Crimen trasnacional y reconfiguración de los servicios de inteligencia
Jorge Retana Yarto
Lo sucedido con los servicios de la inteligencia de Estado antes, durante y cómo se perfilan después de la pandemia global, así como la actuación de las principales organizaciones del crimen trasnacional durante la emergencia sanitaria, son temas que casi nadie quiere abordar de forma crítica y propositiva. Tampoco se analizan algunos aspectos centrales de la experiencia internacional, por ejemplo, la acción eficaz y contributiva de los servicios de inteligencia del Mossad de Israel, en contraste con muchos otros, y cómo en plena pandemia global se incuba una tendencia de revisión de dicha actuación y se estructuran procesos de reconfiguración de la inteligencia de Estado. En México las reacciones han sido muy débiles y la presencia de una reconfiguración general es también muy inconsistente, lo cual nos pone fuera de la tendencia internacional. Pero esto puede revertirse.
El brote y rápida expansión de la pandemia como fenómeno de salud global puso a prueba los sistemas de información de Estado, los cuales tienen un carácter estratégico, colapsando ante su débil funcionamiento, la originalidad y desconocimiento del agente patógeno, su capacidad expansiva y letal; así como la propia reacción tardía de la Organización Mundial de la Salud para coordinar la respuesta internacional. Los propios sistemas de salud hubieron de acelerar el paso, no siempre con la organización óptima para adaptar, extender y adquirir los equipos médicos necesarios, los recursos humanos, etcétera, y hacerle frente a esta moderna hecatombe sanitaria. No podemos descartar diversos tipos de pifias y errores ante una situación inédita en ninguna parte del mundo.
Los servicios de información son fundamentales para la detección temprana y la reacción atinada y oportuna, para que la circulación horizontal y vertical de los flujos informativos, posibiliten el mejor manejo de una problemática de afectación masiva. El fenómeno ha sido global pero las respuestas institucionales se articularon nacionalmente. Lo contrario, augura que el impacto social, institucional y de gobernanza se produzca en una escala mayor y ponga en riesgo la estabilidad socio-política del régimen y del Estado. Es decir, que se convierta en un problema de seguridad nacional al ser una amenaza directa en contra de la estabilidad, integridad del Estado y su institucionalidad política, como efectivamente sucedió.
En tal contexto, es fundamental analizar cómo se comportó la política pública sobre la seguridad nacional en México bajo la amenaza de inestabilidad socio-política del Estado y de la propia sociedad mexicana, así como de la acción de apoyo social de las organizaciones del crimen trasnacional, que no se quedaron estáticas en los territorios bajo su influencia, sino que disputaron el apoyo social en las comunidades regionales al gobierno nacional, a las medidas de política pública asumidas.
En México la pandemia se volvió rápidamente un grave problema de seguridad nacional, en el contexto de una grave crisis de seguridad interior, seguridad humana y seguridad pública, y en plena lucha contra la corrupción de Estado. El gobierno federal instrumentó el Plan DN-III-E, con el que las secretarías de Defensa Nacional y Marina contribuyeron con médicos y hospitales móviles para la atención de pacientes confirmados con Covid-19. Adicionalmente han trabajado a fondo los programas sociales incrementando los montos financieros que los sustentan. Lograron ser un eficiente amortiguador de una crisis que se perfilaba a convertirse en una grave crisis de seguridad nacional.
Tendencias en información, seguridad y criminalidad
El Estado constitucional contemporáneo ha tenido múltiples transformaciones con respecto a su “estructura clásica” son varios aspectos de gran magnitud los que lo han impactado; pero en décadas recientes, especialmente, la revolución informática y digital que modificó la estructura y dinámica de las sociedades contemporáneas y del Estado, convirtió la información de Estado en un proceso de conocimiento y acción privilegiado.
Hoy los Estados nacionales son informatizados y digitalizados en distinta medida, por lo que un insumo estratégico de poder y gobernanza es la información altamente calificada, en un contexto mundial de articulación global de estructuras sociales, mercados e instituciones políticas dentro de una sociedad internacional mundializada, es decir, de un orden global.
Uno de los factores que surgen como fenómeno emergente de gran impacto en este contexto es el de la criminalidad trasnacional organizada. Un elemento de la realidad histórica, aquello que más se hizo por dotar a los modernos Estados-nación de un objetivo y un propósito sólido de su seguridad, como es, la seguridad nacional, y que ha estado en el centro mismo de la moderna estabilidad, ahora sólo puede lograrse de forma efectiva si los Estados–nación se unen y agrupan recursos, tecnología, inteligencia, poder, autoridad y fuerzas armadas. Pero no en términos absolutos, sino relativamente.
