Trump y la sombra del marxismo chino, ¿inicia nueva Era para el capitalismo?

Jorge Retana Yarto

Las políticas de Trump buscan sustituir el paradigma del liberalismo económico, pero no anular el capitalismo: con los aranceles recíprocos, EU estima generar ingresos durante la próxima década por 6 billones de dólares. Con esta nueva estructura comercial, pretende redistribuir el flujo de ingresos desde su comercio externo, capturar una mayor proporción a su favor vía cobro de aranceles, redirigir flujos de inversión externa y nacional hacia sus propias industrias en decadencia, y ganar tiempo para su reestructuración en condiciones menos desventajosas con relación a las actuales. No obstante, el gran disruptivo del concierto globalista del capitalismo ha sido la República Popular de China, con una concepción distinta para su acción al interior de la globalización

Donald Trump procesa desde su gobierno nacional y con su equipo de asesores la sustitución del paradigma del liberalismo económico articulado a la reconfiguración del capitalismo mediante la globalización de los flujos e intercambios económicos, por medio del neoproteccionismo para la rehechura de la competitividad estratégica, la redistribución de los ingresos mundiales del comercio regional y global, articulado a una nueva concepción absoluta de la seguridad nacional de Estados Unidos, basada no sólo o principalmente en el poder militar y sus alianzas y bases militares, sino en torno al reposicionamiento mundial de la base nacional de su economía.

Uno de sus asesores, Peter Navarro, sostuvo el 30 de marzo de este año que, con una parte de dicha política, estiman generar 6 billones de dólares en ingresos durante la próxima década, lo que –aún ajustado a una inflación promedio– triplicaría el aumento histórico de impuestos del año 1942 para financiar su intervención en la Segunda Guerra Mundial (citado en un documento del Tesoro  de 2006, que refiere que en dicho momento, se recaudaron 10 mil millones de dólares, cifra que ajustada a la inflación, representa hoy 200 mil millones de dólares). Esto, dicho por quien es considerado el principal asesor del presidente Trump en la materia. Peter Navarro agregó: “el mensaje es que los aranceles son recortes de impuestos, son empleos, son seguridad nacional. […] Harán que Estados Unidos vuelva a ser grande”. Con ello, reiteró que no son como dicen los opositores impuestos que pagarán empresas y consumidores, sino los agentes económicos extranjeros. Ello, previo a la vigencia del arancel del 25 por ciento para China, Canadá y México en el comercio de autos importados, que representa uno de los mayores golpes al sector externo mexicano, a sus empresas integradas a la cadena de valor en este sector industrial (Chris Isidore, CNN, Economía y Dinero, 31 de marzo de 2025).

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El anuncio del presidente Trump del “Día de la Liberación” –cuando fijó aranceles recíprocos para todo el mundo– no escapa a lógica del funcionamiento del sistema socio económico capitalista, a su lógica de maximización de beneficios. Se estima que sólo estos aranceles recaudarán 600 mil millones de dólares al año, que son los 6 billones mencionados para la próxima década. Reconfigura así los ingresos nacionales, los beneficios para las empresas participantes en la cadena mundial de valor, así como la demanda de consumidores de vehículos importados, toda vez que aumentarán su precio en el mercado estadounidense. El objetivo último es la reconstrucción de la tasa de ganancias y la recaudación fiscal para el Estado nacional.

El presidente Donald Trump intenta, mediante un comportamiento teórico y político disruptivo, insertarse en los grandes escenarios pisados por los estadistas reformadores en la historia de EU. Hace 30 o 35 años (desde la década de 1990) la reconfiguración histórica del capitalismo como sistema mundial, apuntaba en un sentido contrario. Para entender mejor el cambio en proceso actualmente, es necesario recuperar la perspectiva histórica del trayecto de un sistema económico que ha representado un inmenso avance histórico, pero también grandes carencias para las mayorías sociales y dificultades sin fin para sus hacedores, no puede librarse de la competencia con sus rivales en el mercado, tampoco del costo de la mano de obra y su productividad, igualmente, de la fiscalidad del Estado que mejor lo representa y promueve, de la imperiosa necesidad de los “grandes saltos tecnológicos”, y por consecuencia, de la recomposición de la tasa de ganancias. Y no es “doctrinarismo”, sino una realidad implacable que se impone una y otra vez.

