Integración anticipada del gabinete presidencial
Elisur Arteaga Nava
Integración del gabinete
En el México postrevolucionario, que yo recuerde, nunca un presidente electo había integrado y dado a conocer su gabinete con tanta anticipación como lo está haciendo Claudia Sheinbaum –que todavía no lo es– en estos días. El hecho, por ser inusitado, ha causado extrañeza y expectación.
Se han dado algunas explicaciones a ese proceder. Son válidas. Para no quedar fuera de la jugada, para completar el panorama, agrego otras. Modestia aparte, considero que mi interpretación de los hechos, por ser perversa, pudiera ser la acertada.
Ante las impugnaciones que se están ventilando ante las autoridades competentes, AMLO, Claudia y, en general, Morena, a través de dar a conocer con mucha anticipación el nombre de los que integrarán el gabinete, pretenden presentar como un hecho el triunfo de la señora Sheinbaum; lo hacen con vista a influir en la resolución que finalmente emita el Tribunal Electoral; se pretende presentar su triunfo como un hecho y, ante un veredicto adverso a ellos, restarle autoridad y, finalmente, no acatarlo.
En este supuesto la opinión pública tomaría cualquier resolución que no reconozca el triunfo de la señora Sheinbaum como algo extemporáneo, infundado o improcedente.
Otra explicación pudiera ser que, ante la inestabilidad de los mercados provocada, entre otras causas, por la reforma al Poder Judicial, se trata de calmar a los inversionistas y al mercado en general, presentando un gabinete conservador, maduro y experimentado, sin dejar de amenazar con presentar la iniciativa. AMLO y Claudia, en ningún momento, a pesar de todos los cuestionamientos y de la oposición que se ha presentado, han ofrecido aligerar la reforma o retirarla. Siguen montados en su macho.
Una última: AMLO está colocando cuando menos en las posiciones importantes a gente incondicional que le cuide las espaldas una vez que haya abandonado el poder. No confía totalmente en doña Claudia.
También las otras razones que se invocan pudieran ser admisibles.
Retiro de AMLO
AMLO prometió que terminando su sexenio se retiraría totalmente a su finca en el estado de Chiapas. Con el tiempo ha ido matizando su declaración: primero estableció una salvedad: si mi presidenta me lo pide; enseguida agregó otro supuesto: visitar a su esposa e hijo menor de edad; posteriormente agregó otro supuesto: que México, su país, fuera invadido o estuviera en guerra y que su presidenta se lo pida. Con el tiempo pudiera agregar otras. No le faltarán pretextos.
La declaración de que dejaría su encierro si se produjera una invasión al territorio nacional dio lugar a que surgieran especulaciones; se afirmó que le estaba tirando a ser secretario de Defensa, tal como lo fue el expresidente Lázaro Cárdenas, al iniciarse la segunda Guerra Mundial, y ante la declaración de estado de guerra que emitió el presidente Manuel Ávila Camacho.
Ante esa posibilidad se invoca como impedimento la normatividad y práctica que se observa para la designación del secretario de Defensa: que debe ser un general de división y aparecer su nombre en la lista que le presente el secretario de Defensa en retiro.
Disiento de ese punto de vista. Ningún estatuto interno y ninguna práctica en contrario puede derogar un precepto de naturaleza fundamental, de jerarquía superior, que dispone que el presidente de la República está facultado para nombrar y remover libremente a los secretarios de Estado (art. 89, frac. II).
Tampoco sería impedimento el hecho de que AMLO no sea militar. El término libremente que aparece en el precepto faculta al presidente de la República a nombrar a cualquier persona, siempre y cuando sea mexicano por nacimiento, esté en ejercicio de sus derechos y haya cumplido 25 años de edad (art. 91).
En el caso, el hecho de que durante más de 150 años se hayan designado generales de división para ocupar el cargo no es razón suficiente para considerar derogados los artículos 89, fracción II y 91 de la Constitución Política. Mucho menos sería válido invocar los precedentes, existiendo un precepto que dispone que: “Contra la observancia de la ley no puede alegarse desuso, costumbre o práctica en contrario” (art. 10 del Código Civil federal).
Hay algo que es cierto: quien, por ignorancia, error de cálculo o por presiones políticas designe a AMLO como secretario de Estado o como jefe de las Fuerzas Armadas, debe saber de los riesgos. Sería más que una espada de Damocles sobre la persona de quien lo nombre.
Ante tanta especulación hay un hecho cierto, y es lamentable: mientras AMLO viva, aunque esté en sillas de ruedas o con suero y oxígeno, se halle dentro del territorio nacional o fuera de él, siempre será un peligro para la presidenta de la República en turno. Sin haber ocupado la presidencia acosó, criticó y obstaculizó el ejercicio del poder a Vicente Fox Quezada, Felipe Calderón Hinojosa y a Enrique Peña Nieto, a los que no llevó al poder, con mucha razón lo hará tratándose de su ahijada política, la señora Sheinbaum.