2024: toda política es local

Karolina Gilas

Este 2024 será recordado como un año extraordinario en la historia electoral moderna. Más de cuatro mil millones de personas acudieron a las urnas en más de 60 países, desde democracias consolidadas hasta regímenes autoritarios en una serie de elecciones que redibujaron el mapa político mundial y pusieron a prueba la resistencia de los sistemas democráticos.

La tendencia más notable fue el rechazo sistemático a los gobiernos en funciones: observamos la mayor ola de votos contra gobiernos establecidos en la historia moderna. Las razones de este rechazo son múltiples: una inflación persistente tras la pandemia, el descontento económico generalizado y la percepción de que la clase política vive desconectada de las preocupaciones ciudadanas.

Algunos análisis sugieren que estamos experimentando los efectos prolongados de la pandemia en el ánimo social y político.

Las cifras son contundentes: desde que comenzó la pandemia en 2020 los partidos o coaliciones gobernantes fueron derrotados en 40 de 54 elecciones en democracias occidentales. En 2024, de todos los gobiernos que se sometieron a elección, 32% experimentó un cambio completo de partido gobernante.

En Estados Unidos Donald Trump logró un retorno a la Casa Blanca tras derrotar a la vicepresidenta Kamala Harris, quien asumió la candidatura después de que el presidente Biden abandonara la contienda.

En Gran Bretaña el Partido Laborista regresó al poder después de 14 años, causando la peor derrota conservadora desde 1832. En Japón, el Partido Liberal Democrático, que había gobernado casi sin interrupción desde 1955, perdió su mayoría parlamentaria abriendo la puerta a reformas largamente bloqueadas por los conservadores.

En Sudáfrica el Congreso Nacional Africano de Mandela perdió su mayoría parlamentaria por primera vez desde el fin del apartheid. En Corea del Sur la oposición liberal derrotó al gobernante Partido del Poder Popular. Incluso en Botswana, un partido que había gobernado durante 58 años, desde la independencia, fue desplazado del poder.

Trump. Retorno a la Casa Blanca. Foto: Evan Vucci / AP

Esta tendencia alcanzó también a la India, donde el primer ministro Narendra Modi, que parecía imbatible al comenzar el año, vio cómo su partido BJP perdía la mayoría absoluta en el parlamento.

Al igual que en otras democracias, los votantes expresaron su frustración con la inflación persistente y el desempleo, aunque el partido logró mantenerse en el poder mediante alianzas.

Las elecciones en contextos autoritarios mostraron patrones previsibles, pero con algunas sorpresas. Venezuela celebró elecciones presidenciales en un contexto de crisis prolongada, con la oposición dividida entre el boicot y la participación. El resultado, predecible, extendió el control del chavismo sobre el país, pese a la evidencia contundente del fraude electoral orquestado por el régimen.

En Rusia Vladimir Putin aseguró su quinto mandato como presidente en un proceso que confirmó la consolidación de su poder personal, con la oposición efectivamente neutralizada. Sin embargo, en Irán la muerte del presidente Raisi en un accidente de helicóptero llevó a una elección extraordinaria donde, contra todo pronóstico, el candidato reformista Masoud Pezeshkian logró imponerse pese a las restricciones del Consejo de Guardianes.

En cuanto a la representación femenina en política, los avances fueron más modestos de lo esperado. Si bien México eligió a su primera presidenta con Claudia Sheinbaum, y algunas naciones como Mongolia y la República Dominicana mejoraron la proporción de mujeres en sus parlamentos, el promedio global de representación femenina en legislaturas apenas se movió, manteniéndose en 25.5 por ciento.

La derrota de Kamala Harris en Estados Unidos mostró que el “techo de cristal” en la política sigue siendo una realidad en muchas democracias maduras.

Sheinbaum, beneficiaria de la popularidad de López Obrador. Foto: Miguel Dimayuga

América Latina mostró resultados variados que la alejaron parcialmente de la tendencia global. Si bien en las 19 elecciones realizadas entre 2019 y 2023 en 17 los ganadores han sido las candidaturas opositoras, este año trajo una tendencia distinta. La mayoría de las elecciones presidenciales de 2024 mantuvo el poder en los gobiernos en funciones.

En México Claudia Sheinbaum ganó la Presidencia con un margen considerable y Morena obtuvo control de ambas Cámaras del Congreso y de la mayoría de los gobiernos estatales beneficiándose de la popularidad de López Obrador y de indicadores económicos relativamente positivos.

El Salvador reeligió a Bukele con un apoyo masivo pese a las preocupaciones sobre el deterioro democrático. La República Dominicana siguió el mismo patrón con la reelección del presidente Abinader.

Sin embargo, en Panamá los votantes eligieron a José Raúl Mulino, quien, aunque representaba cierta continuidad con el expresidente Martinelli, llegó al poder como candidato de emergencia tras la inhabilitación de este último, en una elección marcada por promesas de cambio económico y control migratorio.

En Uruguay la elección de Yamandú Orsi regresó a la izquierda al poder, después de un solo mandato de la centroderecha. Estos resultados sugieren que en la región las dinámicas electorales respondieron más a contextos y crisis específicamente locales que a la tendencia global de rechazo a los gobiernos establecidos.

Hace un año se anticipaba que 2024 sería decisivo para la democracia global, con la expectativa de que las elecciones reflejarían principalmente divisiones ideológicas entre izquierda y derecha. La realidad demostró ser más compleja y diversa: aunque hubo importantes alternancias en el poder en países como Estados Unidos, Gran Bretaña y Sudáfrica, en muchas otras naciones los votantes optaron por la continuidad, especialmente donde la situación económica era más favorable, como en México.

Putin. Quinto mandato en Rusia. Foto: Grigory Sysoyev / Sputnik / Kremlin vía AP

Los más de cuatro mil millones de votantes que acudieron a las urnas en 2024 no siguieron un patrón uniforme: sus decisiones respondieron principalmente a contextos nacionales específicos, desde crisis económicas hasta preocupaciones sobre migración y seguridad.

Lo que 2024 reveló es la creciente complejidad de los procesos democráticos alrededor del mundo. Mientras algunos países experimentaron alternancias históricas, otros mostraron resistencia a la tendencia global del voto castigo. Las urnas reflejaron realidades nacionales particulares más que patrones universales, recordándonos que la política, incluso en una era globalizada, sigue siendo fundamentalmente local.

Con información de Proceso

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