Guerra o estrategia para no combatir
Rafael Cardona
Un conflicto se puede dirimir por medio de la negociación o de la imposición. A lo primero se le llama política. A lo segundo, guerra, la cual no es (lo han dicho los tratadistas militares y hasta filósofos como Foucault), la política por otros medios. Los medios llevados al extremo: Las armas y la muerte.
Por eso Sun-Tsu dice: la mayor victoria consiste en vencer sin combatir.
También los estudiosos del arte de la guerra han dicho cómo una adecuada estrategia, la cual para ser eficaz debe mantenerse en secreto y no exhibirla entre el adversario, es la base de cualquier triunfo militar.
Por eso anunciar con platillos y tambores la presentación pública de una estrategia nacional de seguridad, sin acudir al combate frontal contra enemigos a veces no localizados, parece una apuesta arriesgada. El enemigo sabe de antemano nuestras intenciones y nuestras acciones.
“En situaciones de combate, es fundamental contar con estrategias efectivas que nos permitan enfrentar al enemigo de manera exitosa. Una de las tácticas más importantes es el factor sorpresa, ya que tomar al oponente desprevenido puede brindarnos una ventaja estratégica significativa. Asimismo, la coordinación y comunicación entre los miembros del equipo son fundamentales para asegurar una respuesta rápida y eficiente ante cualquier situación de combate (C. Arena).
Pero pasando por alto la eliminación del factor sorpresivo, hay dos hechos cuya naturaleza los enfrenta: una acción frente a un proyecto.
La acción más notable en estos días, por encima de las secuelas de inestabilidad en Chiapas, Sinaloa y Guanajuato, entre otros, ha sido la enésima muestra descomposición del estado de Guerrero, en cuya capital apareció la cabeza cercenada de un alcalde (Alejandro Arcos Catalán) cuya antecesora (Norma Otilia Hernández Martínez) se codeaba a con los grupos del narcotráfico imperantes en toda la región y relacionados con el flujo de heroína y algunos otros delitos asociados.
Los delincuentes hablan con la contundencia de la sangre.
El gobierno ante ese hecho (y otros más), nos ofrece un proyecto en cuya columna vertebral se repiten la promesa y la esperanza del futuro cuya solución del problema no llegó ni de cerca en el sexenio anterior: atender las causas del delito, para escapar de la miseria por el camino del crimen. Sobre todo, los jóvenes.
Y es verdad, la atención integral de la juventud, la generación de oportunidades, la ampliación de espacios educativos, la elevación de los ingresos familiares producirá una generación (o varias, si persisten los programas y se arraigan en una mejor sociedad), con más amplios horizontes.
¿Pero hoy?
Hoy sólo queda decir como el alcalde sustituto de Chilpancingo, Gustavo Alarcón, quien ayer asumió el cargo con cara de espanto:
“El miedo siempre lo tenemos, pero tenemos que asumir nuestras responsabilidades como ciudadanos, como seres humanos, que nos necesita mucha gente”.
Por eso conviene analizar estas palabras dichas ayer en la presentación de la Estrategia Nacional de Seguridad. Y para eso se propone –entre otras cosas– lo ya hecho en la CDMX, cuando la actual presidenta, Claudia Sheinbaum fue jefa de Gobierno:
“…Atender de manera integral a las familias.
“Si los niños y las niñas no iban a la escuela por alguna razón, resolvíamos ese problema; si el joven, la joven, no estaba yendo a la preparatoria, lo llevábamos a la preparatoria con la beca; si no tiene universidad o no tenía trabajo, le encontrábamos trabajo. Es decir, una estrategia integral focalizada que nos permita atender de manera integral a las familias y evitar que las y los jóvenes se incorporen a un grupo delictivo.
“Se mantiene Jóvenes Construyendo el Futuro, Jóvenes Escribiendo el Futuro, los trabajos de cultura que había, de semilleros, pero además estamos fortaleciendo este programa… Vamos a apoyar. Ya una parte la venía haciendo el gobierno del presidente López Obrador, pero nosotros vamos a fortalecer esta parte de atención a las causas. Eso es lo primero”.
Con información de Crónica