El elefante en el cuarto
Juan Francisco Torres Landa R.
Normalmente deben pasar algunos años para que se pueda hacer un balance completo y exhaustivo del desempeño de un gobierno sexenal. Se deben acumular los datos, cifras y evaluaciones. Y aunque seguramente ocurrirá dicho estudio al fenecer este sexenio en ya poco más de un año, lo cierto es que con ya casi cinco años del gobierno turno es relativamente sencillo establecer que en cuanto a resultados toca y en pocas palabras, dejarán un verdadero batidillo y legado de destrucción severo.
No hay área que no se escape a la conclusión de que bien sea por impericia, incompetencia, o ineptitud, han generado un verdadero caos en temas tan sensibles como salud, educación, justicia, seguridad, trabajo, energía, medio ambiente, etc. Una situación muy delicada por donde se le vea, en particular porque realmente tuvieron (y en cierta manera aún tienen) la enorme oportunidad de hacer las cosas bien. Pero no fue así, y no parece haber labor o deseo de enmienda. Corregir ni por equivocación. Eso es de blandengues. Primero muertos que cambiar el rumbo. Así de viscerales.
Sin duda hay temas muy preocupantes que merecen un análisis exhaustivo y meticuloso por sus enormes consecuencias y complicaciones futuras. Ahí tenemos cuestiones como el militarismo, la polarización, el ataque institucional, la debilidad del Estado de Derecho y la dilución de la división de poderes, entre otros. Pero en esta pieza me quiero dedicar a otro tema que es igualmente grave, si no es que, incluso, más peligroso. Y me refiero a la creciente presencia y embate de la delincuencia organizada y el papel que tiene hoy en día en prácticamente todas las regiones del país.
Como la humedad que no se detiene ante nada, así tenemos a las organizaciones delictivas que ante la clara complicidad del aparato gubernamental de Morena se despliega sin contención o límite alguno. Y es que el pacto entre los guindas y los delincuentes tiene múltiples aristas. Empezó por el financiamiento de un partido que, de no existir, en un plazo de cuatro a cinco años llegó a dominar la escena política con presidencia y grandes pedazos del Legislativo federal, diputaciones locales y gobiernos estatales. Eso no es posible sin una inyección económica y operación de tierra con el aval de los amantes del mal. Ese arreglo no es figurado sino real y palpable.
Lo que inició como un pacto económico se convirtió en los hechos en una sociedad perfectamente visible en que el presidente saluda a las madres de narcos, libera a hijos de los mismos, y señala que se portan bien en las elecciones. Y cómo no se van a portar bien, si en 2021 y 2022 lograron modificar las referencias de votación para inclinarlas en favor del partido oficial, recurriendo en los hechos a intimidación, secuestros, homicidios e inserción de candidatos propios. El efecto y resultado es dramático porque hoy significa que se entregó al país a los malandrines por unos cuantos pesos. Pignoraron al país por unos cuantos votos. Su voracidad comicial pasó por encima de los valores más importantes para una democracia funcional, y por ello es que ahora ya no se nos considera como tal por publicaciones tan importantes como The Economist, para la cual somos ya un régimen híbrido y en camino hacia una autocracia.
El problema que vemos ahora es que ya no es una cuestión solamente económica, sino que en vastas zonas territoriales el Estado mexicano ha sido reemplazado en los hechos por dichas bandas de delincuentes. Así vemos que el despliegue de cuerpos que se dedican a extorsionar a negocios, a vender seguridad privada, a cobrar cuotas por entregas de mercancías, a quedarse con minas u otras zonas industriales, y desafiar el control de las funciones estatales más elementales, hoy lo hacen en absoluto descaro y con la población sin defensa alguna. Las autoridades han abandonado sus tareas esenciales y cedido las mismas a las bandas.
El efecto es dramático cuando se toma en cuenta que ya ni siquiera las fuerzas armadas están haciendo algo por detener la marcha de las bandas de malhechores. De hecho, bajo la estrategia fallida de seguridad, parece y de hecho los abrazan y no los atacan. Toda una desgracia para la tradición castrense en materia de seguridad nacional y haciendo un ridículo en tareas de seguridad pública. El mundo al revés y mientras tanto Morena apostando con creces a que sean los delincuentes quienes les apoyen para tratar de ganar las elecciones en 2024 a sabiendas de que por el proceso democrático ya no la tienen segura, ni siquiera con su engaño populista o retórica falaz. En Morena están dispuestos a ceder todo el control a los malandrines si de esa manera aumentan triunfos en las urnas. Ya no tienen empacho alguno en ceder al país y desterrar la normalidad democrática.
La deuda que el país va a recibir por esta complicidad criminal es bestial. Pero como elementos favorables para quienes pensamos que el país sí tiene futuro, están los ejemplos en Yucatán, Coahuila y Querétaro, en que con voluntad política, inteligencia operativa, cuerpos civiles fortalecidos, tecnología de punta, e intolerancia a complicidades, se ha erradicado la presencia o incentivos para que opere la delincuencia organizada. El país puede y merece una estrategia nacional de seguridad pública eficiente, una que definitivamente no puede estar cimentada en el uso de fuerzas armadas pues su vocación es otra. Con fuerzas civiles capacitadas, coordinadas y bien sustentadas los ejemplos estatales exitosos se pueden replicar. Y evidentemente romper el pacto con la delincuencia organizada debe ser una condición absoluta para no seguir en esta locura de entregarles nuestro país como si fuera materia de una simple ecuación electoral. Paremos esa locura que deviene de la mente torcida de Morena y sus principales líderes, incluido evidentemente de su figura máxima que es el Presidente de la República. Que asuman sus responsabilidades y que el electorado sepa de lo que han sido y seguirán siendo capaces.
La alarma roja se debe hacer sonar porque aquí no cabe la exageración. Estamos viendo cómo se quiere ceder al país a quienes solamente se guían por negocios turbios y que no vacilan en vulnerar a la población. Esa apuesta perdedora de Morena debería ser causa suficiente para sacarlos del poder lo más rápido posible. El 2 de junio de 2024 cambiaremos la ruta del país, y nos enfocaremos a detener la marcha delincuencial, incluyendo las bandas narcas y las guindas también. No hay tiempo que perder. En una ciudadanía activa, participativa e intolerante a los abusos reside el verdadero futuro promisorio para las generaciones actuales y futuras de mexicanos que no quieren ni merecen vivir bajo el yugo delincuencial. Sí se puede y en las urnas lo demostraremos con contundencia, con una propuesta sólida de un gobierno de coalición y un frente electoral potente y definido con la participación pública respectiva. Ánimo, que el país nos requiere Unid@s. Sí se puede.