Los hombres nos estamos quedando atrás
Mario Báez
La lucha de las mujeres en defensa de sus derechos, los cambios en los sistemas productivos y las innovaciones tecnológicas han provocado que las competencias y habilidades se adquieran a través de la educación, campo en el cual los hombres deben competir con las mujeres en un mercado de “competencia perfecta”; y en cual los hombres estamos perdiendo la batalla.
Este tema lo trata de forma magistral el investigador Richard Reeves, del centro de pensamiento Brookings Institution de los Estados Unidos en su libro Of Boys and Men: Why the Modern Male Is Struggling, Why It Matters, and What to Do about It (De muchachos y hombres: Por qué el hombre moderno está luchando, por qué importa y qué hacer al respecto).
Dicho trabajo presenta datos que demuestran cómo los hombres en Estados Unidos –y otros países como son El Reino Unido, Canadá y Australia, entre otros– están rezagados en el rendimiento académico en casi todos los niveles, lo cual es demostrado por las tasas de graduación, rendimientos en pruebas estandarizadas y calificaciones por desempeño; en todas las cuales las niñas tienden a superar a los niños.
Por ejemplo, en todos los estados de EU las niñas también tienen más probabilidades de graduarse de las escuelas secundarias a tiempo, son mejores estudiantes y obtienen un rendimiento significativamente mejor en las pruebas estandarizadas de lectura que los niños (y aproximadamente igual en matemáticas).
Además, afirma Reeves:
Las jóvenes tienen más probabilidades que sus contrapartes masculinas de obtener un título de licenciatura. Mientras en 1970 en los EEE.UU, sólo el 12 por ciento de las jóvenes (de 25 a 34 años) tenía un título de licenciatura, en comparación con el 20 por ciento de los hombres, lo que representaba una brecha de ocho puntos porcentuales; en el año 2020, ese número había aumentado al 41 por ciento para las mujeres pero sólo a 32 por ciento para los hombres, lo que representa una brecha de nueve puntos porcentuales, ahora en la dirección opuesta.
A lo largo de su libro, Reeves establece que este cambio va dejando a muchos hombres y niños en una posición de desventaja en varias áreas de la vida, con consecuencias negativas en su salud mental; a la vez que discute sobre la necesidad de implementar programas de apoyo que fomenten el interés y la participación de los niños en la educación, así como otros que ayuden a disminuir la situación de desesperanza que empiezan a observarse en los hombres.
Las consecuencias de este fenómeno en el funcionamiento de los hogares de matrimonios de sexo opuesto están siendo significativas en este país.
De acuerdo al trabajo For Women’s History Month, a look at gender gains –and gaps– in the U.S. (Para una historia del mes de la mujer, una mirada a las ganancias de género -y brechas- en los Estados Unidos), publicado por Pew Research Centre en febrero de este año, las mujeres ya superan en número a los hombres en la fuerza laboral con educación universitaria, representando ahora un 51% de los mayores de 25 años desde finales del 2019. Y que conste que las mujeres aún siguen teniendo una mayor responsabilidad en el trabajo doméstico y del cuidado del hogar, y por ende, resultan más afectadas por eventos inesperados como el covid, que obligó a muchas de ellas a abandonar sus trabajos para poner una mayor atención a estos asuntos.
Pero todavía más, el informe de Pew Research indica que la proporción de mujeres que ganan tanto o más que sus parejas del sexo opuesto en EU se ha triplicado durante los últimos 50 años ascendiendo a alrededor de un tercio de los hogares (un 29%); además de que hoy un 16% las mujeres actúan como únicas proveedoras económicas de los mismos.
Si a esto agregamos que la deslocalización de las industrias de EU hacia países con costos laborales más bajos iniciada a partir de los años 70 –especialmente en sectores como la manufactura que históricamente ha tenido una mayor concentración de trabajadores masculinos– ha llevado a la pérdida de empleos bien remunerados que tradicionalmente desempeñados por hombres que sostenían a muchas familias.
Esto ha influido que muchos hombres hayan desarrollado una nostalgia por el rol macho alfa, que se ha manifestado –entre otras cosas– en el apoyo otorgado por los hombres a Donald Trump en las elecciones de 2016 y de 2020, en las cuales obtuvo alrededor 63% y 57% de los votantes masculinos en dichos certámenes, respectivamente, y que hoy supera a Kamala Harris por unos 12 puntos en este segmento de los votantes; en lo que me permito calificar como un “voto de enojo”. Es la añoranza de tiempos pasados de un hombre dominante que no volverán.
A este malestar en los hombres algunos autores atribuyen que estos representen entre 70 y 75% de las muertes ocasionadas por el uso de opioides sintéticos como el fentanilo –las llamadas muertes por “desesperanza”– y a que los hombres hoy constituyan casi 75% de los suicidios.
Dadas las circunstancias, como dijo Edmund Burke, el mayor error que se puede cometer es “planificar el futuro pensando en el pasado”. Si queremos crear hombres de éxito, hagamos que los niños y los jóvenes compitan con las niñas y las jóvenes en las escuelas, universidades y otros centros de aprendizaje, y que estos entiendan que deberán compartir el trabajo doméstico y del cuidado del hogar, ya que no son jóvenes con la mentalidad de sus madres las que tendrán como esposas.
Con información de Proceso