¿Cómo llegamos a este punto desde el paradigma anterior?, ¿este proceso de un paradigma sustitutivo constituirá una nueva Era del capitalismo mundial?  El gran disruptivo del concierto globalista del capitalismo ha sido la República Popular de China, con una concepción distinta para su acción al interior de la globalización: el gigante dormido despertó y avanzó. Además de “las cuatro modernizaciones”, esta concepción integró la dimensión política: un diálogo constructivo con EU y occidente todo, cuando era presidente Ronald Reagan.

El capitalismo globalista emergió en un contexto de crisis estructurales que requerían una superación hacia adelante, una vez derrotado el enemigo histórico: “el socialismo realmente existente” representado por “el campo socialista” formado sobre la base del poder del Estado y de la economía soviética, ante su incapacidad para superar su propia crisis que Mijaíl Gorbachov conceptualizó como “una palanca de freno” articulada a un excesivo burocratismo y corrupción, más privilegios extendidos de la llamada “nomenklatura”, del partido, el Estado y el ejército.

Sin homogeneidad, pronto la unificación doctrinaria del capitalismo en lo fundamental, se diversificó en tres versiones o estructuras nacionales distintas de ese capitalismo globalista: el estadunidense y el británico (anglosajón), el europeo encabezado por Alemania unificada, y el japonés, que irradió en Asia Oriental y Asia del Sur, resistiéndose al debilitamiento sustantivo del Estado interventor en la economía y la sociedad, aunque aceptaron la liberalización de los mercados, la apertura externa, la integración financiera regionalizada y el aceleramiento de la tasa de innovación tecnológica para sostener el capitalismo globalizado en términos de una estructura de ventajas competitivas como vía para triunfar en las regiones y luego o simultáneamente en la estructura global del mercado.

Se sostuvo por los teóricos más importantes, que este proceso se desarrollaba en un escenario marcado por la “neutralidad”, no había ventajas de partida, todo se construía a partir de aceptar las “nuevas reglas del juego”, de incorporarse a las estructuras en desarrollo, un discurso globalista plagado de ideología. Se planteó después que al tener un nuevo protagonismo las regiones (desde la integración de mercados liberalizados), los procesos de integración regional contratados entre Estados resultaban una vía ideal para lograr la acumulación de ventajas competitivas regionalizadas, en donde cada país aportaba sus atributos económicos para el éxito colectivo o bilateral.

En el capitalismo intensivo, es fundamental la innovación tecnológica a partir de la destrucción creativa (Schumpeter) expresada en tasas de productividad crecientes que abaraten el costo del capital y las nuevas inversiones, pero en una competencia abierta por el control de mercados en proceso de expansión, en donde el bajo costo de la incorporación tecnológica es también fundamental, la reducción del costo de la mano de obra cada vez más cualificada, comparativamente, es imprescindible.

Asociar países con industrias altamente intensivas en capital, abundancia de capital de inversión y con costos crecientes de mano de obra, con países de un costo comparativo menor en los costos de producción (incluyendo mano de obra, transporte, aduanas, fiscalidad) expresaba una fórmula de competitividad y penetración eficiente de mercados a costa de los rivales económicos. Pero es también esencial mantener los mercados nacionales, no sólo conquistar los mercados externos, y para ello era necesario, aprovechando los avances tecnológicos que permitieron descomponer los procesos industriales en distintas etapas, requería también pasar de los procesos trasnacionales a la fábrica globalizada, trasladando la parte más intensiva en mano de obra, a los países que tenían una oferta abundante de ella, y que con un adiestramiento esencial, podía generar como resultado un costo total de producción competitivo.

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El mismo proceso siguieron las tres versiones del capitalismo globalista dando como resultado el avance industrial manufacturero de los países que captan inversiones con gran requerimiento de costos competitivos. Pero este proceso históricamente ha sido progresivo y demandó trasladar cada vez en mayor extensión, procesos más intensivos en capital y tecnología, generando niveles más avanzados de asimilación tecnológica y mano de obra calificada. La diferencia del costo de producción era y es, entre 5 y 10 veces, lo que se volvió un factor determinante de la productividad, la inversión y la competitividad en las regiones y la economía globalizada misma.

