¿No más polarización?

José Antonio Sosa Plata

La confrontación entre los partidos políticos dejó de tener este 2024 la relevancia que había adquirido durante los últimos años de gobierno de Andrés Manuel López Obrador. La polarización promovida desde el poder ejecutivo se diluyó con el triunfo contundente de la doctora Claudia Sheinbaum.

Recordemos que el fenómeno de la polarización se exacerbó por la crisis de los partidos políticos y el consecuente fortalecimiento global del populismo. Al moverse hacia los extremos la izquierda y la derecha, se modificó el paradigma del pluralismo y la ética política. El llamado centro político se desdibujó y debilitó en muchos países.

Las coaliciones de los partidos derivaron en una amalgama ideológica sin precedente. Esta circunstancia les hizo perder identidad y, contra lo que se esperaba, acentuaron la crisis de liderazgos a la que entraron desde las elecciones presidenciales de 2018.

El pragmatismo político —y la defensa a toda costa de algunos intereses y privilegios— llevaron  a los partidos opositores a distanciarse de la población. Más que las causas de la gente, los proyectos o los principios, lo más importante eran los cargos y los recursos que recibían.

En 2025 no veremos una confrontación como la de años anteriores. Si bien las elecciones del Poder Judicial estarán en el centro de atención de los partidos políticos, la reforma aprobada no permitirá los niveles de politización e ideologización que se alcanzaron en las elecciones presidenciales.

Sobran las razones para explicar esta hipótesis. Menciono las más importantes. Primera, la frecuencia e impacto social que produjeron los procesos electorales largos y saturados de información como el que experimentamos los últimos dos años, provocaron un cansancio, enojo y hastío en la mayoría de la ciudadanía.

Segunda: Morena y sus aliados, con López Obrador a la cabeza del movimiento, supieron canalizar el desencanto profundo y el enojo que acumuló la sociedad durante los sexenios de la alternancia. Esta situación, que pocos comprendieron, desembocó en el fin de un sistema de partidos el cual fue sustituido por otro que sólo puso en desventaja a la oposición.

Una más. El entonces Jefe del Ejecutivo comprendió muy bien el agotamiento de los partidos políticos tradicionales. Con una interpretación adecuada del nuevo escenario, supo imponerse a las organizaciones y estructuras con un liderazgo sui generis y sumamente atractivo para la mayoría.

¿Por qué fue sui generis el personaje? Porque a pesar del avance que lograron los opositores en las elecciones intermedias de 2021, el resultado sirvió para mejorar su popularidad, convirtiéndolo en un gobernante a quien no lo afectó, entre otros, la situación de inseguridad, violencia y corrupción que prevaleció durante su sexenio y que aún hoy existe en el país.

En el mismo sentido, supo como mantener siempre vivo el conflicto y desviar la atención de los temas que le afectaban. Con su estrategia, logró también reducir el impacto de los argumentos y referentes retóricos, propositivos y discursivos de sus adversarios, haciendo de la polarización un nuevo estilo personal de gobernar y una de sus principales fortalezas.

En 2025 tendremos una elección muy importante e inédita. La atención que le dedicarán los medios de comunicación y las redes sociales será muy alto. Sin embargo, aún es prematuro saber si la sociedad participará como lo ha hecho en las últimas elecciones presidenciales o legislativas o si terminará imponiéndose la abstención.

Aunque lo más probable será el triunfo de la abstención, no están dadas las condiciones para que veamos la división entre dos fuerzas marcadamente distintas. No será una elección de extremos opuestos. No asistiremos, tampoco, a una contienda alimentada por la retórica política.

Para que haya pleito parejo, se necesitan mínimo dos, pero en igualdad de circunstancias. No será el caso porque la oposición quedó fragmentada, confundida y apabullada. En la elección del Poder Judicial, lo más probable es que presenciaremos de manera predominante campañas desordenadas, dispersas y poco profesionales. ¿Es lo que conviene al sistema político y a la presidenta Claudia Sheinbaum? Tal vez.

Por el momento, se acabó la lucha de técnicos contra rudos o de rudos contra rudos. La polarización a la que nos acostumbramos, tal vez resurja hasta las elecciones 2027, con un nuevo esquema de partidos. Sin duda, hasta ese momento veremos a una ciudadanía más comprometida y participativa.

Con información de La Silla Rota

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