CropLife, Monsanto, Syngenta y Corteva, detrás de controversia contra México

CIUDAD DE MÉXICO, 19MAYO2018.- Un grupo de personas se reunieron en la glorieta del Ángel de la Independencia para manifestar su rechazo a la siembra de los maíces genéticamente alterados y exigir al gobierno federal la cancelación de los permisos a las empresas que los distribuyen, principalmente a Monsanto. FOTO: DIEGO SIMÓN SÁNCHEZ / CUARTOSCURO.COM

Las corporaciones trasnacionales CropLife, Bayer Monsanto, BASF, Syngenta y Corteva estarían detrás de la posible controversia que impulsará el gobierno de Estados Unidos –en el marco del T-MEC– contra México para frenar el decreto que prohíbe el maíz transgénico y el uso del herbicida altamente tóxico llamado glifosato.

Al respecto, la Campaña Nacional Sin Maíz No Hay País manifestó su preocupación porque algunos gobiernos son controlados por los intereses de las productoras de transgénicos, “cuando se supone que deben representar a la población y trabajar por el interés y bienestar público”.

En un comunicado, la Campaña señaló que los amagos de Estados Unidos muestran que “los tratados de libre comercio ponen en riesgo la soberanía de los países cuando alguna de las partes está en situación de desventaja, sobre todo en el caso de las naciones más desfavorecidas económicamente, como es el caso de México”.

En ese contexto, llamó a organizaciones campesinas y al pueblo mexicano a defender la diversidad de maíces nativos mexicanos, para asegurar la alimentación de las generaciones presentes y futuras. Expuso que los intereses de las trasnacionales agroalimentarias no pueden estar por encima de los derechos humanos a la salud, a la alimentación y a un medio ambiente sano. Y recordó que en el caso mexicano, el maíz es tradición, cultura, alimento y cosmogonía para la población.

En un comunicado, la Campaña Nacional Sin Maíz No Hay País señaló que la soberanía y autosuficiencia alimentarias de México deben corresponderse con un modelo agroalimentario sustentable que, además de respetar a la naturaleza, produzca alimentos sanos y brinde una vida digna a las comunidades campesinas. También consideró que fundamental que la tortilla –alimento principal de la población mexicana– sea sana, de buena calidad, hecha con maíces nativos o de maíz blanco no transgénico, y a un precio justo.

“Llama la atención, por decir lo menos, que Estados Unidos plantee la controversia con México en relación con su decisión de no permitir el uso de maíz transgénico, a partir del Capítulo 9 del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), y que pretenda que México demuestre que el maíz genéticamente modificado (GM) es dañino para la salud, cuando existen claras evidencias de los daños que causa y se sabe bien que en Estados Unidos mismo hay un fuerte rechazo a consumir productos que contengan estos maíces, y en general, cualquier transgénico. Se impone el principio precautorio”, advirtió.

Para la Campaña Sin Maíz No Hay País, “las indemnizaciones millonarias que ha pagado Monsanto (ahora Bayer-Monsanto), como resultado de las demandas interpuestas por personas afectadas con cáncer asociado a la exposición al glifosato, son una aceptación de facto de la toxicidad de esta sustancia”.

Por ello, pidió al panel de negociación mexicano que insista en la necesaria protección de la biodiversidad de los maíces mexicanos, pues desde hace 20 años se comprobó científicamente el riesgo que implica la liberación de maíz transgénico en el centro de origen y diversificación constante del maíz.

La Campaña señaló que es urgente y necesario proteger la biodiversidad en general y, en particular, la de los maíces mexicanos a partir del principio precautorio, respetando los convenios internacionales, las leyes mexicanas y el capítulo 24 del T-MEC. Y recordó que “el gobierno de Estados Unidos insiste en que se demuestren los daños a la salud que causan los maíces GM, tratando de llevar al gobierno de México a un callejón sin salida, pues a pesar de las cada vez mayores evidencias científicas, el gobierno estadunidense y las trasnacionales han negado por años, de manera sistemática, las repercusiones en la salud que tienen estos maíces, privilegiando ante todo sus intereses mercantiles”.

La Campaña expuso que existe la certeza de que no menos de 70 por ciento de los maíces transgénicos son resistentes a herbicidas como el glifosato, el glufosinato, el 2,4-D y el dicamba; y todos estos provocan serios daños a la salud. “El uso de glifosato ha aumentado exponencialmente, comenzó en 1974 y para 2020 se estima que se aplican de 600 a 750 mil toneladas en el mundo; como no es selectivo, ha funcionado para el control de herbáceas de hoja ancha y pastos; a partir de la introducción de cultivos de transgénicos como herbicida y por su uso extendido como secante de ciertas semillas y en jardinería Algunos de estos riesgos son toxicidad en hígado, riñones, y a nivel neurológico (mal de Parkinson, por ejemplo). Estudios recientes realizados en México evidencian la asociación de insuficiencia renal con el consumo de glifosato a través del agua o de los alimentos”.

Asimismo, pidió a quienes negocian del lado mexicano, utilizar los mecanismos legales a su alcance para tomar una decisión libre y soberana y establecer los lineamientos a seguir respecto de temas estratégicos como la alimentación, el medio ambiente y la biodiversidad. Y observó “que lo que pretenden los negociadores de Estados Unidos es evadir un tema fundamental para la defensa de los maíces nativos mexicanos frente a la contaminación transgénica: que nuestro país es centro de origen, domesticación y diversificación constante del maíz”.

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