Reseñamos este proceso porque la decadencia de Estados Unidos dentro de la globalización económica que tanto le benefició en sus primeras décadas, es precisamente esta: perdió competitividad (con todo lo que implica) dentro de sus industrias y dentro de los mercados de sus socios comerciales, ante otros competidores de talla mundial que asumieron las “nuevas reglas del juego” (el nuevo paradigma) y han superado a EU en ambos espacios: en los mercados nacionales y en los mercados regionales y globales. En México, esto es evidente y estadísticamente comprobable de manera contundente. En esta variable, podemos resumir la problemática estructural, no momentánea o pasajera, de EU, lo cual requiere varios años de reestructuración de sus procesos industriales, tecnológicos, de productividad y competitividad.

En este contexto, la nueva estructura comercial lanzada para su inserción económica regional y global, cuyo eje es una nueva subestructura arancelaria, pretende tres logros, principalmente: redistribuir el flujo de ingresos desde su comercio externo capturando una mayor proporción a su favor vía cobro de tarifas arancelarias, redirigir flujos de inversión externa y nacional hacia sus propias industrias en decadencia, y ganar tiempo para su reestructuración en condiciones menos desventajosas con relación a las actuales.

Con ello se pretende poner en funcionamiento una política nacional de contención del proceso actual de decadencia. Algunos ya le llaman “política de reindustrialización”, como se denominó al programa económico de Ronald Reagan en su momento, que en realidad tuvo mayores variables y alcances: la reaganomics. Otros estudiosos, por el contenido socio político e ideológico la denominaron “revolución conservadora”, incluso, por las bases teóricas de su doctrina económica.

Los dirigentes del partido y del gobierno chino –no solamente ellos, pero si principalmente– entendieron perfectamente bien el proceso de debilitamiento y crisis final del socialismo soviético convertido en modelo a seguir, además de toda la problemática socio política, ideológica e institucional, que avanzó desde la década de 1970 (el punto de inflexión del modelo de socialismo en China, cambió a partir del “programa de las 4 industrializaciones” lanzado por Deng Xiaoping en 1979, que sepultó una parte del maoísmo) en cuanto a que si el socialismo fracasa o se empantana en la generación progresiva de riqueza, su liquidación histórica está cerca. Se orientaron, no por una economía estatizada casi en su totalidad, sino de inversión y producción mixta con apertura externa, cunado las condiciones lo permitieron para volcarse hacia el exterior a competir en las regiones y en el globalismo, marcado por su ingreso a la OMC en 2004.

Dentro de esta superación de parte del “socialismo chino” sobre las tres versiones del capitalismo globalista, hay poca consideración ente los analistas, hacia las diferencias de las culturas asiáticas –especialmente la de China– con las culturas de la civilización occidental, atlántica (el caso con Japón es especial), que inciden en los procesos estatales, del trabajo, del ahorro y la inversión, del gasto y consumo, es decir, en el ciclo político y económico dentro de un sistema de economía abierta y competitiva.

Lo que los especialistas llaman la cultura oriental, tiene como expresión histórica a China, Japón, India y Asia islámica; nos centraremos en China, pero ¿por qué es muy importante la cultura al interior del sistema socio económico? En primer lugar, la historia cultural genera diferencias producto de las condiciones materiales en las que la misma se inserta y actúa, es su escala de valores colectivos los que le dan congruencia al proceso de adaptación a las cambiantes situaciones histórico-sociales. La filosofía legendaria en varios de tales países y en China, es el confucianismo y neo confucianismo, y son determinantes de conductas y relaciones sociales, articulada en forma desigual, en Corea, China, Japón o Vietnam, y otros, muy influyente en las propias respuestas ante el avance occidental y su filosofía y doctrinas en la región, generando productos históricos distintos, aunque con bases en común.

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No hay espacio, pero diremos brevemente que la diferencia entre el confucianismo, y el neo confucianismo, es que este último centra su fuerza cultural en las enseñanzas y doctrina específica del propio Confucio, el gran sabio de la cultura china y oriental, y el primero centra sus fortalezas en la dinastía Zu que se desarrolló en la parte occidental de China. Por ello, el referente principal de las enseñanzas del neo confucianismo cambió desde “Los Cinco Clásicos” a “Los Cuatro Libros”. Ahora bien, el neo confucianismo está integrado por dos cuerpos doctrinarios, el budismo y el taoísmo, fusión producida mediante las actividades de los pensadores de la dinastía Song (o Sung) que se desarrolló en el periodo de 960-1279. Esencialmente enseñan: la buena conducta en la vida, el buen gobierno con honestidad y sabiduría, la justicia y el respeto a la jerarquía, el cuidado de la tradición, el estudio y la meditación.  (Enciclopedia, Significados, Sección Religión y Espiritualidad)