En teoría pura el Estado nacional siempre aspira a generar un nivel de control social que le permita desarrollar sus funciones, planes y programas de gobierno con las menores interferencias de grupos sociales que generan intereses específicos y que se convierten en colectivos para la acción. En los Estados con formas de gobierno democráticas, el mejor medio de control social es la aplicación irrestricta del estado de derecho, del orden jurídico-constitucional, sujetándose los propios gobernantes al mismo, ello como parte de un sistema de comportamientos y relaciones sociales de colaboración para el progreso colectivo.
Para muchos analistas, la mejor forma de control social es la que se ejerce a través de medios o leyes punitivas extendidas y ejercidas por el Estado, y complementadas con los cuerpos armados del propio Estado, es decir, mediante el uso del monopolio legítimo de la fuerza. Una visión autoritaria.
Contemporáneamente se han utilizado instrumentos de control social, distintos o complementarios, según el caso: especialmente los medios de comunicación masiva, prensa escrita y no escrita, medios electrónicos, informatizados, redes, sistemas educativos. Son lo que un teórico, ideólogo y político francés llamó “los aparatos ideológicos del Estado” (Louis Althusser), distintos a los instrumentos de información clasificada (inteligencia) de Estado. ¿Distintos en qué? En los propósitos sustantivos, unos de control social, político e ideológico-cultural relacionados con la disputa por el poder político y el sostenimiento del sistema productivo; otros, de anticipación a eventos de afectación colectiva, masiva, tanto desde grupos sociales como desde las fuerzas de la naturaleza.
En esta hipótesis, los aparatos de información clasificada de Estado tienen como objetivo central la conversión de los flujos informativos desde sus aparatos preventivos, en información social y política, simbólica, para la protección social y la gobernanza, la estabilidad de la sociedad y el Estado. En los regímenes autoritarios o abiertamente dictatoriales, ambos tipos de aparatos bajo control del Estado y del régimen en turno, se entremezclan y se vuelven aparatos de control y represión. La información de inteligencia se vuelve mecanismo de espionaje político y represión a opositores. En un régimen democrático, esta información clasificada es vital para la preservación de la seguridad interior y la seguridad nacional.
Los aparatos de prevención y protección del Estado especialmente no se han diferenciado correctamente de los servicios de información clasificada, como los de inteligencia de Estado, civiles, policiales y militares, y ello se debe de igual manera, a que en infinidad de casos se usaron de forma entremezclada para defender al régimen en turno, especialmente los servicios de inteligencia de Estado, es decir, la inteligencia política contra los opositores actúo como parte de esos aparatos de control social con fines de dominación política y represión, pero en sentido estricto son diferentes.
Usamos este concepto de información clasificada de Estado para la prevención y protección nacional, porque vamos más allá de los servicios de protección civil que prestan los gobiernos como el mexicano (me refiero al Cenapred y otros) o los planes militares de ayuda a la población en casos de desastres, quienes en ambos supuestos, actúan sobre problemáticas consumadas para auxiliar a la sociedad, y que pueden desarrollar también iniciativas preventivas.
No. Nuestro concepto se refiere a los procesos informativos que pretenden prever eventos de afectación colectiva mayor, en donde el Estado a través de su gobierno nacional gestiona los riesgos a los que está sujeta la colectividad nacional. Son una comunidad muy amplia de organismos de distinto tipo que conforman un gran aparato de análisis, estudio, prevención, protección, de seguridad y ayuda, que gestionan los múltiples riesgos en que estamos inmersos los mexicanos, nuestros territorio sociedad, instituciones, ecosistemas, etcétera, y cuyo insumo fundamental es la información, lo más amplia, exacta, a tiempo y oportuna posible. Son una parte fundamental de la gobernanza y la estabilidad político-social. En consecuencia, si este aparato de información falla, la capacidad de respuesta queda comprometida, en entredicho, y la afectación en cualquier magnitud, no es principalmente para el Estado, sino para la sociedad nacional misma. Ello se paga con destrucción de riqueza material (infraestructura, instalaciones, bienes públicos diversos, e incluso, vidas humanas). De allí su relevancia estratégica y el contar con dicho aparato como el conjunto de instrumentos y herramientas de las que depende una parte sustantiva de la estabilidad nacional. De allí su trascendencia.
