La fiesta frustrada de AMLO
Rafael Cardona
Cuando en diciembre del año 2019 Genaro García Luna cayó preso con todo y los diplomas, condecoraciones, medallas, honores y negocios hechos al cobijo de sus relaciones con el FBI y otras agencias de los Estados Unidos, nuestro señor presidente fue el hombre más feliz en el mundo mundial (como él dice).
Sin meter las manos en una captura atribuible –en circunstancias locales–, a su sed de infinita venganza y en medio de un prolongado proceso judicial extranjero, podría usar –como lo hizo en muchísimas ocasiones, y lo sigue haciendo–, el ejemplo podrido de GGL para denostar hasta la saciedad (de quien lo oiga) al gobierno de Felipe Calderón (quien se lo merece, además), al inmoral periodo neoliberal, a los racistas, clasistas; aspiracionistas, retrógrados prianistas, conservadores, corruptos enemigos del pueblo y etc,etc., sin nadie para desmentirlo.
Ese fue un regalo celestial. Cayó en su regazo como desde las nubes el maná para el pueblo escogido. Y no nos debe extrañar: él mismo es el pueblo escogido.
“Y Moisés dijo: Esto es lo que el señor ha mandado: “Que se guarde un gomer lleno de maná para vuestras generaciones, para que vean el pan que yo os di de comer en el desierto cuando os saqué de la tierra de Egipto.”
La noticia, sin esas resonancias bíblicas, fue un rayo de luz sobre el rayito de esperanza.
Pero ahora el juez Cogan en Brooklyn, ha decidido aguar un tanto la fiesta, porque si bien se ha rehusado a conceder un nuevo juicio a GGL, como pedía su abogado Castro, con argumentos insuficientes, tampoco ha movido la fecha para emitir la sentencia por los cinco cargos formales por cuya comisión el reo –antes gran policía condecorado–, pasará muchos años de su vida en una prisión de mediana o máxima seguridad, según el humor del señor juez quien como dicen en Madrid, se las trae, se las trae.
La última pincelada de dicha para el señor presidente habría sido ver sentenciado y condenado a su enemigo antes de irse al rancho de todos conocido. Ya lo hubiera querido para su último informe antes de su supuesto retiro chiapaneco en el rancho de todos conocido. Ahora quien se va a ir a esa recóndita y sonora eponimia es el ya dicho Don Genaro.
Poner la fecha del 9 de octubre para la sentencia en firme, con sus muchos años de prisión, es ignorar los hechos del día primero de ese mes en este país. Claro, cuando la doctora científica CSP lleve una semana a en el cargo presidencial, podrá celebrar el hecho, pero ya será como algarabía de segunda mano.
Por lo pronto quedémonos con una de las más recientes peroratas del señor presidente en este caso:
“…Pues que está muy bien (la negativa de reponer el juicio). No. Se (le) hizo mucho daño al país, desde hace tiempo, pero se intensificó el daño con el fraude del 88, la imposición de Calderón.
“Todos los abajo firmantes deberían de ofrecer o disculpa o argumentar, o sea, que lo hablara, que escribiera algo Krauze, el mismo Zaid, Aguilar Camín, Castañeda; que hiciera un reportaje Loret de Mola, López-Dóriga, Ciro, sobre el caso García Luna, sería muy bueno. Hicieron mucho daño al país y ojalá y salga todo, se sepa todo”.
Esta última línea oscila entre la declaración y el mensaje. Se pide sacar todo en el caso GGL, pero se confía en la inocuidad de cuanto salga (especialmente relacionado con su régimen) en el tema de Zambada.
El asunto de las disculpas no queda del todo claro: ¿los periodistas deben disculparse por haber mantenido contactos con GGL con fines informativos? Muchos de ellos, por ejemplo, también tuvieron relaciones periodísticas con René Bejarano, por citar un caso de incorruptibilidad cuatroteísta, y no por eso fueron cómplices de sus felonías. Ni de sus ligas de todo tipo.
Las alianzas lunares con cárteles, especialmente el de Sinaloa, no eran siquiera del conocimiento de la IV-T y sus fiscales. El gobierno mexicano jamás procedió contra García Luna. Y tuvo tiempo de sobra para hacerlo.
¿O no sabían nada y debieron esperar pacientemente la intervención de los Estados Unidos, nuestros eternos tutores en materia de narcotráfico?
Nunca hizo la IV-T intentos por detener a GGL a pesar de su pública exposición. Yo mismo lo entrevisté por TV en los primeros días de este gobierno cuando presentó el libro: “Seguridad con bienestar. Un nuevo modelo integral de seguridad”.
Y por esta ciudad caminaba como Pedro por su casa.
Y cuando le pregunté a quién le estaba enviando un mensaje con ese libro, si gestionaba con sigilo alguna encomienda o venta de asesorías o consultas, me dijo –enfadado y agresivo–, no tengo intenciones más allá de colaborar en la solución de un problema.
–¿Cómo quería colaborar desde fuera cuando no pudo hacerlo, pero sí agravarlo, desde dentro?
Leamos algunas de sus ideas, para darnos cuenta de cómo el lenguaje entre académico y político casi siempre oculta a un farsante. Y no es el único:
“…Durante los últimos 40 años las instituciones de policía de los estados y los municipios de México sufrieron un abandono estructural y de inversión, lo cual, deterioró su operación, su infraestructura física y tecnológica, así como sus recursos humanos.
“Dado que los costos operativos de las corporaciones dejaron de ser cubiertos, surgió una gran corrupción. Dichos gastos se subsidiaron de la actividad económica de los policías (cohecho, dádivas de los delincuentes e involucramiento en las organizaciones delictivas).
“En la emergencia se planteó utilizar personal militar que con el tiempo se convirtió en una norma de operación contraria a la de aquellos países exitosos en seguridad pública.
“Esto último –concluye sabihondo–, impidió el desarrollo institucional de las policías y generó un desgaste de las fuerzas armadas en el respaldo a la autoridad civil en tareas de seguridad pública, inclusive con la deserción de algunos de sus miembros que se vieron relacionados con las organizaciones criminales…”
No se sabe si esto fue un diagnóstico en el libro mencionado, o un autorretrato hablado.
Pero quien lo entendió correctamente fue Andrés Manuel L.O., quien convirtió a GGL en el ariete más frecuentemente utilizado de los últimos años para derribar la muralla de respetabilidad –delgada de por sí— del gobierno de Felipe Calderón quien jamás se podrá quitar ese estigma.
Si sabía, es cómplice. Si no lo sabía es un imbécil.
Pero el juez Cogan todo sabe de sobra…
Con información de Crónica