Libertad bajo amenaza

Mario Campos

El asesinato de dos cercanos colaboradores de la Jefa de Gobierno se ha colocado en el centro de atención. Medios impresos y electrónicos se han llenado de teorías y especulaciones –algunas que apuntan hasta a Estados Unidos– y es comprensible todo el ruido por lo extraordinario del hecho. El riesgo es que el tema, sin regatearle su importancia, termine por desplazar otro fenómeno que está ocurriendo y que es también muy grave: el creciente clima contra la libertad de expresión.

Tan solo esta semana se han registrado cuatro acciones importantes en ese sentido. La primera, y más comentada, es la medida judicial contra El Universal y Héctor de Mauleón, que provocó ya una reacción importante de más de 160 periodistas, intelectuales y políticos preocupados por lo que significa la presión para retirar un tema ya publicado y para evitar profundizar en la cobertura.

El segundo pasa por el vergonzoso episodio de esta semana en la que un ciudadano de a pie tuvo que pedir perdón en público por haber increpado, y según el senador, atacado físicamente, a Gerardo Fernández Noroña. Sin que nadie pueda defender una agresión física, es claro que todo el evento estuvo concebido como un acto de intimidación. El uso del área jurídica del senado, la participación de la Fiscalía General de la República, la denuncia penal, y por supuesto la exhibición en público –en instalaciones del senado y con el uso de sus redes sociales– es un evidente acto para inhibir futuros cuestionamientos.

A eso, debemos sumar las amenazas directas contra activistas como Cecilia Flores, o las más recientes contra Adela Navarro, codirectora del prestigiado Semanario Zeta, que ha sido en tiempos recientes muy claro en apuntar a problemas de la gestión del gobierno de Baja California. Este caso, por cierto, ya en la cancha de Artículo 19 que ha pedido todas las medidas necesarias para garantizar la integridad de Adela Navarro.

Ya sea por actores gubernamentales o por el crimen organizado, hay un ambiente que presiona para que el periodismo deje de hacer su tarea y las voces públicas críticas sean censuradas o se autocensuren por el temor de recibir represalias legales o ilegales.

El sexenio ya está por cumplir sus primeros ocho meses, el ambiente se está enrareciendo por temas de violencia y otros conflictos crecientes como el del magisterio, y la tentación del poder para tratar de reducir la crítica será cada vez mayor. Es justo en este escenario cuando más necesaria será dar la pelea por la defensa de la libertad de expresión.

Con información de La Silla Rota

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