Reestructuración de los aparatos de gestión de riesgos
En todo ello gravitan las características importantes de nuestro país, territorio, Estado, sociedad, fronteras, límites oceánicos, composición orográfica, zonas de riesgo sísmico, temporadas de huracanes, etcétera, en lo cual interviene, igualmente, el SINAPROC. Incluso sus especialistas han acuñado una fórmula algebraica para medir el riesgo, que es la variante central: riesgo = P x E x V, en donde se llama peligro P, a la probabilidad de que se presente un evento de cierta intensidad tal, que pueda ocasionar daños en un espacio dado. Se define como grado de exposición E, a la cantidad de personas, bienes y sistemas que se encuentran en el espacio considerado y que es factible que sean dañados por el evento. Y Se llama vulnerabilidad V, a la propensión de estos sistemas a ser afectados por el evento; la vulnerabilidad se expresa como una probabilidad de daño. Finalmente, el riesgo es el resultado de los tres factores, o variables de la ecuación.
Es fundamental entender que la lucha geopolítica y geoestratégica actual entre Estados Unidos y China –igualmente, la lucha entre Estados Unidos, Gran Bretaña y otros contra la Federación de Rusia por el predominio en las vacunas, ha sido parte sustantiva del escenario global que la pandemia mundial trajo consigo y que perfiló la etapa post pandemia.
La inteligencia de Estado, civil y militar, de carácter estratégico tiene como razón funcional de ser, adelantarse a los eventos de afectación trascedente, especialmente masiva, generando flujos de información de primera importancia e inéditos, integrando con ellos productos de inteligencia clasificada para los tomadores de decisiones, ante los riesgos y amenazas diversas que se ciernen sobre la sociedad, gobierno y el Estado en su conjunto. Si no logran anticiparse a los procesos socialmente e institucionalmente lesivos, fallan en su cometido con relevantes consecuencias. Este fenómeno de la pandemia global no pudo ser detectado por ningún servicio de inteligencia del mundo. Algunos esbozaron indicios de que “algo fuerte” se venía desarrollando, pero no la claridad suficiente para organizar la respuesta.
En consecuencia, nuestro aparato de inteligencia para la seguridad nacional adolece de una deficiencia o vulnerabilidad relevante puesto que el cruzamiento de la inteligencia civil-militar con la inteligencia sanitaria, como afirma un especialista como Jonathan D Clemente data de la segunda guerra mundial, no poseerlo apropiadamente a estas alturas del siglo XXI es una falla monumental.
Lo cierto es que la pandemia global sumergió al mundo en una grave crisis de seguridad internacional, de salud pública global, sanitaria y a los Estados nacionales, en una severa crisis de seguridad nacional, colapsó los aparatos públicos de prevención, protección y gestión de riesgos (incluyendo la inteligencia nacional) que lograron seguir operando a pesar de amenazas como la “cepa británica” y otras que finalmente cedieron ante la efectividad de las vacunas y perfilaron el hoy escenario post pandemia global. La OMS ha anunciado el fin de la emergencia sanitaria global. Por fin.
En México esta brutal experiencia debe llevarnos a replantear el modelo de la información de Estado, es decir, el aparato preventivo y el aparato de gestión de riesgos, incluyendo principalmente lo relativo a la inteligencia para seguridad nacional, la militar y la civil. En la etapa de las muy sofisticadas tecnologías de la información y la comunicación, de las plataformas informáticas, de las bases de datos y metadatos, de la revolución digital y de la cooperación de los sistemas de inteligencia de Estado en todas las regiones del planeta, un virus como el Covid-19 no puede tener el mega impacto global que tuvo y puso a la humanidad en vilo.
En el ámbito nacional, los servicios de inteligencia generan una Agenda Nacional de Riesgos para ser gestionados, neutralizados o erradicados, regularmente son los considerados como los 10 más relevantes. En México el tema de las pandemias figuraba hace pocos años atrás entre los cinco principales, al lado del crimen trasnacional organizado, los conflictos socio-políticos, las catástrofes naturales (erupción volcánica, huracanes, etcétera), pero en los últimos tres años desapareció dentro de las cinco primeras amenazas más importantes para el Estado y la nación. Hoy se parecía con toda claridad que este cambio representó una grave minusvaloración y muy costosa.
Todas las Agendas de Riesgos y Amenazas (ARA) sobre la seguridad nacional dominan como temas centrales: las llamadas “amenazas tradicionales”, los conflictos socio-políticos internos, grupos armados, narcotráfico internacional, y conflictos entre Estados adversarios, cuestiones fronterizas, y otras, los cuales desplazan los temas de los desastres naturales y las pandemias, terremotos y maremotos, como variables de un probable escenario negativo y hasta catastrófico para cualquier país del planeta y México entre ellos. Grave, porque la detección precoz permite actuar al comienzo de la curva pandémica y suavizar el arco que forma la misma y luego aplanarla, y no empezar a actuar cuando ésta crece aceleradamente, que es cuando menos efectiva resulta la intervención de los sistemas de salud del Estado.