En ese tenor, el neo confucianismo, como el protestantismo occidental (calvinista o luterano), es una filosofía con valores abiertos al progreso material de la sociedad, a la acumulación de riqueza. La inmensa pobreza existente en China, se explica, por las condicionantes materiales de su historia, pero no por las bases filosóficas y doctrinarias vigentes por siglos, no tiene y no tuvo en esos espacios, bloqueos de educación y cultura para asumir los términos indispensables de la adaptación a las “nuevas reglas” del capitalismo globalizado, articuladas con sus tradiciones filosóficas milenarias que le fueron dando contenido, funcionalidad y razón de ser a las instituciones en su prolongado trayecto social.

Así, en segundo término, al no ser un sistema cultural de valores cerrado, fueron una sociedad y Estado preparados para la adaptación dinámica y creativa, y no como fue el ejemplo del islam asiático tradicional, incapaz de adaptarse al nuevo paradigma del capitalismo globalista, abierto, con nuevos valores sociales. Por ello, en tercer término, un pensamiento originario que es conquistado por culturas con sistemas de valores e instituciones distintos, genera una subcultura que coexiste con la cultura predominante, externa, lo que resulta en híbridos complejos para asumir las nuevas tareas, habiendo en ocasiones una lucha cultural prolongada que impide el desarrollo material; tal vez, India e Irán hoy sean ejemplos válidos de esto, en alguna medida. (Obregón, Carlos, Nueva Imagen, 1997)

Ello dilata los procesos de inserción en la generación de riqueza. Es la ética política y la visión filosófica de la sociedad, expresada en los programas de los gobernantes, más la lucha político-social, la que define la distribución de esa riqueza, la flexibilidad de sus instituciones para el efecto y para operar las transformaciones necesarias. Pero nada más lejano que pensar que China partía casi de cero, al contrario, tenía avances muy importantes en la industria, la tecnología y el comercio (norte de China) y a partir de siglos más atrás, con la adopción del papel moneda y de la navegación. (Kennedy, Paul, 27-65, 2007)

Henry Kissinger sostuvo en su amplio estudio sobre este país que ha robado el sueño a los últimos gobernantes en EU: “China es singular. No existe otro país que pueda reivindicar una civilización tan continuada en el tiempo, ni un vínculo tan estrecho con su antiguo pasado y con los principios clásicos de la estrategia y la habilidad política” (2012). Agrego: cuando China enfrenta las artificiosas “guerras del opio” impuestas por Occidente, China tenía un PIB 60 por ciento superior al de Occidente, región a la que consideraban los gobernantes de la dinastía Ching “región de bárbaros”.

La emergencia multifacética del poderío chino en nuestros días ofrece dos grandes lecciones: la derrota del comunismo durante la guerra fría y el Orden Bipolar, o del marxismo si se quiere: i) fue una victoria parcial y transitoria del sistema capitalista a escala mundial. El líder del capitalismo globalista Donald Trump hoy se declara anti globalista porque reconoce la superioridad de la economía china en distintos sectores de la industria y los servicios modernos y genera un repliegue estratégico con una ofensiva que apela a los valores del capitalismo del siglo XX, antes de que se consume una derrota total frente al poderío chino, como el que ellos proclamaron a principios de los años 90 pasados, ante la debacle del socialismo soviético.

Hoy el eje de las transformaciones para el progreso económico y social, no están en occidente, ni en toda Asia, sino en la economía china asumiendo el paradigma capitalista de fines del siglo XX y principios del siglo XXI, no sólo con industrias de gran expansión nacional y mundial, cuya organización y tecnología deslumbraban al mundo, y mucha fama y orgullo dieron a los pesadores y gobernantes occidentales, sino además, con conquistas sociales que constituyen avances de la humanidad hacia la primera mitad del siglo XXI. Inimaginable éxito que no ha concluido. Es una gran derrota, aunque aún incompleta, del atlantismo capitalista. Hay que subrayarlo porque quedará inscrito en los grandes anales de la historia.

