Tomás Brody: la defensa de la Universidad
Olga Pellicer
Hace unas semanas se llevó a cabo en el Instituto de Física de la UNAM un acto de homenaje a Tomás Brody Spitz por el centenario de su nacimiento. Tomás fue mi compañero por 27 años, el padre de mis hijos Julián y Carlos. Su muerte prematura, producto de la violencia que impera en esta ciudad, todavía nos rebela y nos indigna.
El acto de homenaje fue muy valioso desde el punto de vista académico. Se presentaron ponencias muy interesantes en torno a temas que Tomás trabajó; por ejemplo, la inteligencia artificial. Son sorprendentes los avances que han tenido lugar en los últimos 10 años, los cuales permiten entrever el papel central que esa rama del conocimiento tendrá en el mundo del futuro.
Por otra parte, la evocación de los trabajos de Tomás Brody invita, de manera implícita, a una reflexión sobre los problemas y los peligros que acechan a la universidad en los momentos actuales.
Recordar a Tomás Brody implica introducirse en el legado de una personalidad cuya tarea giró fundamentalmente en torno a la docencia y la investigación. Sus investigaciones y trabajos publicados fueron muy numerosos, incursionó en diversas áreas, entre las que destacan la física nuclear, la computación científica y la epistemología de la física.
En una apretada semblanza de su obra, el doctor Luis de la Peña se refirió a, entre otros, su papel como uno de los grandes promotores de la computación en México. No en vano la sala de cómputo del instituto lleva su nombre.
Dentro de esa línea, uno de los trabajos de mayor impacto para la ciencia en México fue la publicación, en 1964, de un trabajo conjunto con el prestigiado científico mexicano Marcos Moshinsky. (T .A. Brody y M. Moshinsky, Tables of Tranformation Brackets, Gordon and Breach, New York, 1964).
Dichas tablas, nos señala de la Peña, fueron lo más complejo y sofisticado realizado en México por aquellos años. Pusieron en evidencia “que ya podíamos hacer cómputo electrónico serio en nuestro país”. Las innumerables citas del mencionado trabajo en revistas científicas a través del mundo son evidencia de la enorme utilidad e interés que despertaron.
Otro campo en el que Brody dejó una huella muy profunda es el de la filosofía de la física. Su libro póstumo, The Philosophy Behind Physics (editado por L. de la Peña y P. Hodgson, Spring Verlag, Berlín, 1993), ha sido traducido a otros idiomas y es referencia obligada para quienes trabajan ese ámbito de la filosofía.
Ahora bien, Tomás fue un investigador muy preocupado por los problemas sociales de su momento y de su medio. No sólo se expresó frecuentemente al respecto, sino que produjo varios trabajos sobre política científica y educativa, insistiendo en ellos sobre los caminos que se podían seguir para superar los obstáculos encontrados. Siempre estuvo convencido de que el conocimiento es el factor sine qua non para detonar el progreso social.
Dados los antecedentes anteriores, al evocar su trabajo, surge la pregunta: ¿Qué hubiese pensado Tomás de la situación de la universidad en los momentos actuales? No vacilo en responder que le hubiese preocupado enormemente. Avanzo algunos motivos para ello.
En primer lugar, sorprende que en momentos de enorme relevancia de la ciencia y la tecnología para las actividades económicas, el apoyo a la investigación ocupe un lugar tan secundario en el pensamiento de los dirigentes nacionales actuales.
Resulta difícil imaginar un futuro en que el dominio de las técnicas digitales no sea generalizado, en el que la utilización de la inteligencia artificial no tenga lugar en la visión del futuro, o no se propicien formas alternativas para la producción de energías no contaminantes.
Sin embargo, las decisiones en materia de investigación lejos de fortalecerla, la han debilitado. Los presupuestos se han reducido; se han eliminado fideicomisos cuyos objetivos específicos eran apoyar la investigación; instituciones valiosas para la investigación en ciencias sociales, como el CIDE, han sido desmanteladas, un buen número de sus profesores han emigrado hacia instituciones del sector privado o hacia el exterior; la Secretaría de Educación Pública (SEP) no concede atención ni tiene los cuadros preparados para impulsar la educación superior.
Más alarmante aún es la narrativa proveniente de altos niveles del gobierno destinada a golpear la credibilidad de la UNAM. Se le acusa de haberse desviado del propósito de servir al país en su conjunto, para convertirse en centro de privilegios que favorece a grupos “aspiracionistas”, alejados de los problemas nacionales.
En contrapartida, se exalta el apoyo a las “Universidades” Benito Juárez a cuyos estudiantes se otorgan becas, pero cuyos cuerpos docentes, procesos de ingreso, evaluación de resultados y carreras que se imparten son desconocidos.
De ninguna manera minimizo la importancia de la formación de cuadros técnicos que puedan tener opciones para integrarse en corto tiempo al mercado de trabajo. Hace años que el país requiere un proyecto de largo aliento para responder a esa necesidad.
Sin embargo, hablar de universidad requiere profesionalismo y rigor. Es una institución que debe tener capacidades formativas en educación de alto nivel, licenciaturas, maestrías y doctorados en diversas disciplinas. Asimismo, tener centros de excelencia que dejen huella en el avance del conocimiento a nivel mundial, tal y como pudo hacerlo Tomás Brody desde el Instituto de Física de la UNAM.
Las actividades científicas no se pueden improvisar. Son resultados de proyectos de largo plazo, requieren de continuidad y revisión constante de sus resultados. Es pues nocivo para el país que, como lo viene haciendo el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), se detengan las becas a estudiantes de doctorado que se encuentran en México o en el extranjero. Interrumpir su formación causa daños irreparables.
El homenaje que se rindió a Tomás Brody Spitz por el centenario de su nacimiento es también un homenaje a los institutos, centros de investigación y facultades que conforman a la UNAM. Ese reconocimiento es urgente en momentos en que se acerca la elección de rector el próximo año. En los momentos de tensión política que se estarán viviendo, existe el peligro que intereses políticos de corto plazo dejen en segundo término el papel de la universidad como la principal generadora de conocimiento en México.