La amenaza a la UNAM
Miguel González Compeán
Las amenazas que el presidente de la república ha lanzado contra la UNAM a lo largo del sexenio han sido preocupantes. Primero como institución que se ha derechizado, después como nido de aspiracionistas, sabe lo todo, culpables de que no haya suficientes doctores porque se hace examen para ingresar a la facultad, elite dorada llena de privilegios y así el recuento puede seguir, hasta llegar a acusar al rector de Poncio Pilatos por haberse lavado las manos en el lamentable asunto de la ministra Yasmín Esquivel.
Además de mal informado, al ejecutivo federal la UNAM, en realidad, le parece un estorbo que desearía controlar y someter a su propia visión ideológica. Le parece una piedra en el zapato, por varias razones. La primera es que el México que él tanto desprecia por estar fuera de su estrategia política, como ya lo ha expresado, es que la UNAM educa con niveles de reconocimiento internacional (el día de hoy está entre las primeras 50 universidades del mundo) a cerca de un millón de alumnos por año, engrosando las filas de la clase media. En efecto, entre los alrededor de 300 mil alumnos presenciales en sus aulas, los cerca de 250 mil en educación a distancia y los 450 de educación continua, cada año la UNAM le da herramientas, a un número enorme de egresados de sus aulas, para cambiar su situación socioeconómica derivado de su esfuerzo personal y no de dadivas provenientes de gobierno alguno y su visión clientelar.
En segundo lugar, en la UNAM, se ejerce el pensamiento crítico y divergente con una sola visión ideológica. Baste ver los miles de publicaciones que hacen cada año sus académicos e investigadores y ya lo largo de cerca de 100 años, para constatar que a la universidad le sobra vocación critica de antes y ahora. Un pensamiento así estorba a la 4t de manera significativa.
Y, últimamente, ante el asunto de la ministra Esquivel no le hizo el juego a los designios presidenciales. Un distinguido maestro de filología, (Dr. Guillermo Sheridan) encuentra que la tesis de la ministra es un plagio de una tesis presentada con anterioridad. La UNAM se apresta a llamar a sus comités de ética académica para emitir una opinión, en los tiempos y conforme a la legislación universitaria. El resultado es que la tesis si fue plagio y que la UNAM, no puede revocar el titulo para ejercer su profesión. Puede decir, como ya lo hizo, que el título se obtuvo de manera fraudulenta ante la dirección general de profesiones, pero es esa “dirección” la facultada para revocar su condición de autorizada para ejercer como abogada. La decisión institucional, pone ante las cuerdas al propio gobierno de donde salió la ministra.
Para el presidente hubiera sido fácil que la UNAM corriera con la responsabilidad, primero, de que la ministra no fuera presidente de la corte y, después, hacer culpable a la UNAM de que la ministra tuviera que salir del cargo por no ser abogada. Al seguir la vía institucional, es el propio gobierno quien tendría que decidir cuál será el destino de la ministra afín a la 4t.
Contrario a lo que algunos han dicho, me parece que a la luz de los eventos, el rector y su equipo no han sido Poncio Pilatos, al contrario, han dejado la autonomía a buen recaudo y han evitado un enfrentamiento con el gobierno que tantos dolores de cabeza le ha generado a lo largo del sexenio.
Además, no hay que olvidar como juega este gobierno con las autonomías. El recurso más socorrido es ahogarlas quitándoles recursos. Ahí está el INE, la COFECE y los demás, en franca agonía por los designios presidenciales. Si los responsables de haber promovido a la ministra Esquivel despachan en Palacio Nacional, deben también asumir su responsabilidad en el futuro de su carrera. Nada más, pero nada menos también.