Quirino Ordaz traba el estilo personal de gobernar de Rubén Rocha
Álvaro Aragón Ayala
Incluso sabiendo que “lo que Natura no da Salamanca no presta”, los más doctos analistas del rancho, opinólogos y politólogos de todos colores, intentan por todos los medios cerebrales a su alcance descifrar el estilo personal de gobernar de Rubén Rocha Moya, quien a diario manda lecturas disímbolas que sacan de balance analítico-mental.
En efecto. Los diagnósticos elaborados por la pequeña masa que blasona intelectualidad y que se cree dueña de la verdad cuando de opinar se trata, concluyen en que no le encuentran la cuadratura al círculo para hacer el retrato escrito del gobierno de Rocha. La Naturaleza no los dotó de la suficiente capacidad de análisis.
Que Rocha es de izquierda, dicen unos en la mañana. Otros, en la tarde, indican que es de la izquierda moderada. En la madrugada de un nuevo día le encuentran similitudes con el ejercicio de gobierno de Andrés Manuel López Obrador. En la comida y el café, el diálogo se centra en que el gobierno es parecido a las administraciones del PRI. Más tarde dicen que es un gobierno demócrata y que no tiene nada de conservador ni de neoliberal.
Otros indican, casi al borde del derrame cerebral por el esfuerzo de concentración, que los hechos van diseñando el estilo personal de gobierno de Rocha, pero que hay personajes de mala catadura en el gabinete que ensombrecen sus acciones. Nadie, hasta ahora, ha logrado con exactitud descifrar el género del gobierno rochista.
Lo que sí es verdad es que la gestión de Rubén Rocha no se parece en nada a la de Renato Vega Alvarado, ensombrecido por la desaparición de tres jóvenes de Las Quintas – Abraham Hernández Picos, Jorge Cabada Hernández y Juan Emerio Hernández Argüelles–, atribuidos a quien fuera su amigo personal, Rolando Andrade Mendoza. Renato Vega no gobernó: se dedicó a jugar golf. Francisco Frías Castro tomó las riendas del estado.
Tampoco es igual al gobierno de Francisco Labastida Ochoa. Durante el régimen de FLO ocurrió la detención en Guadalajara del capo Miguel Félix Gallardo que repercutió en Sinaloa, en donde se capturó a Arturo Moreno Espinoza, quien fue jefe de la Policía Judicial del Estado, a Enrique Corza Marín, subdelegado de la Campaña contra el Narcotráfico, y al ex jefe de la Policía Municipal de Culiacán. Fernando García Félix, el coordinador del Plan Estatal de Seguridad Pública de Sinaloa, huyó del estado.
Tampoco es igual al de Juan S. Millán, excelente operador político al que estigmatizaron sus jefes policiacos del estado, a quienes la vox populi y las autoridades federales involucraron con el hampa. Astutamente, quien fuera su director de la Judicial, Jesús Antonio Aguilar Iñiguez, trascendió a otro sexenio, el de Mario López Valdez.
Aunque tiene cerca al ex gobernador Jesús Aguilar Padilla -incorporó incluso a uno de sus operadores, Francisco Javier Luna Beltrán, en el gabinete estatal-, el gobierno del presente no tiene ninguna analogía con el aguilarismo, pese a que Rocha Moya, además, alimenta y da de beber al círculo del primer nivel del exmandatario.
El gobierno de Rubén Rocha no tiene ninguna semejanza con la administración de Mario López Valdez, Malova, ni mucho menos con la de Quirino Ordaz Coppel, quien se distinguió por su frivolidad personal y la corrupción de su gobierno. Ni en sus peores sueños Rocha se quiere parecer a Quirino que dejó desfondado económicamente el estado.
Analistas de alto calibre, esos que sí le entienden al diagnóstico político, recomiendan sopesar los nombramientos de funcionarios estatales para poder desentrañar el estilo personal de gobernar de Rocha Moya. La idiosincrasia y la cuna de origen de cada uno de los integrantes del gabinete, de primero, segundo y tercer nivel, arroja pistas para la elaboración de la radiografía rochista
En el accionar del secretario general de Gobierno, Enrique Inzunza Cázarez, también se localizan rasgos del modo de gobierno de Rubén Rocha Moya; el “trato diplomático” dado al exalcalde Jesús Estrada Ferreiro, las señales que envía a Guillermo -El Químico- Benítez y las declaraciones y señales que envía en la conferencia La Semanera, revelan parte del estilo de conducir el estado que para los doctos analistas del rancho es imposible de descifrar.
No cabe duda que el talante de Rocha Moya conduce a una conjetura: se prepara para el 2024 para gobernar los últimos tres años de su gobierno con entera libertad, sin ataduras, con un presidente que sea o no de la 4T que deje fuera de la jugada y sin protección a Quirino Ordaz Coppel, quien más daño le ha hecho a la administración rochista porque su “acuerdo” con el Presidente Obrador canceló el proyecto de combate a la corrupción estatal con el que se legitimaría el gobierno estatal.
El ex gobernador trocado en Embajador de México en España obstaculiza el real aterrizamiento del proyecto de la Cuarta Transformación en Sinaloa y atora los planes de ir tras aquellos que saquearon a manos llenas del 2017 al 2021 el gobierno de Sinaloa, entre ellos el propio Quirino Ordaz, considerado el “pez gordo” en el mar de corrupción que envolvió a Sinaloa.