Sheinbaum, el liderazgo y el trabajo

Alex Covarrubias V.

Durante los comicios 2024 se pretendió afectar la imagen de Claudia Sheinbaum diciendo que no tenía carisma ni liderazgo alguno. La realidad se ocuparía de dejar atrás a críticos e interesados mientras ella, personalmente, conquistaba la voluntad de las mayorías. Su victoria contundente revelaría que la académica de análisis finos de cambio climático poseía más madera de líder que todo lo conocido hasta ahí por las vastas estrecheces del mundo político mexicano y sus miméticas ancilares. El buen analista advertiría que tenía, para empezar, la extraña virtud de reunir en sí la trilogía del liderazgo propuesta por la versión clásica weberiana. Esto es, ser carismática, tradicional y racional al mismo tiempo.

Ahora, ante el torbellino y la previsibilidad imprevisible de Donald Trump (algo que aún no terminamos de entender), Claudia Sheinbaum presidenta ha emergido en estos días con toda la claridad y fuerza que puede representar su liderazgo.

Frente a la vocinglería, amenazas y vaivenes viniendo del otro lado de la frontera, su racionalidad ha brillado en un solo llamado a actuar con “la cabeza fría”, del que ella fue el ejemplo. Ofreció una estampa de compostura, mesura y prudencia, que apoyó mano a mano con su apego para representar y defender los intereses del pueblo mexicano. Anclajes de tradicionalidad. Mandó así un mensaje de serenidad y entereza que propios y extraños ahora aplauden. Desde esa racionalidad y tradición ha podido exhibir, más diáfanamente, su carisma. Uno alejado de la grandilocuencia y las gesticulaciones cantinflescas –tan afectas en esa inacabable masa de políticos incubados en el DNA priista en el país–. El suyo es más bien un peculiar carisma cimentado en las armas de la razón, la sencillez y la sonrisa medida, de quien ha dedicado su vida a aprender para enseñar.

En buena hora México tiene a Claudia presidenta. Gracias a su liderazgo el país ha podido sortear este primer asalto con Trump. Que ya es bastante. Pero ella y su equipo mal harían en confiar, perdiendo de vista que apenas se ha ganado un poco de tiempo y que la guerra es y será larga. Tanto que al menos podrá durar cuatro años.

Por eso el gobierno de Sheinbaum debe dedicar tanto tiempo a su relación con Norteamérica y su tratado comercial como al Plan México. El Plan donde la presidenta ha dejado ver primero sus posibilidades de estadista.

El Plan México y el mundo del trabajo

El Plan México tiene 13 metas claramente formuladas y distintivas. Pero la distinción no debe obscurecer lo que puede ser su esencia y mayor virtud: pensar por un México visto y desarrollado desde dentro. Pensar en un país que crece innovando para substituir importaciones y cuyo mundo del trabajo se viste en las calificaciones y los buenos empleos, al lado de la sostenibilidad ambiental empresarial. Hacer y creer en un país donde nadie es dejado atrás y los más vulnerables se colocan primero en transiciones que así, en efecto, son justas. O lo que es lo mismo, hechas en justicia para el medio ambiente y el trabajo.

Con información de El Economista

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