No más abrazos… Nunca más
Leopoldo Mendívil
Aveces esto de escribir a diario sobre lo que pasa en el país resulta muy difícil. No es lo mismo hablar de la inflación o del poco avance de alguna obra porque, aunque nos cueste, son aspectos materiales. Lo digo porque lo ocurrido con los cinco jóvenes de Lagos de Moreno no tiene nombre.
Anteayer por la mañana, escuché al padre de uno de los jóvenes en entrevista con Ciro Gómez Leyva. Cuando todavía había esperanza de encontrarlos vivos y en medio de su enorme dolor, este padre afirmó que no quiso ver las fotografías que la Fiscalía de Jalisco le quiso mostrar. “Que hagan su chamba,” expresó. “Yo estoy regando mi jardín para cuando mi hijo regrese.”
Para la noche del martes, corrió en redes sociales un video en el que aparecen los cinco jóvenes en cuestión; uno de ellos –no importa cuál- fue obligado a matar a su amigo. Los delincuentes, que por mucho ya han rebasado tal clasificación, grabaron en video su macabra diversión y la colaron a las redes, para que quede claro qué clase de psicópatas son.
Ayer en la mañanera, cuando algún reportero preguntó al inquilino de Palacio Nacional sobre este hecho, López Obrador contó un chiste. De ese nivel es la capacidad de empatía de su jefe, don Jesús.
Delitos incalificables ocurren a diario en el país; nada más vea algo de lo sucedido en estos pocos días de la semana. En el poblado de El Caracol, ubicado en una de las muchas zonas pobres de Guerrero, los habitantes fueron atacados con drones. Para no quedarse atrás, el crimen organizado de la capital estatal, dejó una cabeza en el cofre de un taxi; se presume que era un chofer. Los conductores de colectivos ya no quieren prestar el servicio, mientras las narcobandas sigan disputádose las rutas en Chilpancingo y Acapulco. Dos días antes, granadas sin detonar fueron encontradas en la sede del PRI estatal.
Y en Poza Rica, Veracruz, se dio el hallazgo de cuerpos mutilados de 13 personas. El crimen organizado ya ha refinado su estilo; en vez de fosas clandestinas, ahora usan congeladores.
Podríamos seguir la lista con sucesos igualmente graves ocurridos en Tamaulipas, Colima, Chihuahua, Baja California, Zacatecas, Morelia, Morelos, Guanajuato, Coahuila, Estado de México, Sinaloa, Chiapas, hasta completar por lo menos la mitad de los estados del país.
Cada vez que ocurren eventos de impacto mediático, como a principios de mes en Chiapas y Guerrero, en la mañanera se anuncia que un destacamento de la Guardia Nacional se trasladará a la zona. Lamentablemente, en lo que va de la administración no hemos visto ningún cambio sustantivo en ninguna de las entidades arriba mencionadas. De hecho, en 13 estados del país aumentaron los homicidios durante el primer cuatrimestre del año; tal es el caso de Chihuahua y Guerrero, donde los asesinatos se incrementaron en 28 por ciento.
Aun cuando el INEGI inidique que descendió la percepción de inseguridad de los mexicanos, 62.1 por ciento de la población sigue sufriendo cotidianamente de este miedo derivativo, es decir, el temor a ser víctima de un hecho violento. Porque para evitar ser víctima no basta el cálculo racional que hagamos; qué mejor ejemplo que el caso de Milagros, apuñalada en pleno día y a media calle.
Coincido con los sociólogos que estudian la violencia, en cuanto a que las encuestas para medir la percepción de inseguridad “son incapaces de capturar el verdadero nivel psicológico, el malestar físico, la ansiedad y el trauma emocional de la gente, (porque) el miedo no es fácilmente cuantificable” (Jasso, Revista Mexicana de Opinión Pública, 2013).
Algunos ciudadanos piensan que la pax narca es una opción, pero como me dijo un político, “la gente cree que uno se se sentará a negociar con Michael Corleone, para repartirse civilizadamente Miami y Las Vegas; no es así. Los narcos son gente muy enferma y no tienen palabra.” El caso de Lagos de Moreno confirma su dicho. Otros quisieran que el gobierno imitara a Bukele, pero tampoco creo que sea el camino. Lo que sí me queda claro es que los abrazos a los delincuentes nunca fueron una opción y que la Guardia Nacional no da el ancho.
Diseñar y ejecutar una alternativa real para la pacificación del país no parece ser una preocupación real del presidente. En estos dos días, AMLO ha dejado claro que, además de escabullirse con un mal chiste, su pensamiento está en hacer recomendaciones a la “corcholata” a la cual habrá de entregar el “bastón de mando” de MORENA.
Ni modo, don Andrés tiene sus prioridades.