Amarga Navidad de los cristianos de Medio Oriente
Carlos Martínez Assad
La guerra que estalló entre Gaza e Israel el 7 de octubre último ha generado enorme cantidad de escritos y reflexiones a propósito de los judíos y de los musulmanes, identidades religiosas detrás de las filiaciones políticas. Poco se ha mencionado a los cristianos, que existen en la región desde el Imperio romano, cuando se abrieron paso para influir en el mundo y definir la esencia cristiana de Europa.
Contraria a su fuerza expansiva inicial ha sido rebasada primero por el islam, que ahora señorea, y por el judaísmo, que, con la caída del Imperio Otomano hace cien años, se hizo presente con su historia de persecución y el holocausto en la Segunda Guerra Mundial. Los cristianos de ahora apenas representan 2% en el Estado de Israel, y sus comunidades han disminuido de manera considerable en Iraq, Egipto, Siria y aún en Líbano, considerado durante mucho tiempo baluarte del cristianismo en Medio Oriente.
Muchos elementos se unen en la explicación de ese proceso; la emigración ha sido un fuerte factor. Por ejemplo, la mayoría de los palestinos llegados a México fueron cristianos, entre ellos, varios ortodoxos, maronitas y del culto latino. En la emigración de esa región facilitada por motivos religiosos prevaleció la de cristianos, debido a la aceptación en los países que profesaban la misma religión. Todavía una historia que he contado en otra parte me sigue sorprendiendo por el simbolismo de esa relación: la de un palestino avecindado en Torreón que, cuando regresó de visita a Belén, sus conocidos le obligaron a que asumiera el cargo de alcalde y sólo le permitieron regresar a México cuando terminó su obligación.
Era todavía el momento de la Palestina Británica, cuando, como no había fronteras claras, libaneses y sirios cristianos frecuentaban las visitas médicas en el Hospital del Gobierno Británico de Haifa, hoy Centro Médico Ramban (el acrónimo de Maimónides). Por su parte, los judíos que residían bajo el protectorado de los ingleses iban sin dificultad a pasar los fines de semana a Beirut, que ofrecía lugares de esparcimiento como cualquier país europeo.
Para los cristianos esa ciudad se ubicaba en la cordillera del Monte Carmelo, donde habría aparecido la Virgen que dio origen al monasterio de la Orden de los carmelitas, fundada en el siglo XII, cuando en sus cuevas se albergaron peregrinos en tránsito a los lugares relacionados con lo que llamaron Tierra Santa, refugio previo también de los cruzados.
La tradición de la presencia allí del profeta Báb, de origen persa (para anunciar la venida del profeta de Dios de todas las religiones), llevó a erigirle un hermoso santuario con 15 terrazas que hoy se encuentra en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Una de las referencias cristinas se ha desplazado hacia Cisjordania, donde se encuentra Belén con su Basílica de la Natividad que habría sido construida en la cueva donde, según la tradición religiosa, nació Jesús, convirtiéndola en el lugar de culto más antiguo. El 24 de diciembre se ha establecido como la fecha de tal acontecimiento; esto es, según el calendario gregoriano, porque según el juliano se trataría del 6 de enero como continúan celebrándolo los ortodoxos que en gran parte del mundo católico se relaciona más con la visita de los Reyes Magos, según algunos escritos armenios. Quienes se ajustan a esa fecha le llaman la Epifanía por el bautismo de Jesús y se festeja también en Belén.
Se trata de un lugar de atracción para miles de feligreses que le visitan todos los años en esta temporada, pero que estuvieron ausentes por la situación que prevalece en Cisjordania ocupada por Israel, convertida en escenario de la extensión de la guerra en Gaza, confinada a los enfrentamientos entre los palestinos y los judíos ortodoxos de los asentamientos.
Y no se olvida que en 2002 la Basílica de la Natividad fue tomada por aproximadamente 200 palestinos, de los que 50 entraron armados y la ocuparon durante 39 días; buscaban refugio contra las Fuerzas de Defensa de Israel que actuaba en respuesta a los atentados suicidas. Francotiradores del Ejército israelí mataron a siete palestinos y más de 40 personas resultaron heridas. Luego de las negociaciones 13 militantes fueron deportados a Chipre y otros 26 transferidos a la Franja de Gaza.
En los pueblos cristianos del sur de Líbano sus templos han estado vacíos esta Navidad, sus calles eclipsadas por las noticias de la guerra y las casas con los escasos habitantes que quedan porque la mayoría ha sido desplazada. En Aïn Ebel, con presencia de los maronitas, se encuentra apenas 30% de sus habitantes; a sus restaurantes semidestruidos por las bombas israelíes acuden algunos parroquianos. Situado a 90 kilómetros de Beirut sus calles no tienen, como era la costumbre, árboles navideños o algún adorno que recuerde estos días festivos.
En su Colegio de San José de las Hermanas de los Santos Corazones, que reúne a escolares de 32 poblados del sur, hubo de lamentarse la muerte de tres estudiantes de 14, 12 y 10 años, originarios de Aïnata, con su abuela, por una bomba israelí que cayó sobre su automóvil. Ahora, pese a todo, lograron realizar una festividad próxima a la Navidad, protegidos por los soldados franceses de la Fuerza Interina de Reserva de las Naciones Unidas en Líbano (FINUL), quienes lograron suspender por unas horas las hostilidades, con acuerdo de Hezbolá. Coros de niños y padres apoyándolos acudieron superando sus temores.
En Rmeich, la más grande parroquia de la Diócesis de Tiro, no hay nada que indique el ambiente festivo de otro tiempo, sus habitantes sólo conservan la esperanza de un cese al fuego definitivo en Gaza. Y sería lamentable que las bombas tocaron los sitios históricos como el que resguarda un testimonio de ese pasado lejano cuando un rey suministró a Salomón las maderas para construir el Templo de Jerusalén.
En Alma el-Chaab la mayor parte de sus habitantes han huido, se han quedado solamente los mayores de edad porque no quieren cambiar de domicilio y las autoridades declararon anuladas las festividades. Tampoco vinieron los nacidos allí que trabajan en Beirut y solían llegar a pasar las fiestas. Los constantes bombardeos tienen lugar apenas a cientos de metros, consecuencia de la guerra que se les ha impuesto. Los niños ya calculan la distancia viendo el paso de los drones.
Los jefes de las iglesias de Tierra Santa se reunieron con el presidente israelí Isaac Hersog, el 21 de diciembre último, con la presencia del vicario patriarcal maronita de Antioquía y Jerusalén, Moussa el Hage, quien recibió las críticas de los cercanos a Hezbolá, como expresó un cheik: “No puede haber religiosos adorando a Dios y creyendo en la justicia y el derecho, al lado de Israel, de la tiranía y el colonialismo”. Se desataron polémicas sin fin sobre esa reunión anual, que muestra las divisiones que existen también en el campo religioso. Ese fue el ambiente que prevaleció esta Navidad entre los cristianos.