigo de las invaluables aportaciones del licenciado Muñoz Ledo a la reforma política y al contenido de la primera Constitución de la Ciudad de México.
Fueron años de un gran aprendizaje en los que tuve la oportunidad de analizar con don Porfirio los contenidos de la reforma, de conversar con él sobre los alcances y las consecuencias políticas del cambio del régimen jurídico-político de la Ciudad de México y de impulsar juntos la reforma política de la Ciudad de México propuesta por el Jefe de Gobierno. “Compañero de trabajo y de luchas”, escribió don Porfirio en la dedicatoria manuscrita que me hizo de su libro biográfico: Porfirio Muñoz Ledo. Historia Oral. 1933-1988, de la autoría de James W. Wilkie y Edna Monzón Wilkie.
Durante las discusiones de la reforma constitucional en materia de Reforma Política de la Ciudad de México el entonces senador Manuel Camacho Solís me compartió sus reflexiones sobre la importancia de evaluar, con mucho cuidado, las consecuencias políticas del cambio del régimen jurídico-político en la Ciudad de México, como un elemento indispensable para lograr una reforma exitosa. La presencia de un político de ideas y de acción con la trayectoria del licenciado Muñoz Ledo garantizaba que ese elemento estaría presente durante la reforma y el proceso constituyente.
Haber tenido la oportunidad de estar presente en las negociaciones y en los debates de la reforma constitucional en materia de Reforma Política de la Ciudad de México en el Congreso de la Unión, de ser parte del Grupo Redactor del Proyecto de Constitución -en el que Muñoz Ledo jugó un papel fundamental- y de participar en todo el proceso constituyente de la Ciudad de México fue un gran privilegio para mí. Hacerlo junto con don Porfirio y ser testigo de su gran aportación al proceso con el que concluía la etapa decisiva de lo que don Alejandro Encinas ha denominado “La Larga Marcha por la Autonomía de la Ciudad de México” fue, además, un gran aprendizaje.
Muñoz Ledo fue un político que nunca desaprovechó las oportunidades -en muchas ocasiones creadas por él mismo- para transformar sus discursos en acciones, para materializar sus ideas sobre el cambio político y para contribuir a crear instituciones. La Reforma Política de la Ciudad de México fue uno de los muchos procesos en los que don Porfirio pudo impulsar el cambio político y ver materializadas sus ideas y concluido el proceso en el que fue protagonista hasta la exitosa concreción de este con la publicación de la primera Constitución Política de la Ciudad de México. Lamentablemente para el país no sucedió lo mismo con su impulso a la reforma del Estado y con sus propuestas para tener una nueva constitución para México y refundar la república.
En el discurso que Muñoz Ledo pronunció a nombre del Gobierno de la República en el homenaje luctuoso a Jaime Torres Bodet, en la Rotonda de las Personas Ilustres en 1974, el entonces Secretario del Trabajo y Previsión Social señaló: “Para Torres Bodet el tiempo no era un panorama abierto de fronteras imprecisas, sino el espacio, angustiosamente breve, que se le ofrece al hombre para convertirse en obra. ‘Mientras digamos mañana, un bosque de promesas se deshoja’. Pero concluida la faena se vuelve innecesaria la presencia en el mundo”.
Parafraseándolo se puede afirmar que, aunque Muñoz Ledo logró convertirse en obra, la faena de don Porfirio no estaba concluida. Pero su biografía es condensación de historia. Su partida nos deja un bosque de promesas por cumplir en el proceso de cambio político en el país y su ausencia nos hace dudar aún más que podamos alcanzarlas todas.
Por si se ocupa, concluyo con una frase tomada del muro de Facebook del gran Pedro Arturo Aguirre Ramírez, quien fuera asesor de Porfirio Muñoz Ledo en el Senado de la República: “Nos reprocha mi querido Marco Levario en su muro: ‘Muere Porfirio Muñoz Ledo y quienes lo conocieron hacen todo lo posible para que ellos sean los protagonistas de su muerte y no el difunto’. Le respondí: ‘algo le aprendimos al narcisista de Porfirio, hermano!’ Mostrar nuestro ego es una especie de homenaje al fallecido”.