Desplazados por construcción de presa en Sinaloa siguen sin agua
Irene Sánchez
Casi dos años después de que fueron reubicadas en Nuevo Pueblo de Santa María y Anexas, las 45 familias desplazadas por la construcción de la presa Santa María, en el río Baluarte, aún carecen de agua potable debido a que el gobierno estatal, encabezado por Rubén Rocha Moya, ha incumplido su compromiso y sólo reciben el líquido mediante una pipa, pero resulta insuficiente, denunció el comisario Leónides García Sarabia.
En un documento dirigido al mandatario morenista, 45 familias externaron su molestia porque ha pasado el tiempo sin que se terminen los proyectos pactados, que fue el acuerdo para trasladarse al nuevo centro poblacional.
Recordó que la mayoría de las familias (excepto ocho, incluida la de él y su madre) atendieron la recomendación de dejar su terruño y trasladarse al nuevo Santa María, inaugurado por Rocha Moya el 25 de mayo de 2022, pese a que aún estaban inconclusos la clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social, el museo comunitario, la iglesia y un conjunto de viviendas, además de que los apoyos a los ganaderos todavía no llegaban.
Las autoridades del municipio de Rosario, en el sur del estado, dijeron que nunca se opusieron al proyecto hidráulico porque traerá beneficios para la agricultura y la ganadería.
El pasado 18 de diciembre, el presidente Andrés Manuel López Obrador inauguró la presa Santa María. Como parte del protocolo, accionó el interruptor que obturó la compuerta del tercer túnel de la obra, que tiene una cortina de 123 metros de alto, 782 metros de largo y una ataguía de 46 metros de altura, con lo cual se inició el llenado del vaso que generará energía eléctrica.
Los habitantes, quienes no fueron invitados al acto, afirmaron que donde vivían no faltaba el agua porque tenían el río y otros veneros, pero desde que cerraron los tres túneles del embalse para comenzar el llenado de la presa, el pozo que los abastecía se secó y el sistema de bombeo no lleva líquido al poblado.
Juan Silva, ex presidente de bienes comunales, denunció que al cerrarse los túneles el agua empezó a subir y cubrió el puente, por lo que no pudieron sacar sus cerdos y algunos chivos, y sería muy difícil recuperarlos porque buscarían refugio en las partes más altas.
Expusieron que lo mismo les pasó a las siete familias del poblado Las Mimbres, ubicado en la montaña frente al viejo Santa María, que no tuvieron apoyo de las autoridades para sacar sus animales de corral, burros y ganado porque el camino se cerró.
La última en irse
Leónides, su madre Aurelia y otros seis vecinos se negaron a dejar su hogar, como lo hicieron otras 40 familias hace cinco meses, cuando les avisaron que se cerraría el primer túnel y el agua empezaría a subir.
Maty, otra lugareña que tenía una pequeña tienda de abarrotes a un costado de la iglesia de La Purísima Concepción, fue sacada por la fuerza
por los propios habitantes el último día del año, cuando el agua ya había bloqueado el paso del único puente.
Cada vez que la gente le advertía que pronto subiría el agua, rompía en llanto, recordó Anastasio, un enfermero.
Como no disponían de una lancha para vadear el río, dijo Anastasio, la mañana del 31 de diciembre se encomendó a la Virgen de la Salud (en su casa tiene una capilla dedicada a ella) y con otros integrantes de su familia fueron por la mujer. Ese domingo improvisaron una pequeña balsa con tablas y tambos de plásticos que sirvieron de flotadores y lograron traerla al pueblo.