México y la Embajada estadunidense

Ruth Davila
En pasados meses leí a varios articulistas de La Jornada mencionar la imperiosa necesidad de estudiar al vecino del norte. Y es que eso incluso debería de ser una cuestión estratégica y de seguridad nacional (esto último, si la visión de seguridad nacional en México no estuviera sometida históricamente a la visión estadunidense). Es ya un lugar común, y más o menos decir en tono de broma, que si en Estados Unidos no ocurren golpes de Estado es porque no hay embajada estadunidense. Y es que, históricamente, existe la evidencia de ello: el país vecino ha estado involucrado en estas acciones en diversos países del mundo. En México, es por todos conocido que el embajador Henry Lane Wilson jugó un papel central en el golpe a Francisco I Madero. Escribo estas líneas a propósito de la acreditación del nuevo embajador estadunidense en nuestro país, Ronald D Johnson, y para sumarme al llamado de la necesidad de estudiar y conocer la historia de EU.
Johnson, de acuerdo con su biografía en Wikipedia, “ha servido en el Ejército de los Estados Unidos como oficial por más de tres décadas. Luego fungió como miembro de la inteligencia estadounidense, específicamente como Enlace de Ciencia y Tecnología de la Agencia Central de Inteligencia [CIA], con el Comando de Operaciones Especiales de los Estados Unidos”. El Comando de Operaciones Especiales de los EU es “el Mando Combatiente Unificado encargado de supervisar los diversos Mandos de Operaciones Especiales del Ejército, Fuerza Aérea, Armada y Cuerpo de Marines de las Fuerzas Armadas de los EU. El mando es parte del Departamento de Defensa de los Estados Unidos. Desde su activación, en 1987, ha participado en múltiples operaciones, desde la invasión de Panamá en 1989 a la actual guerra contra el terrorismo. Asimismo, realiza numerosas misiones clandestinas o encubiertas, como la acción directa, reconocimiento especial, contraterrorismo, defensa interna-externa, guerra no convencional, psicológica y antinarcóticos.” Una trayectoria interesante, por decir lo menos.
Pero históricamente, los embajadores y funcionarios de aquel país en México han tenido perfiles reveladores. Es el caso del embajador John Gavin, en tiempos de Ronald Reagan. “Gavin provocó fricciones con sectores políticos mexicanos; polemizó sobre temas internos; se mostró públicamente con dirigentes de partidos políticos de derecha; enfatizó el resentimiento mexicano respecto a EU; promovió las inversiones de su país y renovó las presiones para privatizar y abrir la economía nacional al exterior. En suma, Gavin intentó introducir a Estados Unidos como factor de poder en México, y buscó un lugar para la embajada norteamericana en el sistema político mexicano”, se describe en la contraportada del libro Operación Gavin. México en la diplomacia Reagan, de Carlos Ramírez. Quien no lo recuerde, o lo desconozca, John Gavin, al igual que Reagan, fue actor de cine.
Otro personaje no menos “interesante” (y siniestro) es John Dimitri Negroponte, quien fuera embajador en México a finales de la década de 1980, exmiembro de la CIA con acciones en Vietnam y, más tarde, implicado en operaciones de la contra en Nicaragua. Fue también embajador de Honduras, desde donde operaba estas acciones que más tarde lo vincularon con el caso Irán-Contras. Es conocido su oscuro papel en la organización de la Operación Cóndor al lado de Henry Kissinger. “Fue nombrado por el Congreso de la Unión de México como ‘persona non-grata’. Famoso por ‘armar guerras’, ha colaborado a la inestabilidad de varios países y formado guerrillas internas, así como golpes de Estado.”
Estos son algunos de los perfiles que han pisado la Embajada de Estados Unidos en México, finísimas personas. A la víspera de entregar sus cartas credenciales ante las autoridades mexicanas, y de tener una reunión con el canciller Juan Ramón de la Fuente, Ronald Johnson se reunió en una cena privada con Eduardo Verástegui, y publicaron la foto de la velada en la que el embajador le dijo al otrora actor de telenovelas: “mi hermano”. De acuerdo con la información consignada por La Jornada, “la reunión fue difundida el sábado por el propio Verástegui en redes sociales, donde publicó un video de la recepción, también compartido por cuentas afines a grupos de derecha, como @DerechaDiarioMX.” Más adelante señala que la cena fue organizada por el propio Verástegui, quien “ha sido un activo participante en foros de ultraderecha en América Latina y Estados Unidos, donde ha compartido cartel con figuras como el presidente argentino Javier Milei.”
Podríamos seguir referenciando a los personajes tan nobles y notables que han pasado por las oficinas de Paseo de la Reforma número 305 a lo largo de la historia. La filtración masiva de Wikileaks sobre México revela las interesantes tareas que han realizado en los últimos años los embajadores estadunidenses en México. Invito a las y los lectores a revisar la compilación que hizo La Jornada, a quien se le entregaron 250 mil cables, de los que 13 mil fueron desclasificados. Las informaciones ahí reveladas provocaron la salida de Carlos Pascual, embajador de EU durante el gobierno de Barack Obama.
Ruth Dávila*
*Directora de la División de Estudios Multidisciplinarios del Centro de Investigación y Docencia Económicas, CIDE
Con información de Contralínea