La Santa Inquisición y la Cuatroté
Anamari Gomís
Tengo los libros abultados de “Los indios de México” del gran Fernando Benitez, pero no encuentro “Los primeros mexicanos: la vida criolla en el siglo XVI” ni “Los demonios en el convento”. Los pido de inmediato a Amazon antes de ponerme a acomodar los libros de historia, subirme en un banquito y borrar el polvo con desgano y con apuro. Debo escribir este artículo y enviarlo por la tarde al periódico “La Crónica” y quería revisar lo que Benitez estudió sobre la Inquisición, que en la Nueva España fue menos maléfica que en España. Tampoco hallo las obras sobre la Santa Inquisición, que no eran muchas, pero tenía la idea, alguna vez, de escribir una novela sobre el tema. Y aunque me he mudado once veces de domicilio, muchos de esos tratados que ahora necesito estaban aquí, en esta casa, donde he vivido casi 12 años. Los libros se reproducen, pero también desaparecen.
Por mandato de Felipe II se estableció el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en la Nueva España en 1569. Como todos sabemos, se encargó de perseguir los actos contrarios a la fe católica e incluso a las buenas costumbres y a la moral cristiana. Sin embargo, los peores delitos eran la herejía y la brujería. Si no recuerdo mal, con los indígenas procuraban no meterse porque llegaron a evangelizarlos, esa fue la magna obra del imperio español. Así lo veían. La primera víctima, de todas formas, fue un nieto de Netzahualcóyotl. Se le había bautizado como Carlos y lo quemaron vivo. Esto dio pie a que después no se juzgara a los indígenas. Sabemos que se cometieron muchas barbaridades. Eso sucede, ha sucedido y seguirá sucediendo. Las naciones, como apunta Nietzsche, a veces enloquecen.
En 1571 se determinó que los indígenas quedaban excluidos del fuero inquisitorial. Sólo llegaron a recibir amonestaciones por los altos eclesiásticos.
No se crea que la época virreinal se convirtió en una etapa de explotación y oscurantismo, como quisieron verla los liberales del siglo XIX y luego las ideologías posrevolucionarias. En esa etapa se formaron los primeros mexicanos, se fusionaron dos culturas. Se quiera o no así ocurrió. Surgió Sor Juana Inés de la Cruz, la poetisa de poetisas, un prodigio del barroco novohispano. Un pensador de primera línea era Don Carlos de Sigüenza y Góngora, amigo de la monja jerónima, ilustre científico, historiador y escritor, cosmógrafo y matemático, que dirigió las excavaciones de Teotihuacan
La Nueva España bullía de intereses en un pequeño grupo de de intelecuales que se defendían de la Santa Inquisición. Sor Juana, como se sabe, tuvo “rüidos” con los Inquisidiores, por culpa del obispo Manuel Fernández de Santa Cruz. Si no me equivoco para Sor Juana la mayor fineza de Cristo es la libertad (Wow!). Finalmente se la castigó por escribir eso, quitándole sus artefactos científicos y sus libros.
Este carácter inquisitorial persiste hoy, en el año 2024. Una mujer talentosa escribió, entre otros libros, “Los puntos sobre la íes”. Me refiero a la doctora María Amparo Casar, especialista en política mexicana, académica y hoy directora de Mexicanos Contra la Corrupción. Su inquisidor es el presidente de la república,quien le suspendió la jubilación de su finado marido, Carlos Márquez Padilla, por lo que todos ustedes ya saben, porque , según apunta López Obrador en su libro “Gracias”, Héctor Aguilar Camín acompañó a María Amparo Casar, en 2005, a cambiar los datos del acta de defunción de su marido, quien cayó de un alto piso en su oficina de Pemex. Aguilar Camín y María Amparto Casar se llegaron hasta el despacho de Bernardo Batiz, Procurador General de Justicia del Distrito Federal, cuando el hoy presidente era jefe de gobierno. Le solicitaron una modificación, aceptó y se cambió el acta: de “muerto por suicidio” a muerto por accidente.
¿Me pregunto y pregunto a quien me lea si las pensiones son un camposanto católico, donde no se permite enterrar a un suicida? ¿Es decir, una viuda y sus hijos no tendrían derecho a la pensión del difunto marido y padre, en el caso en que Carlos Márquez se haya suicidado, lo cual resultó muy difícil de determinar por los peritos forenses? ¿Ese el grave caso de corrupción que se le imputa a quien el presidente detesta porque pone los puntos sobre las íes de su gobierno?
Por favor, que alquien me explique.
El primer Inquisidor en Nueva España asumió sus funciones en 1526 y se llamaba Fray Domingo de Betanzos, pero Pedro Moya de Contreras estableció el Tribunalde la Fé.
El historiador Luis González Obregón estima que hubo 51 sentencias de muerte en casi 250 años en los que el Santo Oficio opero en México.
El grupo que más sufrío fue el cripto judió, casi todos de ascendencia portuguesa. Muchos siguieron fieles a las leyes de Moisés aparentando que se había convertido al catolicismo. Eso también ocurrió en España hasta entrado el siglo XX.
Recuerdo que Fernando Benítez narraba el caso de la familia, Carvajal, que se volvió al cristianismo. Los Carvajal, portugeses, vivieron en España y emigraron a la Nueva España. Luis de Carvajal resulto juzgado dos veces por la Santa Inquisición hasta que en un auto de fe se les ajustició a él, a su mamá y a su hermanas por judaizantes.
No crean que hay nada nuevo bajo el sol. Basta con enterarse de la guerra en Gaza, provacada en octubre 7 de 2023 por el grupo terrorista Hamas. Mataron brutalmente a israelíes de un Kibbutz y a jóvenes en un rave en el desierto. Netanyahu, el primer ministro de Israel no negocia la entrega de los rehenes israelíes tomados por Hamas y ha soltado su ferocidad vengativa.
El último inquisidor en la Nueva España, Jerónimo Castillón y Salas, goberno el Santo Oficio hasta 1820, pero las cacerías de brujas continúan toddavía. El control ideológico sobre la gente, existe con y sin Santa Inquisición.
El antiguo edificio del Santo Oficio en México se alza sobrela calle de Brasil, en el Centro de la Ciudad. En tiempo se ocupó como Facultad de Medicina de la Universal Nacional Autónoma de México, antes de la magnífica construcción de Ciudad Universitaria. Junto, está lo que fungía como cocheras de la Inquisición, luego fue casa de Leona Vicario y, mucho tiempo después, Coordinación Nacional de Literatura del INBAL
Con información de Crónica