El discurso político del próximo gobierno
Joaquín Narro Lobo
Con frecuencia, los conceptos políticos son esquivos y su significado se llena a partir de consideraciones particulares que varían de acuerdo con los intereses, el lugar y el momento de quien los define. La justicia será una noción muy distinta para la madre de una persona desaparecida en el México de 2024, que para un revolucionario francés de 1789. Es por los contextos personales, espaciales y temporales, que el discurso político de una sociedad es distinto al de otra. Aunque nutridos por las ideas, los conceptos políticos son determinados por la realidad y moldeados por la dominación y la legitimidad. Se trata de la materialización de la teoría weberiana referida a las nociones más elementales para la convivencia humana. Si para los negocios “el que paga, manda”, para la política “el que manda, define”. Quizás, entonces, lo primero que hay que conocer es la razón por la que alguien manda (legitimidad), para después analizar la manera en que ejerce el poder (dominación).
En el caso mexicano, desde el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones de 2018, el discurso político se ha transformado, adecuándose a una nueva realidad a partir de una legitimación obtenido mediante el voto mayoritario del electorado gracias a su enorme popularidad y ejercido a partir de una dominación en la que el diálogo con la oposición y los sectores disidentes no ha estado presente. Volviendo a los conceptos de la teoría de Max Weber, la dominación y la legitimidad del régimen lopezobradorista, han sido de tipo racional-legal, pero teniendo como elemento fundamental el carisma del presidente. Después de la elección del 2 de junio, lo anterior parece reafirmarse con un triunfo abrumador en número y lo que parece ser una simpatía hacia Claudia Sheinbaum que la coloca en una situación similar a la de López Obrador.
Estas dos nociones, legitimidad y dominación, moldeadoras del significado de los conceptos políticos, están ya determinadas. Lo que queda para terminar de conocer el destino del discurso político, es la realidad. Hoy la realidad es distinta a la de hace seis años en cuanto a hechos y percepciones. Hace seis años, Morena y López Obrador arrasaron desde la oposición, mientras que hoy Claudia Sheinbaum se construyó desde el poder. En 2018 había expectativa respecto de cambios profundos en la inseguridad, el combate a la corrupción y la mejora en las condiciones económicas y de ingreso, en tanto que al comienzo del próximo gobierno los avances en estas materias parecen ser más un buen deseo que algo tangible. Entonces la oposición y la ciudadanía que no respaldaba a la opción ganadora se encontraban sorprendidas y no atinaron, sino hasta que fue demasiado tarde, a unirse y construir una alternativa que termino por fracasar, pero ahora quedan ruinas y vestigios a partir de los cuáles es posible generar una resistencia.
Si la realidad no cambia, ya sea porque la oposición y la ciudadanía así lo buscan, o bien porque las condiciones económicas y sociales sufren grandes cambios, el discurso político del próximo gobierno será muy similar – acaso con mayor profundidad – que el iniciado por el presidente López Obrador. La democracia seguirá siendo un mecanismo a través del cual la mayoría del pueblo podrá asumir decisiones políticas fundamentales para el Estado. La mayoría será la que votó por una opción política y, por lo tanto, la que tiene la prerrogativa de definir el destino de todos. El pueblo será un sector social caracterizado por su condición económica, social y cultural, en detrimento de una noción de sujetos politizados con pluralidad de ideas y diversidad de opiniones. La justicia se confirmará como aquello que, a juicio de las víctimas es lo correcto, considerando con este carácter no a quienes han sufrido el atropello de la ilegalidad, sino la desventaja provocada por los poderosos de antes y así calificada por la opinión de una persona.
La razón y la manera en que la próxima presidenta ejercerá el poder son incuestionables porque así lo determinaron los resultados a partir de las reglas del juego. Sin embargo, la construcción del discurso político no puede dejarse al arbitrio de la realidad única de una mayoría que pretende borrar a quienes no forman parte de ella.
Profesor y titular de la DGACO, UNAM
Con información de Crónica