México-Estados Unidos en 2025, similares pero diferentes
Alicia Fuene
En 2024 mexicanos y estadounidenses fueron a las urnas y cambiaron presidentes y congresos; mientras en México elegimos a la primera mujer presidenta del país, en Estados Unidos repite su estancia en la Casa Blanca un polémico expresidente. Ambos mandatarios, sin embargo, son populistas, pero con proyectos políticos distintos.
Si tomamos en consideración que la democracia se compone, en términos generales, de participación política universal, pluralismo político y respeto a los derechos fundamentales ¿Qué señal mandaron los electores en nuestro país y en el vecino del norte en 2024? Al igual que en otras partes del mundo occidental, en las urnas se manifestó la frustración que sienten las mayorías hacia la democracia liberal.
En México, por primera vez una mujer porta la banda presidencial, pero dirige un proyecto que pareciera querer restablecer el sistema de partido único aplicado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) durante décadas, y cuyo rasgo distintivo era una presidencia todopoderosa a la que estaban sometidos los poderes legislativo y judicial. En pocas palabras, la democracia mexicana retrocedió al puro estilo de la dictadura perfecta, claro, con toques propios del siglo XXI, y lo hace respaldado por una mayoría de votos arrasadora.
En Estados Unidos, el presidente electo, además de ser un abierto misógino y xenófobo, es un delincuente declarado que enfrenta 34 delitos, entre ellos manejo irregular de documentos clasificados, interferencia en las elecciones estadounidenses de 2020 y el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Aun así, ganó el voto popular y electoral en la Unión Americana; un triunfo basado en una propaganda de temor hacia los migrantes y a las inquietudes económicas de los estadounidenses. Al igual que el caso mexicano, el partido político del próximo presidente de Estados Unidos tomará el control de la Cámara de Representantes y del Senado en 2025, lo que le permitirá sacar adelante sus promesas de campaña prácticamente sin oposición.
Si bien tanto en México como en Estados Unidos la participación ciudadana en los sufragios se decidió por Claudia Sheinbaum y por Donald Trump, no hay duda de que en los dos países se ha dado un severo golpe a la democracia liberal, debido a que en el 2025 una constante que se vislumbra es la ausencia de pluralismo político y de contrapesos y límites al poder.
Ni en nuestro país, ni en el vecino del norte puede haber reelección, pero en ambos casos habrá un intento de perpetuar los proyectos de país con las ópticas de los partidos políticos que respaldan tanto a Sheinbaum como a Trump, con su consecuente impacto en las instituciones gubernamentales. Tan sólo en México el viernes pasado se presenció la extinción de siete órganos autónomos sobre gestión de transparencia, evaluación, competencia económica, educación, telecomunicaciones y energía, y será en 2025 cuando se aprecie la forma en la impactarán en el futuro los ajustes que el Congreso realice.
En México, Claudia Sheinbaum tiene el reto de gestionar a las instituciones mexicanas que se le han confiado, manteniendo en las sombras un neoliberalismo que le permite evitar una disrupción económica, esto en medio de la crisis que le augura el presidente electo Donald Trump en varios frentes.
Sheinbaum es una científica de izquierda con la convicción de adaptación a la época en la que vivimos, mientras Trump es un reflejo de posturas políticas “oscurantistas” de la extrema derecha que hacen caso omiso a la evidencia científica, como en el tema del cambio climático y a la información que proveen los datos duros, como podrían ser las cifras relacionadas con las aportaciones de la migración a la economía estadounidense.
Al delinear una historia de país como estadista, Sheinbaum enfrenta el reto de impedir que las exigencias del presente abrumen el futuro de México. En todo caso, la buena gestión de la transformación del status quo en México, es el riesgo más importante que enfrenta Claudia Sheinbaum.
Con información de La Silla Rota