Es indispensable una reconfiguración, incluso tecnológica, de los sistemas de información de Estado, incluyendo los de la seguridad nacional y de atención preventiva a la salud, desde una perspectiva de prioridades dinámicas, es decir, bajo un concepto que replantee los temas prioritarios de la ARA y la concepción misma de la Seguridad nacional, Pero diversificando a nuestros proveedores.
Hoy las pandemias globales son la gran amenaza de nuestro tiempo, equivalentes a un ataque biológico o con armas de destrucción masiva. La seguridad nacional tiene en nuestros días un factor disruptivo en ellas de proporciones inédito. Estas catástrofes sanitarias mundiales no son asunto del siglo pasado sino del presente.
La acción del crimen trasnacional organizado
La pandemia global aunque no lo parezca fue una oportunidad de oro para las organizaciones trasnacionales del crimen porque generó una pérdida de control de los procesos sociales, una enorme sensación de vulnerabilidad en todas las comunidades sociales y de una cierta parálisis del gobierno ante la dimensión y letalidad del proceso pandémico, así como una postura de amplia receptividad a cualquier tipo de ayuda de donde viniera ante la tragedia que se vivía. Adicionalmente la presión de los cuerpos armados en distintos espacios territoriales había cedido considerablemente, poseían un margen de acción mayor sin la presencia o con ella pero muy disminuida de los cuerpos del Estado.
Era el momento de reforzar, cuidar y ampliar en lo posible la base social de apoyo y el consenso social hacia las propias organizaciones delictivas, base social de por sí relativamente amplia. Es decir, actuaron en forma de presentarse como una alternativa asistencial y de cuidado a la ofrecida por el Estado-gobierno para las comunidades sociales. No es poco.
No sólo se entregaban despensas con las siglas de la organización son que en distintos lugares se ofrecían pequeños créditos que aliviaban considerablemente la situación de aguda escasez y penuria de las familias. Algo muy parecido sucedió en Europa Occidental y en Asia, en países como Japón, señaladamente.
Algo muy importante: en general el trasiego de estupefacientes prohibidos no cesó, al contrario, se incrementó, ante el aflojamiento de las condiciones represivas en fronteras, ciudades y comunidades agrarias. Pero también lo lograron obteniendo medios de transporte y rutas de introducción alternativos.
El Informe mundial sobre las drogas 2021 de la UNODC muestra que el narcotráfico sufrió un revés en la primera fase de la pandemia, incluso resultando afectadas sus finanzas, debido al cierre del tráfico aéreo, pero se ha recuperado rápidamente gracias a ingeniosos modos de transporte: barcos más grandes, incremento en el uso de rutas terrestres y marítimas para el tráfico, utilización de aviones privados y de carga, uso de paquetes postales y métodos de entrega a domicilio a través de riders y sociedades de transporte de mercancías y bienes.
La crisis económica generada por el Covid-19 ha tenido una repercusión importante en el mercado de las drogas, ya que el cultivo y la producción ilegal se intensificaron y el consumo aumentó. Importante resulta consignar que ante la caída brutal del empleo el cierre de miles de empresas, la caída de la actividad económica nacional y global, etcétera, no sólo la pobreza aumentó sino que el “enganche” en actividades ilícitas también creció.
El informe El narcotráfico y los cárteles mexicanos. Operaciones de los cárteles en medio de la Covid-19, del Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos para 2021 –elaborado por June S Beitel y Liana W Rosen, especialistas en el tema con enfoque a Latinoamérica– sostiene que “desde el inicio de la pandemia el alcance de la criminalidad de los cárteles más pequeños se ha ampliado a medida que han aparecido nuevas oportunidades de explotación […]. Las condiciones actuales parecen haber fomentado la competencia entre cárteles favoreciendo las ambiciones territoriales delos cárteles más grandes”.
En suma, expansión territorial en los cárteles más grandes (Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, Familia Michoacana) y expansión de operaciones de los menores en el ámbito local regional. Finalmente terminan recomendando la opción de modificar la Iniciativa Mérida durante la administración del presidente Biden para centrarla exclusivamente en el combate al crimen trasnacional y darle y un seguimiento más puntual a la cooperación entre ambos gobiernos. Las posiciones extremistas de algunos congresistas han sido a título personal. No tienen sustento en este informe.
Si observamos, efectivamente, éste fue el curso que siguió la política de ambos gobiernos, hoy tenemos el Acuerdo Bicentenario y el tal “mayor seguimiento a la cooperación” engendró diferencias importantes entre ambos gobiernos Todo indica que uno de los instrumentos seleccionados para dicho seguimiento puede haber sido la intrusión en las redes informáticas del ejército, también, en su caso, como opción de alguna institución del Estado de la Unión Americana, o algún otro documento de análisis estratégico, no en este, hecho para conocer más de cerca lo que hace y se propone el ejército mexicano. En su caso. En ello estamos.
