La tesis plagiada y la caja de Pandora
Carlos Matute González
Todo empezó con una candidatura. La ministra Yasmín Esquivel Mossa externó sus deseos de presidir la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el Consejo de la Judicatura Federal y presentó su plan de trabajo y días después Guillermo Sheridan denunció en LatinUs que la ministra había cometido un acto de corrupción llamándola pasante en derecho a la ministra y acusándola de plagio en su tesis de licenciatura. Esto sucedió en periodo de receso de ese tribunal y a menos de dos semanas de la votación.
Esta revelación periodística desató un gran alboroto con miras a convertirse en escándalo por la importancia del cargo de esa presidencia y porque, según los constantes guiños del Palacio Nacional, la ministra Esquivel era el Plan A del Poder Ejecutivo en ese proceso de elección. La reacción de la afectada fue inmediata negando el plagio al tiempo que le atribuía a supuestas fuerzas antiprogresistas el golpe mediático.
La secuencia de hechos fue vertiginosa y los apremios para que la FES Aragón de la UNAM, donde obtuvo el título la ministra, se pronunciara sobre la veracidad de la denuncia fueron multiplicándose en la prensa y en el foro. La posición de la ministra no varió y negó el acto de corrupción, apoyada por el presidente en la forma muy peculiar que tiene de defender a sus leales a pesar de las evidencias que pudieran existir. Primero, reconoció que su juicio no era objetivo en ese caso y, segundo, afirmó que el plagio de la ministra era una falta menor si se comparaba con el daño que Krause y Sheridan habían hecho a México. En pocas palabras, reconoció que la ministra era culpable, pero los otros eran más. Con este extraño espaldarazo abrió la caja de Pandora.
“Prefiero equivocarme con la ministra, que darle la razón a Sheridan” contestó el presidente López Obrador al periodista que, en la mañanera del 22 de diciembre, le solicitó su opinión sobre lo denunciado. Con esta frase puso en un segundo plano a la verdad y la búsqueda de la misma, y antepuso sus afectos a sus incondicionales. La primera desgracia que se liberó al destapar la caja es la mentira en política y su solapamiento que afecta la credibilidad de las instituciones.
Acto seguido, se inició el debate en medios con el posicionamiento de los comentaristas, según sus visiones e intereses, con el propósito de socavar o apuntalar la candidatura de la ministra Esquivel que mantuvo, con argumentos debatibles, su inocencia e intentó presentarse como víctima de un complot, una infamia y un plagio. Los hechos eran incuestionables, había 5 trabajos de titulación con grandes similitudes, pero no había certeza de quien era el plagiario, aunque los tiempos no favorecían a la ministra. La segunda desgracia que se escapó fue la codicia intensa por un cargo público y el uso de las instituciones democráticas para proyectos políticos de corte autoritario.
Luego presenciamos la venalidad de las autoridades de procuración de justicia que rápidamente se prestaron a la apertura de una carpeta de investigación para favorecer la versión de la ministra y el burocratismo de las instancias académicas que fueron dosificando sus actuaciones hasta llegar a la justificación de su falta de facultades para pronunciarse sobre la nulidad del título de la ministra. La tercera calamidad liberada fue la confirmación de que los aparatos administrativos se usaron a conveniencia de quien los dirige y la autonomía de la fiscalía y la universidad es una farsa cuando sus defensores claudican para consolidar una alianza política o evitar la confrontación con el poderoso.
El cuarto mal liberado fue el formalismo jurídico vaciado del valor justicia, cuando el abogado general de la UNAM utiliza un argumento legaloide para eludir la responsabilidad institucional y evitar presentar el caso al tribunal universitario para que resuelva sobre la acusación mediática con respeto al debido proceso y a los derechos humanos de las personas involucradas y cuando las autoridades educativas y universitarias se avientan la papa caliente y la única responsable resulta ser la maestra y directora de las tesis supuestamente plagiada y plagiadora contra quien se aplica sin demora toda la fuerza.
El desprestigio social de la impartición de justicia cuando en su más alta instancia interviene una ministra cuestionada y a los profesionales que acarrea que los títulos expedidos por la UNAM no sean revisables por quien los otorga y que un fraude pueda quedar impune por la insuficiencia del derecho interno que esa casa de estudios se otorga en ejercicio de su autonomía. La falta de compromiso con Justicia y la autonomía universitaria es el quinto mal desatado con la apertura de la caja de Pandora.
Esta historia todavía no acaba. No hemos visto todas las consecuencias de las calamidades, males y desgracias que hoy pululan por la vida política y universitaria. Abrieron la caja de Pandora y ahora hay que sufrir sus consecuencias.
Investigador Nivel I del Sistema Nacional de Investigadores