Sínodo histórico de Francisco confronta a los católicos
Bernardo Barranco V.
En una misa solemne el Papa dio inicio, el miércoles pasado, a una gran cumbre católica que delineará el futuro de la Iglesia ante los grandes cambios culturales de las sociedades en casi todo el planeta.
El Papa sostiene que la Iglesia requiere unidad, humildad y discernimiento para convertirse en un lugar de acogida para todos. A su vez enfrenta la disidencia de cardenales ultraconservadores que pretenden boicotear el inédito ejercicio propuesto por Francisco.
El sínodo sobre Sinodalidad 2023 es el evento religioso más importante convocado por el papa Francisco. A poco más de diez años en el pontificado, Francisco realiza una gran asamblea religiosa para afrontar la relación entre la Iglesia y la desbordante realidad contemporánea.
Un sínodo es una asamblea de obispos convocada por el Papa para deliberar temas vitales, cuestiones de urgente necesidad o problemas que requieren de la orientación doctrinal al más alto nivel de la Iglesia.
Del 4 al 29 de octubre de 2023 se realiza la primera parte del Sínodo de los Obispos, en su XVI Asamblea General Ordinaria, para tratar el tema: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”
Es evidente el ocaso y declinamiento católico en el mundo. Por ello Francisco ha propuesto una metodología diferente para que la Iglesia sitúe su papel pastoral ante una realidad cambiante. El actual proceso sinodal arrancó en octubre de 2021, con un fin de semana de reflexiones en el Vaticano. Entre octubre de 2021 a agosto de 2022 tuvo lugar la fase diocesana para el trabajo de parroquias y diócesis; de octubre de 2022 a marzo de 2023, la fase continental para el trabajo de las conferencias episcopales.
La circunstancia en Europa y América Latina es poco favorable a la catolicidad. Descenso de fieles, falta de vocaciones, escándalos de pederastia han minado la institución.
El cristianismo en Europa sigue siendo la religión predominante durante siglos. Sin embrago, la descristianización, ateísmo, agnosticismo, indiferencia religiosa, pluralismo religioso, católicos no practicantes, catolicismo de costumbre se imponen el viejo continente. En países como la República Checa el ateísmo se ha incrementado 26 %; en Francia y Países Bajos, 21%; Bélgica está en 20% y Alemania, en 12 %, por mencionar algunos. El problema no es sólo la caída de las creencias religiosas, sino el desapego a las instituciones. Lo que diga o deje de decir el Papa les tiene sin cuidado a los jóvenes europeos.
En América Latina, el panorama también es desolador para un catolicismo en modo ocaso. La socióloga chilena Sofía Brahm presentó un ensayo revelador, titulado: “Realidad religiosa de Latinoamérica”, publicado en 2022 por la revista Humanitas de la Universidad Católica de Chile. La investigadora cruza varias encuestas en la región como Latinobarómetro y las del Pew Research Center.
Su primera constatación fuerte es que desde 1995 la identificación de la población hacia la Iglesia católica ha disminuido por toda la región. En 1995 80% de la población latinoamericana se identificaba como católica. Dicha partencia cambia drásticamente en 2018, esa identificación descendió a 59 por ciento.
En contrapartida, hay un marcado incremento en los miembros de las iglesias evangélicas en 26% y el número aumentó de aquellos individuos que no forman parte ni se identifican con ninguna religión organizada.
El panorama es preocupante para la Iglesia católica. Necesita cambios y nuevas hipótesis pastorales porque su sobrevivencia está en juego. No es casual que Francisco en la misa inaugural del Sínodo 2023 cite a Juan XXIII, impulsor de cambios en la Iglesia. Éste, en la solemne apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II, el 11 octubre 1962. La cita de Francisco es la siguiente: “Ante todo es necesario que la Iglesia no se aparte del sacro patrimonio de la verdad, recibido de los padres; pero, al mismo tiempo, debe mirar a lo presente, a las nuevas condiciones y formas de vida introducidas en el mundo actual, que han abierto nuevos caminos para el apostolado”.
Francisco hace referencia a la sabiduría espiritual de la Iglesia que le ha conformado cambiar y, al mismo tiempo, mantener sus firmes, sus grandes dogmas. Cambios y continuidad le han permitido permanecer durante más de dos mil años. ¿La iglesia necesita aggiornarse de nuevo? ¿Abandonar su anquilosada actitud clerical? ¿Abrirse con mayor osadía al mundo actual? O como expresó Francisco: la Iglesia está en medio de las olas a veces agitadas de nuestro tiempo, no debe desanimarse, no buscar escapatorias ideológicas, ni atrincherase tras convicciones adquiridas, no ceder a soluciones cómodas, ni tampoco dejar que el mundo le dicte su agenda.
La temperatura del Sínodo subió desde sus primeros días. Sectores conservadores de la Iglesia cuestionan la intención del Papa de realizar cambios y abrir nuevas rutas pastorales. Los cardenales Walter Brandmuller, Alemania; Raymond Leo Burke, Estados Unidos; Juan Sandoval Íñiguez, México; Robert Sarah Guinea y Joseph Zen Ze-kiun, Hong Kong, enviaron una dura carta al pontífice argentino. Bajo el formato de preguntas “dubia” (en latín, duda), vieja fórmula que es una solicitud oficial de respuesta de “sí” o “no”, sin argumentación teológica, ofrecida por un pontífice o dicasterio romano en ejercicio con respecto de su gestión de la Iglesia.
Los opositores a Francisco pretenden evidenciarlo. Preguntaron si los dogmas de la Iglesia deben ser reinterpretados en función de los cambios culturales y antropológicos en boga. Si la práctica de bendecir las uniones entre personas del mismo sexo concuerda con la Revelación y el Magisterio. Y si las mujeres deben ser ordenadas. El Papa hizo pública su respuesta formulada hace meses y dio la nota. Francisco dejó entrever primera vez que las personas en uniones del mismo sexo podrían ser bendecidas por sacerdotes católicos “caso por caso”, y que, aunque es una posibilidad remota, la ordenación de mujeres al sacerdocio debería estudiarse.
El Sínodo recién empieza y los jaloneos ya están a la vista. Seguro habrá materia que comentar.