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El capitalismo globalista desarrolló un ataque mortal al Estado, a la política social, a los instrumentos de regulación del mercado, concibiendo al mercado como una institución antípoda del Estado, y señalando a este último, como el culpable de la crisis de la década de 1970, de finales de la década de 1990 y principios del siglo XXI. Sus bases teóricas y doctrinales son conocidas como el pensamiento institucionalista y la elección pública, la teoría económica neoclásica y el liberalismo clásico decimonónico en cuanto al comercio libre. China reconstruyó el Estado, la economía pública y logró una articulación con el mercado, desatando un proceso de apertura externa controlada, gradual, reivindicando la política social como esencia del desarrollo económico.

Xi Jinping, declaró en el contexto de la crisis desatada por el trumpismo, y en el último congreso del Partido Comunista de China, que el marxismo ha sido la base de la transformación de la economía, y que dicha ideología y teoría permitió a su país convertirse en un ejemplo único de desarrollo moderno, y ha sido a partir de la revolución, la reforma y la construcción, sustentadas en esta visión del mundo”.

Ninguna teoría, ninguna reflexión histórica, ninguna metodología con las herramientas del análisis científico en las ciencias sociales, logró posicionar el conocimiento humano en la esencia, naturaleza, lógica de funcionamiento y proyección histórica del capitalismo, y ninguna ha sido tan profundo y acertado como el logrado por el marxismo. El fracaso soviético fue soviético, no universal como lo han querido presentar por 35 años los ideólogos del capitalismo liberal e integracionista. Terminó diciendo el presidente de China: “hay países que diseñan el futuro desde el pasado”. Se oyó hasta la Casa Blanca, en Washington DC.

ii) Los avances en la sociedad humana, en los seres humanos, son impresionantes, además, reconocidos por medios de comunicación occidentales: en los programas contra la pobreza extrema en china, trabajaron intensamente tres millones de servidores y funcionarios públicos, de 2012 a 2021, para que casi 100 millones de personas dejaran la situación de pobreza extrema, un logro social y humano descomunal, a la par que avanzaba la tecnología, la economía, el poder militar, la alimentación popular. Y lo más importante, es que fue una de las más relevantes iniciativas de Xi Jinping, un auténtico hito humano, un gran regalo en el 100 aniversario de la fundación del Partido Comunista chino, por Mao Tse Tung. El programa costó 1.6 billones de yuanes, es decir, cerca 248 mil millones de dólares americanos. Recordemos que los aranceles del 25 por ciento a los automóviles de importación de México, Canadá y China, recaudarán 600 mil millones de dólares. Con poco más de la tercera parte lograron la proeza en China en el mismo periodo aproximadamente.

Es importante consignar que el criterio de medición y clasificación en China de la pobreza extrema se define en un nivel de poder adquisitivo real de 2.2 dólares por día, algunos opinan que, por debajo de lo que recomienda el Banco Mundial, pero, en fin, es otra clasificación.  En otros casos el BM clasifica a este tipo de personas con un ingreso de 1.9 dólares por día. Y además se rehabilitaron viviendas en las que habitan más de 9.6 millones de personas, reubicadas desde las áreas de mayor pobreza, dada la escasez de agua y el inhóspito acceso para los alimentos. Para el occidente capitalista, estos datos ocultan masivas violaciones a los derechos humanos. ¿EU respeta los de millones de inmigrantes?  En ese mismo periodo China pasó de aportar al PIB mundial del 1.5 por ciento, al casi 16 por ciento.

Adicionalmente, en un informe conjunto de China y el Banco Mundial se reconoce que, desde finales de la década de 1970, China ha sacado de la pobreza 800 millones de personas, es decir, en 40 años, lo que representó cambiar la realidad de cientos de millones de seres humanos. Aquí tenemos también un nuevo paradigma de combate a la pobreza con alcance para cientos de millones de personas. (Comunicado de Prensa conjunto, 1 de abril, de 2022).  En China según el propio Banco Mundial registraba en el año de 1981, 878 millones de pobres por debajo de la línea de 1.9 dólares al día por persona. Eso es progreso humano en los términos básicos, de allí para arriba (Progresive International, enero de 2024).

Un tema fundamental para estos logros es la obtención de un ciclo mediano de crecimiento de la economía a tasas superiores al 10 por ciento del PIB anual, tasas de ahorro interno del 47 por ciento del PIB, y tasas de inversión del 40 por ciento del propio PIB, sostenidamente. Tampoco hay grandes secretos económicos en ello, las leyes de la macroeconomía son claras a este respecto, pero lo trascendente es lograrlo distribuyendo los beneficios del crecimiento hacia abajo, no hacia arriba.