En un estudio, la Marina Armada de México detectó una intensa actividad de base social por parte de cinco de las organizaciones delictivas principales mediante el reparto de despensas en distintos estados de la República: el Cártel del Golfo en Tamaulipas y el norte de Veracruz; los Zetas en el centro y sur de Veracruz; el CJNG en Jalisco, Colima, Michoacán, Guerrero y el sur del Estado de México; el Cártel de Santa Rosa de Lima en Guanajuato; el Cártel de Sinaloa en Sinaloa, Chihuahua y Jalisco; la Familia Michoacana en Guerrero, el sur del Estado de México y Michoacán, y el Cartel del Noreste en Morelos. Una actividad bastante amplia, pero además, obsérvese la división en la incidencia territorial de cada grupo respecto a otro. Hay una clara división y ámbito de acción que obedece a disputas más amplias.
Las graves fallas en la detección de la pandemia global que afectó a más de 130 países sin que los servicios de inteligencia lo detectaran y adelantaran el posible colapso del sistema de salud en ellos, y la pérdida de control de los procesos sociales, fue una experiencia internacional que incubó una tendencia a la reconfiguración de los mismos.
La Global Initiative Against Transnational Organized Crime (2020), con sede en Ginebra, Suiza, consignó también la afectación de los negocios ilícitos (cierta escasez en la oferta al principio, incrementó el precio de los narcóticos) de la misma manera que la prosecución de la violencia criminal ante la incapacidad de los Estados-nación de retomar rápidamente el control de la emergente situación, así como la acción intensiva de tipo asistencial de las organizaciones criminales. Ambas circunstancias fueron dos grandes retos para las organizaciones del crimen sobre los cual demostraron una capacidad de adaptación a un entorno modificado.
Pero además, pasando a la ofensiva paramilitar en zonas de presencia del ejército mexicano y cuando se apreció claramente el reflujo pandémico: a principios de marzo del 2022 durante unas tres semanas, el Ejército Mexicano desactivó al menos 250 explosivos caseros en la zona conocida como Tierra Caliente, revelado como un auténtico campo minado para mayor terror de la población local. Las minas antipersona, que recuerdan a las estrategias utilizadas en países de grandes conflictos armados, se suman así al arsenal de los carteles mexicanos que han aumentado su poder y diversificado sus armas hasta contar con muchas de las utilizadas por militares y ejércitos en guerra (BBC Mundo, 2022), además de combates armados directos con organizaciones adversarias y con las fuerzas federales mexicanas, insurgencia criminal, etcétera.
Adicionalmente, se extendieron hacia otros sectores económicos, pero también “se fueron de compras”: adquirieron distintos tipos de negocios legales que colapsaron durante la pandemia global, no sólo en México sino en todo el mundo, comprando a precios de ganga y sustentados en su enorme capacidad financiera y liquidez. Ello fue una “jugada muy audaz” porque les permitió ingresar capital ilícito en la economía legal para distintos propósitos, integrando así sus organizaciones criminales al sistema económico nacional, más complejo de detectar. Por ello revitalizar a la UIF y la cooperación judicial-penal internacional es estratégico.
Está entonces a la orden del día reforzar en forma extraordinaria los equipos de especialistas contra el blanqueo de capital, las empresas fachada vinculadas a las empresas legales, el otorgamientos de contratos el ordenamiento legal respectivo.
Pero hubo también casos excepcionales en donde el gobierno nacional buscó un entendimiento con las organizaciones criminales, ante la imposibilidad de un ingreso directo a ciertas zonas controladas por el crimen trasnacional organizado y que la situación de contagio-muerte se volviera incontrolable, como fue el caso de las favelas en Brasil en plena pandemia. Lo constata así el diario BBC Mundo del 23 de abril de 2020: “los medios brasileños reportaron el 9 de abril (2020) que el entonces todavía ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, decía que el gobierno federal trabajaba en un plan piloto en una favela cuyo nombre no fue especificado, buscando un “diálogo” con milicias narcotraficantes. Quería obtener la cooperación de los criminales en la lucha contra la expansión del coronavirus en ese rincón urbano de Brasil. En declaraciones a O Globo, el ahora exministro decía que ese dialogo era necesario: “entiéndase que esas son áreas donde el Estado esta frecuentemente ausente, en donde narcotraficantes y milicias están a cargo… ¿Cómo construimos ese puente en nombre de la vida? Diálogo por la salud, sí, con traficantes, con la milicia, porque también son seres humanos y también tienen que colaborar, ayudar”.
