La patria; petrexto para acaparar
Rafael Cardona
Muchas han sido las escenas inolvidables en los días recientes, pero quizá la más perturbadora fue la enorme bandera ondulando entre los muros del Senado y las calles cercanas al Paseo de la Reforma, en medio de la enorme e infructuosa protesta contra otra reforma, esta menos heroica y nacionalista, y en cuya abigarrada multitud de portazo final, sin resultados mayores –excepto la exhibición de bárbaros contra silvestres– hubo estudiantes de Leyes, empleados de juzgado, trabajadores del Poder Judicial, magistrados y hasta ministros de la tremenda corte, preocupados por el futuro cercenado de un poder judicial ahora convertido en campo de batalla electoral en cuya arena solamente lucha sin enemigos al frente un gladiador solitario, el señor presidente, y hasta esos terrenos desconocidos a lo largo de su vasta formación jurídica va a dar la señora presidenta de la alta Corte, doña Norma Piña cuya plataforma de cambios judiciales llega tan tarde como los santos óleos sobre la tumba del difunto, pues cuando despertó de su letargo y comenzó a sumarse a los quejosos, peleoneros, pendencieros, buscadores de justicia –vaya paradoja–, ya era demasiado tarde, como le dijeron al galán cuyo regreso se dio en la misma fecha de la ceremonia nupcial de la novia despechada, pues los impartidores de justicia, quienes con su sabiduría jurídica deciden entre el inocente y el culpable; lo justo y lo indebido, ahora serán sustituidos por los cuadros más elementales y rústicos de la competencia electoral, gracias a la ilusión pueblerina del sufragio, en medio del pleno dominio de un solo partido, una única corriente política cuya sabiduría consiste en prostituirlo todo, la voluntad electoral y la votación de los senadores (¿quién da más, quién da más?), pues ha puesto en subasta la voluntad y la expresión de los deseos y las conveniencias, porque así es como han comprado electores con lo cual, se ahorran la molestia de adquirir o robarse los votos y ya de de nada vale buscarle pies al gato si de sobra sabemos cuántas patas tiene el perro, cuántos dineros vale la voluntad de un traidor, cuánto cuesta destinar el presupuesto nacional en la ímproba tarea de desperdigar dinero para satisfacción popular y entronización eterna, bajo la tesis de amor con voto se paga, pero no se ve de otro camino por ahora (aunque ese ahora llegue hasta 2042), pues no se entiende el país fuera de esta dominación repentina cuyo segundo piso ahora se nos anuncia con docilidad y sin imaginación, sin personalidad ni creatividad; sin ideas ni estilo propio (hasta ahora), porque es lo de hoy, esa es la leña en el brasero y con esos bueyes o mulas debemos arar, en el mar o en la tierra sí se quiere y la Reforma Judicial o mejor dicho, la reforma al Poder Judicial o quizá la venganza contra la Suprema Corte tras el pleito generado por altas remuneraciones no sometidas a la medida de todas las cosas y todas las bolsas cuyo costo pagaron todos los demás con la célebre máxima de la austeridad republicana y casi franciscana (puro cuento) cuya imposición nos coloca en un populismo extremo y victorioso porque los defectos actuales de la judicatura, sus esquemas de nepotismo, corrupción, iniquidad, burocracia y demás, no son únicamente suyos –ni se resolverán de este modo–pues nepotismo hay también sobradamente en el gobierno cuyo cínico proceder condena los males en las mulas del compadre mientras la secretaria de Gobernación, tan hábil ella para repetir los fervorines del dueño de la carpa, se goza con una hermana en el instituto de seguridad social de la burocracia mientras el presidente de la república la manda de acompañante a su hijo suyo de sus entrañas, vástago bienamado, a quien le encarga los territorios de la organización morenista, lo cual, quiere decir –nada más pero nada menos– ahí me haces favor de tener lista la artillería por si fuera necesario, desde nuestra óptica, promover una revocación del mandato de nuestra compañera de lucha, tu hermana política, tu amiga del alma, la señora Claudia, a quien ya se le confecciona una gorra o quepí, con cinco estrellas como Comandanta Suprema de las Fuerzas Armadas, lo cual, puede ser mucho, según se vea, porque ahora hemos advertido un juramento de lealtad muy sui generis, porque en lugar de ver a los soldados, rendirle le obediencia a ella, ha sido ella quien va a su casa y les asegura fidelidad y negocios, a ellos, según vimos en la faraónica ceremonia en el patio de maniobras del Heroico Colegio Militar (le caben diez zócalos), en días pasados, en el preciso mes de la patria cuyas fiestas en algunos lugares penden de un hilacho o de plano han sido canceladas como ocurrió en Sinaloa, donde el abrumadoramente caduco y desprestigiado señor gobernador Rocha Mayo (Moya Zambada), ha cancelado la posibilidad de hacer fiesta popular de pueblo y bandera; porque no está el narco para bollos, o no está el horno para riesgos, colmo sea, pero la verdad sea dicha, después del granadazo de hace algunos años en Morelia, nos damos cuenta cómo la izquierda nada más se preocupa de las cosas cuando ya se le han salido de previsión y control, pero no podemos pedir más porque el pueblo está feliz, feliz y metro a metro la aplanadora asienta el terreno de la nación, y convierte a los débiles en seguidores sin condiciones; a los remisos en dispuestos; a los tibios en fervorosos delirantes, a los traidores en mercenarios con diploma, condotieros o gargaleotes condecorados con la plomiza medalla de la impunidad y el cese de investigaciones y la cancelación de órdenes de aprehensión y demás pecadillos del pasado, como en el caso de los Yunes, el Yunes grande y el Yunes chiquito, pobre diablo pañalón cuya edad lol debería salvar de tales papelones, porque si con un cínico feliz en la familia debería ser suficiente, la dupla, la parejita ya resulta demasiado, especialmente cuando con perfile severo, ambos declaran sus parlamentos insufribles, para dizque lavar sus traiciones tan visibles, mientras la guadaña vengadora acaba de darse cuenta de lo sabido por todos: la reelección de Alito en el Partido Revolucionario Institucional (o cuanto de él quede), fue otro fraude, otra trampa, y ya le ajustan las tuercas y le saltan los tornillos.
Con información de Crónica