Donald Trump y sus Órdenes Ejecutivas se orientan a la creación de las bases de un nuevo sistema internacional empezando por retraer el orden comercial libre del capitalismo globalizado, para financiar sin déficit sus importaciones y financiar también el déficit de las finanzas públicas, variables macroeconómicas que en tiempos de Reagan otros les denominaron “los déficits gemelos”, con los cuales la economía estadounidense coexiste desde hace décadas, se alejan y reaparecen. Otro tema estructural.

Trump hoy con sus políticas comerciales marca la agenda global, pero evidencia que, contra la tesis generalizada de la mayoría absoluta de pensadores del globalismo capitalista, la globalización sí es plenamente reversible.

En los años de la concepción del sistema internacional como una estructura de centro-periferia, de países pobres y países ricos, que tanto explotaron los teóricos del dependentismo latinoamericano, pensar que el curso de la historia estaba marcado por determinantes inherentes al desarrollo de los países del capitalismo occidental, hacía inconcebible lo hecho hoy por la economía china, pero en el campo del marxismo, en donde hay muchos análisis de sus mejores teóricos sobre las determinantes y formas del cambio mundial,  uno de esos casos es que se discutía la validez y pertinencia de la Ley del Desarrollo Desigual y Combinado, en donde se asientan las bases para entender cómo países que están en una posición subordinada en la estructura internacional, pueden pasar a ocupar espacios de liderazgo y supremacía sobre quienes antes eran los poderes dominantes en dicha estructura. Se trata de una alternativa intelectual, una categoría de análisis para investigar y/o comprender los trayectos históricos de los países, naciones, sociedades, Estados e instituciones, empresas, y organizaciones diversas, al no existir el desarrollo homogéneo de tales entidades históricamente, en sus tendencias generales, en la Era precapitalista y capitalista y en sus distintas fases.

El mejor ejemplo es Estados Unidos, que pasa de un estatus colonial a mediados y finales del siglo XVIII , al de una potencia mediana a mediados del siglo XIX ,y luego  a una posición de república imperial (como la llamó Reymond Aaron) a finales del XIX y principios del siglo XX, finalmente, en la segunda posguerra es la potencia hegemónica dentro de la estructura del capitalismo, dejando atrás a su anterior Estado colonizador, la Gran Bretaña y muy atrás a los viejos imperios coloniales,  España, Francia, Bélgica, Holanda y Portugal, y destruida a la hasta entonces potencia asiática, Japón, y a una China en efervescencia  revolucionaria.

En consecuencia, muy resumidamente, esta ley del desarrollo histórico ha actuado en la etapa actual del capitalismo evidenciando la superioridad del desarrollo chino frente al capitalismo globalizador, manifestando el encumbramiento de China por encima del capitalismo europeo y asiático, y parcialmente del capitalismo anglosajón de los EU. Porque esta ley establece que el factor más importante del progreso humano es el dominio y desarrollo sobre los factores productivos, que conlleva la apropiación creativa de la naturaleza, de sus variados recursos.

Ello se produce de manera desigual, a ritmos diferentes en los diversos segmentos de la sociedad, la economía, la tecnología, las instituciones públicas, etc., de tal manera que en dicho proceso se alternan las formas avanzas con formas en rezago, cuya complementariedad es transitoria porque terminan predominando unas sobre las otras, siempre, las formas más avanzadas del desarrollo sobre las más retrasadas, de lo cual surgen formas de desarrollo peculiares, específicas, produciéndose oscilaciones imprevistas, saltos cualitativos en el desarrollo social o nacional, generando la aptitud de unas sociedades antes retrasadas para superar a otras que tenían un status de mayor avance relativo o comparativo, y se presentan en los más diversos procesos histórico-sociales (Novak, George, Bogotá, 1974).

Hoy China es el mejor ejemplo, y es la primera economía del mundo en orden al método de cálculo económico que desarrolla el FMI llamado “paridad del poder adquisitivo”. Es la mejor evidencia como antes lo fue Estados Unidos.

Dice Juan Esteban Orduz en El País que el gobierno de Trump es el gobierno de la emocionalidad, el desconocimiento, el desorden y la arrogancia”, la incertidumbre y las contradicciones que terminarán aislando a EU, por sus decisiones impulsivas. Considero que es verdad, pero no siento que hay improvisación, sino que las líneas maestras de este gobierno están en un documento de la Fundación Heritage, llamado “Proyecto 2025”, que ya se expresa en la praxis política del gobierno.

