La intolerancia de Feliciano Castro

Álvaro Aragón Ayala 

La cuasi militarización de Culiacán y el reforzamiento verde olivo del esquema de seguridad pública en Los Mochis y Mazatlán y otras ciudades de Sinaloa derivó en la condecoración del diputado local de Morena, Feliciano Castro Meléndrez, como apoderado de la intolerancia política y defensor a ultranza del uso de las fuerzas armadas en las tareas seguridad.  

En función de gobierno de uno de los tres poderes del Estado, el Legislativo, Feliciano Castro, presidente de la Junta de Coordinación Política, accedió, en silencio, dócilmente, a la cuasi militarización de la capital del estado y procesó como la realidad que se vive, el jueves negro 2.0 de Jesús María con todo y sus secuelas y respondió cerrilmente a una crítica del Consejo Estatal de Seguridad. 

A raíz del jueves negro 2.0, Miguel Calderón Quevedo, directivo del CESP, reveló las debilidades de los cuerpos de la policía estatal y municipal y en una especie de demanda/manifiesto incluyó al Congreso Local como un ente pasivo ante el fenómeno in crescendo de la delincuencia en Sinaloa. 

Exigió “a las diputadas y diputados que despierten y actúen. Su participación tras el jueves 5 de enero ha sido pasiva. Como representantes de los sinaloenses, les exigimos liderazgo. Su posición es la indicada para lanzar una Gran Convocatoria Pública para corregir la situación de inseguridad de Sinaloa, dejando de lado las agendas partidistas”.   

La reacción del presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso Local fue gosera: “Yo le pido a Miguel Ángel Calderón Quevedo que tome un curso de alfabetización de política de Estado; pareciera que no conoce la realidad que vive Sinaloa con los problemas que hoy se presentan”. 

El legislador de Morena precisó que Calderón Quevedo debe de aprender a leer con propiedad la realidad social de Sinaloa y no negar su historia, pues es algo que no es nuevo para los sinaloenses los hechos violentos que se presentan por la delincuencia organizada. 

Feliciano Castro definió, pues, el otro rostro de la izquierda mocha de Sinaloa. Superficialmente podría pensarse que los revolucionarios del pasado hoy empotrados en la Cuarta Transformación son reacios al uso de las fuerzas armadas en las labores de seguridad pública o de la militarización de ciudades o franjas del país. 

Sin embargo, la no posibilidad de que Feliciano Castro trabaje en el ordenamiento de una Gran Convocatoria Pública para corregir la situación de inseguridad de Sinaloa, dejando de lado las agendas partidistas, ofrece otra arista, cuyos orígenes se localizan en la identificación de la izquierda con la militarización. 

Imposible olvidar que izquierda morenista –incluida la romántica o la parafilosófica- proviene de dos fuentes: el PRI y el PRD: nacionalismo y socialismo, y que ambas fuentes son antidemocráticas, autoritarias y verticales. La izquierda mexicana tolera y venera a los hombres de verde olivo, como al Comandante Fidel Castro o al Comandante Hugo Chávez.  

El jueves negro 2.0, refrendó la lucha por la paz, la hermandad y la igualdad a favor de las familias del Triángulo de la Bondad de Feliciano Castro, sí, pero bajo el fuego de la artillería áreas y terrestre, el tracatraca de balas de grueso calibre, y el correr de la sangre de militares, delincuentes y víctimas inocentes que creyeron en la eternidad de la política de abrazos y no balazos.

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