Las familias sufrimos y lloramos, pero exigimos verdad y justicia
Yazmín López Santana*
La colectividad surge de las familias impulsadas por sus necesidades y demandas de justicia y para que se reivindiquen a los periodistas ultimados y desaparecidos.
De acuerdo con organizaciones como Reporteros Sin Fronteras y Artículo 19, Veracruz es uno de los estados más riesgosos para ejercer el periodismo y con mayor escala de peligrosidad en México. En dicha entidad, de 2002 a la fecha han sido asesinados más de una treintena de periodistas y seis se encuentran desaparecidos dejando a familias completas en luto, abandonadas y desprotegidas por el Estado.
Se trata de deudos que durante años han soportado los atropellos a sus derechos y solos han sobrellevado sus procesos inconclusos de luto, así como su búsqueda de justicia. Las autoridades pocas veces escuchan sus solicitudes.
Algunas veces las autoridades prometen apoyos, como becas para los hijos y protección y ofrecen justicia, pero eso sólo ocurre cuando recién acontecen las agresiones y después se olvidan de nosotros. Hijas, hijos, madres, padres, viudas y esposas solas seguimos en lucha rompiendo el silencio cada vez más.
No sólo por el dolor tenemos la necesidad de unirnos y apoyarnos, también para juntos defendernos e ir en la búsqueda de justicia para que estos hechos de violencia contra nuestras familiares no sucedan de nuevo.
Podemos recordar casos de periodistas ultimados que han impactado a la sociedad veracruzana, cuyas heridas siguen abiertas, como el asesinato de la periodista Regina Martínez en 2012; la fiscalía parecía estar más interesada en la vida personal de la comunicadora que en su trabajo periodístico. Regina sólo hacía su trabajo: investigar.
También están los homicidios de los periodistas Gabriel, Esteban, Irasema y Guillermo, cuyos cuerpos fueron encontrados el 3 de mayo de 2012 mutilados, embolsados y arrojados en un canal de aguas negras.
Las familias de las víctimas al mismo tiempo tuvieron que enfrentar el luto y una campaña de desprestigio.
Los deudos de Gregorio Jiménez de la Cruz, en 2014, y de Moisés Sánchez, en 2015, vivieron días de angustia y después la fatal noticia.
No menos impactante ha sido el multihomicidio donde Rubén Espinosa fue asesinado en la Ciudad de México en 2015; fue una muerte casi anunciada, él había solicitado auxilio, se autoexilió, interpuso denuncias y aun así Espinosa perdió la vida.
También está Yolanda Ordaz, ejecutada en 2011, dejando en la orfandad a sus hijas menores de edad. El cuerpo de la periodista fue encontrado mutilado en las calles de Boca del Río al día siguiente de su secuestro, un caso donde su expediente ha sido olvidado por 13 años por la Fiscalía veracruzana y por la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Cometidos Contra la Libertad de Expresión. La familia de Yolanda no tuvo asesoría legal y sus hijas aún padecen las secuelas psicológicas por no haber tenido acceso a un apoyo oportuno.
También recordamos casos recientes como el de Ricardo Monlui, en 2017, y los de los periodistas María Elena Ferral, en 2020; Jacinto Flores, en 2021, y Ernesto Méndez, en 2022.
Simplemente no están
Los casos más dolorosos son los de los periodistas desaparecidos porque ellos no están vivos, no están muertos… Simplemente no están. En esa situación está el periodista Sergio Landa Rosado, desaparecido en 2013 en la ciudad de Cardel sin que se conozca su paradero, y donde su familia ha tenido que guardar silencio por 11 años, sin acceso al expediente ni asesoramiento legal ni apoyo psicológico, misma situación que viven desde 2012 los deudos del periodista Manuel Figueroa Fonseca, de Acayucan. Siguen sin tener respuesta de su paradero pese a que han pasado por lo menos nueve fiscales de Veracruz. Ninguno ha dado resultados.
Igual situación son los casos de Evaristo Ortiz (2010), de Jesús Mejía Lechuga, el primer periodista desaparecido en Veracruz (2003), y de Juan Carlos Hinojosa (2023). Los periodistas desaparecidos deben ser una prioridad para su búsqueda, sus familiares luchan por ellos. Las autoridades deben comprometerse con ellos.
En el caso de mi familia, donde Miguel Agustina y Misael fueron ultimados en su domicilio, a 500 metros de la Comandancia principal del puerto de Veracruz, las autoridades desde el principio no tuvieron ganas ni voluntad para hacer su trabajo: encontrar a los responsables. Se armó un expediente sin una investigación seria, en el levantamiento de los cuerpos pasaron más de seis horas y no vimos a alguna autoridad que regresara a levantar los charcos de sangre y dejaron balas y piezas dentales en la escena del crimen; mi familia lo tuvo que hacer. Es una herida que me ha tocado sanar…
Hoy puedo expresarlo: salí de la zona de silencio donde me quedé y estaba muriendo lentamente, sin apoyo psicosocial, donde ir a trabajar era un reto, donde hablar era un reto y hasta vivir era un reto como el que también tienen enfrente las familias de Memo, de Gabriel, de Yolanda, de Jacinto, de Marielena, de Tamayo. Vivimos el desplazamiento para seguir con vida; veamos cómo mujeres y hombres, como el Ave Fénix, estamos renaciendo porque salimos de la zona del silencio, salimos del miedo.
Las familias sufrimos y lloramos, pero estamos dignificándonos, cobijándonos, escuchándonos, identificándonos, y empezamos a alzar la voz para exigir verdad y justicia por los que todavía no pueden hablar, por los que siguen sufriendo agresiones y amenazas, por los que han tenido que callar para poder sobrevivir, para esos seres humanos que han sufrido alguna pérdida.
Aprovecho para decirle a todas aquellas familias de periodistas que estamos aquí para cobijarnos, para escucharnos, para que juntos volvamos a confiar en la humanidad.
Colectivos, tejidos solidarios, de memoria y lucha han sido ejemplos para nosotros.
También deseo invitar a las organizaciones no gubernamentales, a los colectivos, a los familiares de periodistas, a los comunicadores, a los dueños de los medios de comunicación a que dejemos a un lado las diferencias, los egocentrismos y cerremos filas para combatir las campañas de desprestigio que se le da a los comunicadores. Juntos somos más, la unión hace la fuerza; no perdamos el objetivo principal: salvaguardar la vida de los comunicadores.
*Hija de Miguel Ángel López, Milo Vela, asesinado en Veracruz en 2011.
Con información de Proceso