“Al INE se le dio un poder supremo y los Oples se hicieron organismos de cuates”: Pablo Gómez
Arturo Rodríguez García
Pablo Gómez Álvarez no quiere abordar una eventual serie de reformas a leyes secundarias para conseguir cambiar el sistema electoral, porque ese es un plan perfilado por el presidente Andrés Manuel López Obrador. Como autor de la iniciativa, eso sí, asegura que analizaron la posibilidad de la negativa opositora.
Veterano de las izquierdas partidistas, hoy titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Pablo Gómez es uno de los autores, junto con el electoralista mexiquense y exdirector de Aduanas Horacio Duarte, de la iniciativa de Reforma Electoral que ha crispado desde hace un mes la discusión pública al grado de generar, el domingo 13, la movilización más grande de protesta contra el gobierno lopezobradorista en lo que va del sexenio.
En entrevista con Proceso, Gómez Álvarez defiende la propuesta asegurando que “es el momento” de cambiar el sistema electoral, pues ningún otro presidente firmaría la iniciativa como lo hizo López Obrador, debido a que su contenido “no favorece al partido mayoritario”, a contrapelo de lo que reclama la oposición.
“Los opositores lo saben, ya analizaron la propuesta, pero no dicen cuál es el análisis que hicieron; su objetivo es bloquear todo lo que proponga el presidente, dejando de lado el análisis que ellos mismos hicieron”, asegura.
En ese sentido, el entrevistado apunta a la integración del Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE) mediante un mecanismo que le permite al partido mayoritario meter el mayor número de consejeros y con una tradición en la que el presidente de la República “tiene mano para nombrar al consejero presidente”.
Lo mismo dice sobre el sistema de listas de candidatos para integrar la Cámara de Diputados:
“Si revisamos las dos últimas elecciones federales, Morena adquiere mayor representación. El sistema actual favorece al partido mayoritario al sumar los resultados uninominales con la representación proporcional. Eso no existiría con el sistema que se ha propuesto.”
El problema, advierte, es que para las burocracias partidistas, las cúpulas de los partidos, hay una acotación de poder si se aprueba la reforma lopezobradorista. Primero, en relación con el financiamiento de los partidos, que debe limitarse a campañas y que, sin embargo, el Estado termina sosteniendo a dichas burocracias, que disponen así de dos fuentes de poder: las prerrogativas y el control de las listas de representación proporcional.
Con la iniciativa de reforma los ciudadanos votarían por un candidato, pero también por el partido de su preferencia. Así, sostiene, “le quitas el poder a las burocracias centralizadas y se lo das a la base de simpatizantes de cada partido, consiguiendo densidad política local y con oportunidad de que los partidos locales participen”.
Instalado en la afirmación de que se trata de un nuevo sistema de partidos, que reduce el poder de las cúpulas y se perfila más democrático, Pablo Gómez insiste en que la reforma no centraliza y no favorece a Morena:
“Para Morena el costo es disminuir las prerrogativas y las ventajas que tiene como partido mayoritario. Se pondría al nivel de los demás en todos los aspectos.”