Y en Centroamérica, las Maras colaboraron con los gobiernos ayudando a no violentar los confinamientos gubernamentales y a distribuir alimentos a las comunidades apartadas, pensando en que integrantes de la propia Mara, incluyendo líderes, pudieran caer enfermos, contagiados y les fueran negados los servicios médicos al ser identificados por los tatuajes. Decidieron colaborar y lo difundieron así (American Quaterly, enero de 2021).
Estamos entonces ante un espectro amplio de variables que estuvieron también fuera del control de los servicios de inteligencia de Estado (civiles y militares) que requerían una evaluación muy juiciosa y la toma de decisiones al respecto. En Europa Occidental, Asia y Estados Unidos se optó por introducir cambios o reconfiguraciones más amplias en tales servicios. Los cambios que introdujo la pandemia global en las organizaciones criminales globalizadas son mucho mayores de lo que se cree, incluso en los propios gobiernos afectando la gobernanza y la gestión pública.
Porque además, este proceso se produce dentro de un contexto mundial de reconfiguración hegemónica, lo cual evidencia de manera contundente la ya prolongada guerra Rusia-Ucrania-OTAN y todos los aspectos d ela economía y la política regional-mundial que ha trastocado. Lo cual puede consolidar la expansión
Hablamos de una verdadera reconfiguración criminal a la cual debe oponerse de la manera más completa posible la reconfiguración de la inteligencia nacional, de los cuerpos armados, de los aparatos de inteligencia financiera, de las capacidades de auditoria hacendaria, y otros instrumentos. E las alianzas del bloque euro-asiático encabezado por China-Rusia o detenerlo, y hasta revertir su fuerza actual.
Reconfiguración de los servicios de inteligencia de Estado
Una de las iniciativas materializadas de mayor trascendencia ha sido la creación de un centro mundial de información sobre los fenómenos pandémicos globales. El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, y la canciller de Alemania, Angela Merkel, han inaugurado el nuevo Centro Mundial de Inteligencia sobre Pandemias y Epidemias de la OMS en Berlín.
Constituye una plataforma global que creará un acceso compartido y en red a datos multisectoriales vitales, impulsando innovaciones en análisis de datos. Así, reunirá a socios de todo el mundo para colaborar y crear las herramientas y los datos necesarios para que todos los países puedan estar preparados contra futuras pandemias. Pero las organizaciones criminales entraron también a la disputa de los contratos post-Covid, más ahora que se ha levando la emergencia sanitaria mundial oficialmente desde la OMS, y seguirán los gobiernos nacionales masivamente. Esas compras de negocios quebrados servirán para esto también.
El Centro Mundial de Inteligencia sobre Pandemias y Epidemias de la OMS será de gran utilizar para predecir, prevenir, detectar, prepararse y responder a las amenazas para la salud en todo el mundo, con lo cual se subsana una de las deficiencias claves para hacer frente globalmente a estas calamidades modernas, aprovechando así en positivo la experiencia pasada y fallas fundamentales (Gaceta Médica, OMS, septiembre 2021). Digamos que es un tipo de inteligencia sanitaria de alta especialización y específica de orden global para detectar y atacar amenazas a la salud mundial que desestabilizan a los Estados y gobiernos y quebrantan los sistemas de salud nacional-regional.
Otra de las consecuencias de la pandemia global en las instituciones de seguridad nacional fue el aflojamiento de los controles informáticos en sus bases de datos y redes de información debido al relativo descontrol que provocó en toda la institución estatal un fenómeno de tal envergadura y la operación en condiciones excepcionales, con plantas laborales disminuidas, etcétera.
En plena pandemia global se empezaron a presentar y desarrollar las primeras iniciativas de reestructuración y cambio de los servicios de inteligencia, pero un planteamiento de mayor fuerza fue la voluntad política expresada por el presidente de Estados Unidos, primero Donald Trump culpando abiertamente a China, y luego con mayor mesura, la del presidente Joe Biden de solicitar a sus agencias y a la propia OMS que se investigara el verdadero y real origen del SARS-CoV-2, y fijó dos opciones interpretativas: “si surgió del contacto humano con un animal infectado o de un accidente de laboratorio”. Agregó luego: “la mayor parte de la comunidad de inteligencia se había “unido” en torno a esos dos escenarios, pero que no cree que “haya suficiente información para evaluar que uno sea más probable que el otro”, y pidió ahora a las agencias de inteligencia que “redoblen sus esfuerzos para recabar y analizar información que nos acerque a una conclusión definitiva”. A partir de lo anterior, solicitó un “seguimiento adicional” (BBC Mundo, 21 de mayo, 2021).
