Pensión completa, un sueño insostenible

Iván Franco

La propuesta presidencial sobre pensiones tiene una visión intrépida: asegurar una pensión que iguale el 100% del salario para cada trabajador. A simple vista, esta promesa es como un faro de esperanza ante las preocupaciones financieras de la jubilación. Sin embargo, surge una pregunta clave: ¿esta promesa es un oasis real o simplemente un espejismo en el desierto económico?

El fondeo de tales pensiones es un enigma sin respuesta rápida. Tanto empresarios como trabajadores y el Estado son incapaces de soportar esa carga financiera, generando serias dudas sobre la sostenibilidad de la iniciativa y desvelando un profundo sesgo estructural en el mercado laboral.

Ni financiera, ni demográfica ni laboralmente

En un momento donde el trabajo independiente (incluso el informal) destacan por su crecimiento relativo, esta propuesta representa un retroceso, amenazando con sofocar el espíritu emprendedor. Garantizar este tipo de seguridad financiera en la vejez, aunque tentador, entra en conflicto directo con la dinámica actual de nuestro mercado laboral. No todos los económicamente activos son subordinados ni asalariados.

Por otro lado, el compromiso de destinar una mayor proporción del salario actual (sea quien sea quien lo pague) a una futura seguridad financiera abre un debate intertemporal. Pensar que un trabajador necesitará el mismo nivel de ingresos en su jubilación que durante sus años activos ignora la realidad de las responsabilidades financieras cambiantes. Desde una perspectiva sociodemográfica, la propuesta es contraintuitiva.

Mas aún, el impacto sobre la estructura del mercado laboral sería profundo. La promesa de pensiones al 100% del salario final podría saturar el mercado de trabajo asalariado con un exceso de oferta de trabajo, lo que promovería una caída en el nivel de salarios por la ley de oferta y demanda. Esta distorsión contraviene los principios del libre mercado y perjudica la calidad de vida de los trabajadores activos, invalidando los objetivos iniciales de la propuesta.

Además, se habla de la creación de un fondo de 64,000 millones de pesos que iría creciendo con aportaciones. En primer lugar, dicho fondo debería de ser de billones de pesos para ser suficiente. Y en caso de que pudiera existir, la creación de un super fondo para pensiones introduce un incentivo perverso para la corrupción. Un fondo de tal magnitud no debe nunca estar bajo la gestión de los gobiernos de turno, dada la tentación de malversación y la dificultad de garantizar su gestión transparente y eficaz a largo plazo.

Finalmente, la estructura poblacional de México ya muestra signos de un envejecimiento progresivo, indicando que la tasa de reemplazo entre los trabajadores activos y los pensionados será próximamente deficitaria. Esto significa que no habrá suficientes trabajadores nuevos para sustituir a los que se jubilan. Con los desafíos estructurales ya presentes en el sistema de pensiones actual, la idea de implementar una pensión del 100% del salario parece aún más inviable.

Un sistema de pensiones realista, moderno e individualizado

La idea de una pensión completa choca con la dura realidad del libre mercado y la viabilidad financiera. Más que promesas irrealizables, es esencial adoptar un enfoque realista que considere la economía actual, las tendencias del mercado laboral y busque mejorar el sistema de pensiones de manera sostenible, flexible y moderna.

Toda intervención del Estado en la economía debe ser estudiada minuciosamente, reconociendo la necesidad de un sistema de ingresos para aquellos que dejan la actividad económica. Sin embargo, tal sistema debe ser flexible y prácticamente personalizado a cada caso, no atado a reglas rígidas e inamovibles, y debe ser inclusivo, abarcando no solo a los asalariados subordinados sino a todos los actores económicos. Recordemos que estamos inmersos en la era de la información y tratar a todos los trabajadores con las mismas reglas de en materia de pensiones es obsoleto.

Necesitamos un diálogo constructivo con todos los actores de la sociedad, no los políticos, que explore soluciones prácticas, equilibrando la ambición con la realidad y la posibilidad, para crear un sistema adaptado a las necesidades cambiantes de nuestra sociedad y que promueva un mercado laboral equilibrado y saludable.

Con información de Expansión

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