Un hombre derrotado, cuesta abajo en su rodada
Francisco Chiquete
La voz feble, el semblante sombrío muestran a un hombre derrotado, lejano de los momentos todavía recientes en que exclamaba soberbio “de aquí sólo saldré muerto o enfermo”. Rehúye responder si solicitará o no licencia al cargo de alcalde para enfrentar las investigaciones de la fiscalía, pero admite un hecho contundente: “no estoy tomando decisiones”.
El interrogatorio de los periodistas es implacable, insistente: ¿pedirá licencia? No lo sé, no estoy toando decisiones… ¿Puede confirmar la destitución de funcionarios de Cultura y de Servicios Públicos? No, yo no he despedido a nadie -Pero el secretario del ayuntamiento lo confirmó en el caso de Servicios Públicos -Lo desconozco, yo no he despedido a nadie, lo desconozco, tal vez fue por lo de la foto (de la fiesta buchona).
Aquel funcionario retador, altanero, mantuvo baja la mirada detrás de los lentes oscuros, buscando irse sin que los entrevistadores le jalaran la lengua, esa lengua que tantas veces lo llevó al centro de la controversia, con la seguridad de que no lee pasaría nada.
Este nuevo Luis Guillermo Benítez Torres cabe perfectamente en la letra del viejo tango de Gardel y Lepera, sufriendo “la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”. El dolor de ver cómo se desmorona aquella autoridad que consideró indestructible gracias a su lugar preeminente en la cuarta transformación.
Obviamente ese ánimo derrotado no le dio para saber que a esa hora en el Congreso del Estado recibían un grueso legajo de documentos en que diversas personas físicas y morales solicita a los diputados la instauración de un juicio político para retirarle el fuero constitucional del que goza y se le pueda someter a un procedimiento judicial.
Este detalle último cierra la pinza que se dejó caer sobre el hoy exalcalde de Culiacán, Jesús Estrada Ferreiro, quien como Benítez Torres, respondió al principio con bravuconadas y desdenes no sólo a los denunciantes, especialmente a las viudas de policías, sino a las propias autoridades que dieron entrada y curso al caso, y terminó fuera de la alcaldía ganada un año antes.
Los escándalos han acompañado al Químico a lo largo de sus cuatro años en el poder. Primero fueron acusaciones de contrincantes políticos, luego de rivales internos, hasta terminar con señalamientos generalizados en una ciudadanía inconforme, que arrastra en sus exigencias incluso a quienes fueron compañeros de fórmula y de partido, pero preferían fingir demencia ante la realidad.
Formalmente está programado que el Cabildo se reúna hoy para recibir el primer informe de labores de esta administración (el cuarto ya para el Químico), aunque él mismo dejó en duda su asistencia. No tengo que estar presente, puedo enviarlo a los regidores, explicó mientras trataba de ordenar su propio desconcierto, cuesta abajo en su rodada.
Los rumores vuelan, y volando le llegó la pregunta al alcalde: ¿es cierto que va a presentar su solicitud de licencia el próximo jueves? No sé, no les voy a responder a esas preguntas… Y se marchó, como dicen los tiktoks, cerrando con suavidad la puerta, mientras sus guaruras, otrora arrebatados, pedían cortésmente el permiso para arrancar la lujosa camioneta sin el riesgo de un accidente.
Hasta el viernes pasado, Benítez Torres daba la impresión de un toro de lidia embanderillado, que se lanzaba contra todo lo que flameara al viento, que no daría ni pediría cuartel en la lucha por su sobrevivencia política. Hoy se sabe que sí pidió ayuda en la entrevista con el gobernador Rubén Rocha Moya y que le fue denegada.
Sus cercanos e incondicionales (cada vez menos) estallaron en júbilo cuando tras el dictamen condenatorio de la Auditoría Superior del Estado, el Químico anunció públicamente que vendría el presidente Andrés Manuel López Obrador, ganándole el anuncio al propio Rubén Rocha Moya. Un golpe de efecto que pretendía decir al mundo: yo también tengo de dónde agarrarme.
Pero pasa el tiempo y ni la visita se confirma, ni los problemas cesan. Por el contrario, los tiempos son cada vez más apremiantes, angustiosos y destructivos para alguien que con todo su pesar confiesa que aunque formalmente sigue al cargo de la Presidencia Municipal, no está tomando decisiones.