Llama la atención que esta labor de orden eminentemente científica se haya encargado a las instituciones de inteligencia nacional, particularmente la CIA, lo cual se justifica por la dimensión que el caso ha tenido y que impacta la Seguridad Nacional, pero también, por tratarse de que uno de los “sospechosos” es el instituto de Virología en Wuhan, China y después, porque las agencias de inteligencia pueden pedir la colaboración de otros institutos científicos sin ningún tipo de restricciones en las investigaciones. Normalmente estas investigaciones las respaldan una colectividad amplia de grandes empresas, universidades, fundaciones, a la cabeza de lo cual, aunque sea informalmente, está la NSA (National Security Agency) que agrupa un conjunto de organismos afines. El riesgo es la posible politización de la investigación.
Los servicios de inteligencia de Estado en el mundo deberán asumir un rol mucho más protagónico en la etapa aún incierta de la post-pandemia al interior de los Estados Nacionales, y de frente a la colaboración entre pares. Calder Walton, Director de Investigación del Proyecto de Inteligencia, de la Harvard Kennedy School, plantea dicha tarea dividida en cuatro apartados específicos: “evaluaciones sobre la propagación e impacto de virus, en íntimo trabajo y colaboración con los epidemiólogos, virólogos, economistas y otros expertos; la actividad de la contrainteligencia en el seguimiento de amenazas biológicas y de países susceptibles de utilizarlas, como son China, Corea del Norte, Irán y Rusia; la contra información para neutralizar la desinformación y propaganda, con una acción centrada en las redes sociales; y por último, la vigilancia intrusiva, con desarrollo y utilización de softwares de rastreo telefónico para el control de los infectados […] se necesita también de un análisis y seguimiento sobre los desafíos económicos y financieros que se presentan, así como las pautas que deben de seguirse en la progresiva recuperación de la normalidad”.
Hice la cita completa para que valoremos el enfoque integral: lo sanitario con la inteligencia estratégica sobre las rivalidades geopolíticas, la vigilancia contra acciones intrusivas, la competencia económica y las previsiones de regreso a la normalidad post pandémica. Una concepción integrada, no atomizada.
Aún el enfoque geopolítico antes presentado y relacionado con los adversarios prioritarios del Estado de la Unión Americana, es válido. Otros Estados tendrán el propio. Lo importante es destacar que hoy más que nunca los servicios de inteligencia, civiles y militares, deben de estar asesorando sin descanso la toma de decisiones de los gobiernos nacionales, reorganizando para mejor servir, las capacidades de prevención y análisis para trasladar sus productos de inteligencia a los titulares del poder ejecutivo en un nivel de calidad óptimo.
Esta es la función que mayor valor tiene: en Francia, la Dirección General de Seguridad Exterior, órgano de la Inteligencia de Estado (DGSE) se involucró en todos los frentes acerca del proceso Covid-19 en su ámbito regional y global, lo mismo es el caso de los servicios del Estado de Israel (Mossad y Shin Bet). En Israel fueron grupos de agentes calificados de inteligencia los que estuvieron trabajando directamente con médicos y especialistas en los hospitales (en el Centro Médico de Sheba Tel Hashomer, por ejemplo), estudiando la razón de los casos de la baja mortalidad en Alemania, aunque la tasa de contagios fuera alta, o de Corea del Sur en donde rápidamente se pudo aplanar la curva de contagios. Los oficiales de inteligencia recogen los datos, los analizan, preparan y entregan sus informes (Esti Pelen, abril 2020). Ello, a pesar de las severas restricciones de contacto que hubo en todo el mundo. Combinar inteligencia táctica y estratégica con la sanitaria.
Inclusive, Israel reclutó a algunas de sus mejores mentes militares para superar la crisis por el coronavirus a través de la “Unidad de Inteligencia 8200” que ayudó al Ministerio de Salud, fueron 15 oficiales de inteligencia los designados para colaborar en el Centro Especial de Salud antes mencionado, incorporados a esta tarea muy compleja, sin bajar la guardia ante posibles ataques a la población civil o al ejército: “otros 300 miembros de la unidad se han unido a los esfuerzos mientras continúan su tarea de analizar los datos relacionados con el grupo terrorista libanés Hezbolá, la Fuerza Quds de Irán y Hamás en Gaza” (SISD, abril 2020).
En el caso de España, a pesar de los avances informativos del servicio de inteligencia, el golpe pandémico fue devastador. la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN): “reconoce las vulnerabilidades a las que está sometido el país y la dificultad de poder lograr un riesgo cero: reducir la vulnerabilidad de la población a los riesgos infecciosos cuando es factible (por ejemplo, mediante la vacunación), la probabilidad de introducción de riesgos infecciosos (por ejemplo, mediante el control e inspección de mercancías en frontera), así como la probabilidad de transmisión interna de enfermedades (por ejemplo mediante buenos programas de prevención y promoción de la salud o buenos sistemas de saneamiento) es fundamental para minimizar los riesgos y su posible impacto sobre la población”.
