Las novelas del boom; revolución en la literatura
Carlos Ramírez
La principal característica en la producción literaria del llamado boom latinoamericano fue englobada en una aportación estilística del lenguaje para abordar situaciones de la cotidianeidad social. El boom no comenzó con Rayuela (Julio Cortázar) en 1963 ni alcanzó su punto culminante en 1967 con Cien años de soledad (Gabriel García Márquez).
Podemos ubicar aportaciones literarias previas que habrían roto con la continuidad de estilística y planteado lenguajes y temáticas, pero que no encontraron apoyos comerciales: Juan Carlos Onetti con Astillero en 1961, José Lezama Lima con Paradiso en 1966, Alejo Carpentier con El reino de este mundo de 1949, Ernesto Sábato con Sobre héroes y tumbas en 1951, Leopoldo Marechal con Adán Buenosaires en 1948, Miguel Ángel Asturias con El señor presidente en 1946 y Carlos fuentes con La región más transparente en 1958.
El boom, por lo tanto, fue una muy buena promoción literaria impulsada por el espíritu comercial de la representante española Carmen Balcells, porque pudo convencer a las editoriales de tirajes masivos y colocó a los autores en espacios mediáticos entonces desconocidos, y a ello contribuyeron las características personales de los autores: Cortázar, Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa. Como aquí se ha subrayado, el espacio mediático fue geopolítico: la revolución cubana y el liderazgo carismático de Fidel Castro como héroe existencial –la existencia que precede a la esencia– y el cóctel –agitado, no revuelto– se llamó boom literario latinoamericano.
Las cuatro obras esenciales de los autores del boom cumplieron todos los requisitos de ruptura estilística y temática literarias: Rayuela con el lenguaje y la construcción de un mundo aparte, Cambio de piel potenció el sacudimiento literario que ya había removido La región más transparente, Cien años de soledad fue lo más cercano y sublime de América latina como un mundo mágico, real y maravilloso y La ciudad y los perros abrió nuevos caminos estilísticos.
Hasta donde se tienen datos, ninguno de los cuatro autores del boom se sentó a escribir la gran obra maestra, sino todos, en el modelo de Vargas Llosa, encontraron salida literaria a sus demonios internos. Inclusive, tres de los cuatro autores centrales del boom, eso sí, quedaron atrapados en las redes de sus propias obras maestras: Cortázar no pudo superarse, Fuentes solo produjo su monumental e incomprendida novela Terra Nostra y lo demás fue repetición de sí mismo, García Márquez no pudo reproducir el espíritu creativo de Macondo y sus dos propuestas posteriores —El otoño del patriarca y El amor en los tiempos del cólera— no pudieron superar a su obra central.
El único que pudo avanzar en sus propuestas literarias como si fuera una carrera de obstáculos fue Vargas Llosa, con cuando menos, entre otras, cuatro obras superiores: La tía Julia y el escribidor (1977), La guerra del fin del mundo (1981), La fiesta del chivo (2000) y Tiempos recios (2019), pero ninguna de ellas logró engarzar el ritmo de ascenso creativo qué tuvieron sus novelas magnas: La ciudad de los y los perros a La casa verde y de ahí a su obra máxima –por propuestas narrativas, estilísticas y temáticas– Conversación en La Catedral.
Por sí solas, las obras del boom representaron una ruptura literaria significativa y atrajeron la atención de los lectores, pero en realidad fue la promoción comercial de Balcells la que generó la euforia. Los intelectuales de la revolución cubana percibieron con mucho sentido político la utilidad de autores y obras para consolidar el movimiento político en la isla y proyectarla hacia el mundo, pero estableciendo una condicionalidad que ninguno de los cuatro autores del boom quiso aceptar de manera integral de escribir para exaltar la revolución. Cortázar hizo un gran esfuerzo en 1973 con Libro de Manuel, pero no sólo no superó a Rayuela sino que quedó muy abajo de esa gran novela de exploración psicológica 62: modelo para armar (1968).
En una polémica de 1969, el ensayista colombiano Oscar Collazos abrió un gran debate en la revista Marcha, de Uruguay, criticando a los escritores del boom, sobre todo a Cortázar, Vargas Llosa y Fuentes, con la argumentación de que su obra literaria después de sus textos centrales debería apoyar a la revolución cubana. La tesis central de Collazos fue muy simple: como si fuera posible para creadores que respondían a sus demonios, los escritores deberían de tomar como fuente política a la revolución para sus obras y también asumir los discursos políticos de Fidel Castro y Ernesto Che Guevara como punto de partida para crear literatura.
La respuesta más sincera y profunda fue la de Cortázar: la literatura de la revolución debería concretarse a “revolucionar la literatura”, llegando al punto en que no importaba la temática sino la forma en que el autor sacudía las modorras de los lectores; Vargas Llosa fue más racional y crítico y dijo que la fuente creativa de los escritores eran sus demonios personales y no discursos de coyuntura, por más ideológicos que quisieran ser.
La polémica de 1969 enfrió las solidaridades, complicidades y alianzas estratégicas entre los escritores del boom y el discurso ideológico de la revolución cubana, pero teniendo ya de modo subyacente la crisis intelectual de 1968 con la premiación y repudio institucional al libro de poemas Fuera del juego de Heberto Padilla. El libro fue premiado por la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, pero con un jurado ya con sentimientos anticastristas. Leído con objetividad, el poema era provocador, incluía muy severas críticas al liderazgo de Castro y anunciaba rupturas mayores. El libro fue editado de manera oficial, pero con un prólogo de protesta de las autoridades culturales de Cuba.
El colapso estalló en 1971 con el arresto de Padilla y su posterior confesión acusando a intelectuales no castristas de formar parte de un complot contra el gobierno. El libro Las cartas del boom (Alfaguara) recoge los intercambios de opiniones entre Cortázar, Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa y una lectura más allá de la textualidad pudiera encontrar razones personales, morales e ideológicas de la ruptura de los cuatro grandes del boom con Fidel Castro y la revolución cubana y ayudarían a entender las posiciones revisionistas de Cortázar con su poema Policrítica a la hora de los chacales en las que exaltaba de nueva cuenta la figura personal del caudillo Fidel y el colombiano priorizando su amistad personal con el comandante revolucionario.
Lo que queda de esta revisión del boom literario-político-ideológico latinoamericano todavía requiere de mayores reflexiones e indagaciones.
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