La lucha política dentro de EU definirá la continuidad o ruptura de este proyecto que tiene muchas condenas políticas y morales, pero menos explicaciones desde una perspectiva histórica, como lo hemos intentado aquí.

El periódico The Angeles Times constató que hay organizaciones en 50 estados de la Unión Americana que procesan una organización de oposición a Trump y tratan de unificar los tiempos y acciones en una misma agenda. (Barrow, Kramon y Lathan, 4 de marzo de 2025). Mientras el Partido Demócrata sin un sólido liderazgo (Kamala Harris desapareció del escenario post electoral) y un programa alternativo, se encuentra rebasado por la contundencia de las reformas impulsadas por el MAGA (Make American Great Again), con apoyo en quienes ejecuta en tiempo récord el presidente Trump los cambios más importantes de los últimos 30 años, por lo menos. Los demócratas se han concentrado en el Congreso, en sus liderazgos, pero con opiniones muy divididas.

James Carville, líder político demócrata con presencia mediática, ex asesor de Bill Clinton ha planteado la postura más polémica:

No hacer absolutamente nada. Su tesis es que, en este segundo mandato, en lugar de priorizar los temas por los que hizo campaña (seguridad pública, inmigración, la frontera y, sobre todo, la economía e inflación), Trump ha optado por desmantelar el Gobierno federal aliándose con Elon Musk. Pero que “no hay nada que los demócratas puedan hacer legítimamente para detenerlo, incluso si quisiéramos. Sin un líder claro que exprese nuestra oposición y sin control en ninguna rama del gobierno, es hora de que los demócratas se embarquen en la maniobra política más audaz en la historia de nuestro partido: dar marcha atrás y hacerse los muertos. Permitir que los republicanos se derrumben bajo su propio peso y hacer que el pueblo estadounidense nos extrañe. Silencio hasta que la administración Trump haya caído en picado hasta un porcentaje de aprobación pública de entre el 40 y el 30 por ciento en las encuestas. Hasta entonces, estoy pidiendo una retirada política estratégica” (El Mundo, Suanzes, R. Pablo, 11 de marzo de 2025).

En contrario, David Axelrod (del equipo de Obama) sostienen que las bases demócratas están ansiosas de ver a sus dirigentes luchar, pero sin un liderazgo fuerte, confrontar hoy al gobierno no parece prudente. Katherine Clark congresista de la minoría demócrata, sostiene que: “nuestro mensaje a los americanos es que no les vamos a abandonar, no vamos a dejar que les roben la salud, los programas de ayuda, las subvenciones a los granjeros para que haya otra rebaja de impuestos a los millonarios. Vamos a luchar por vosotros”. Hay también cierta visión de escoger tácticamente cada batalla, no ir al choque frontal (Ídem).

Es una pésima postura de los demócratas desviar la atención de los temas sustantivos que está realizando Donald Trump, situándose en una postura de “belicismo anti ruso y pro Zelenski”. Pero ello a pesar de lo absurdo, expresa también otra faceta de dualidad de la oposición que se desarrolla en EU:

La dinámica política detrás de este cambio es clara: existen dos formas fundamentalmente diferentes de oposición al Gobierno de Trump. Existe una creciente oposición de la clase trabajadora a sus ataques a los programas sociales fundamentales, su destrucción de los derechos democráticos, su persecución de los inmigrantes y su apoyo al genocidio de Gaza. Y existe la oposición de sectores significativos de la clase dominante, que se oponen a los cambios en la política exterior de Trump, particularmente en Ucrania” (World Socialista Web, Martin y Kishore, 5 de abril de 2025).

Todo indica que Donald Trump cursará por un periodo, quizá no muy largo, de ejercicio omnímodo del poder, hasta que las huelgas obreras y las movilizaciones populares, así como la necesidad de luchar de los demócratas y que sea entendida por la cúpula del partido, se haga presente, para tener la posibilidad real de lograr recuperar la mayoría en la Cámara de Representantes y detener un intento de Trump de cambiar la constitución y reelegirse.

Mientras tanto, no podrá evitar que la sombra del exitoso marxismo chino le agobie, se le oponga en la arena internacional y en los flujos de comercio e inversión mundializados en donde China ha logrado ya un avance fundamental.

Con información de Contralínea

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