Todo esto debió correr en paralelo a la vigilancia contra las “intrusiones informáticas” y los indicios de actividad narco-terrorista o de la criminalidad organizada así como el ataque a las variables de la ARA sobre las “amenazas tradicionales” (conflictos socio-políticos, tráficos de drogas, etc.). El reto entonces es descomunal. Los servicios latinoamericanos deben reorganizarse a profundidad para atender estos desafíos monumentales en forma simultánea. El hackeo a la Sedena es parte de esta impreparación y ausencia de reestructuración oportuna de los servicios de inteligencia luego del relativo aflojamiento cursado durante los años de la pandemia global. La necesidad de ello no se ha entendido en México, se tratan los casos como momentos aislados, inconexos. Lo de hoy es información para la prevención, gestión de riesgos e inteligencia articulados orgánicamente.
Los servicios de inteligencia deberán estar en extremo activos porque el enfoque geopolítico de la post pandemia global ha alterado los términos de la geopolítica y la geo estrategia precedentes, también en lo militar, porque la guerra Rusia-Ucrania-OTAN confirma que es así y Rusia no interpreta el rechazo a sus vacunas durante la pandemia, o incluso la difamación sobre su estatus científico, como un tema inconexo con lo que vino después respecto al desdén por sus necesidades de defensa y seguridad en su frontera con Ucrania. Entiende que todo es parte de una concepción geoestratégica sobre su nueva posición en la disputa por un nuevo orden global y su rol dentro de la alianza asiática respecto de la alianza atlántica.
El problema del hackeo a la Sedena, las fuertes diferencias con la DEA, las confrontaciones con congresistas de Estados Unidos que reviven la vieja amenaza de declarar a las organizaciones del crimen global en México como “organizaciones terroristas”, la canalización de recursos a las organizaciones opositoras en México, son parte de una política de presión y cuestionamiento de las políticas del gobierno actual sobre los temas fronterizos, combate al crimen trasnacional, acción de sus agencias, etcétera.
Por ello en México tenemos que ir a una política pública gradual pero acelerada, reestructuradora del aparato de prevención y protección así como del aparato de gestión de riesgos y de la inteligencia para la Seguridad Nacional en el espacio militar, policial y civil, incluyendo la reforma de sus ordenamientos legales, e incluso para darle profundidad a la reforma y colocarla a la altura del siglo XXI, a los articulados constitucionales en la materia. El interés nacional lo demanda.
Es un imperativo para distintos países y dentro de su proceso de reestructuración tecnológica, organizativa y operativa, grandes agencias como la propia CIA de Estados Unidos han creado secciones especiales orientadas contra sus adversarios estratégicos, contra el gobierno de China, llamada “China Mission Center”. Es decir, operó una reestructuración conforme a sus prioridades estratégicas. La CIA incorporará los centros de misión sobre Irán y Corea del Norte a los grupos existentes que cubren la región respectiva de cada país. Tratamiento especial a las confrontaciones con sus adversarios. De igual manera la creación de una unidad dedicada a la competitividad global de Estados Unidos, el Centro de Misión Trasnacional y Tecnológica, cuya unidad se centrará en las tecnologías emergentes, el cambio climático, la seguridad económica y las cuestiones de salud pública. Un reordenamiento general de la investigación con orientaciones específicas (Euro News, octubre 2021).
En la relación con las agencias de inteligencia, siempre hay una especie de dualidad: cooperas en algunos aspectos pero diferencias en otros, cuidas la información (tecnología y contrainteligencia) permanentemente. Quien en un momento es aliado en otro es adversario. Hoy colaboras y mañana confrontas, y otro día regresas a colaborar. Flexibilidad y enfoque táctico o estratégico en tales relaciones. En Estados Unidas la DEA aún tiene clavada la espina del tema del general Salvador Cienfuegos. México no debe olvidarlo pero tampoco hacer de ello siempre un punto de partida. Flexibilizar y recomponer protegiendo sin descanso.
México debe poseer una concepción más amplia de la protección y resguardo de nuestra información estratégica y de seguridad nacional y reconfigurar sus aparatos. Una asesoría desde la ONU sería factible, aun trascendiendo a este gobierno.
*Exdirector de la Escuela de Inteligencia para la Seguridad Nacional; licenciado en economía con especialidad en inteligencia para la seguridad nacional; maestro en administración pública; doctor en gerencia pública y política social. Tiene cuatro obras completas publicadas y más de 40 ensayos y artículos periodísticos; 20 años como docente de licenciatura y posgrado.