La Resistencia Contra Trump: agendas sociales y defensa de la democracia
Mario Luis Fuentes
Los Estados Unidos de América se encuentran en el centro de un huracán político. La reelección de Donald Trump y su retorno a la Casa Blanca han provocado una oleada de protestas que atraviesan el país, desde las calles de Nueva York las avenidas de Los Ángeles. En al menos 300 ciudades y localidades, las voces de resistencia han emergido denunciando las políticas que, para amplios sectores, representan una amenaza para los derechos humanos, la justicia social y la democracia misma.
Las protestas contra Trump han reunido a una coalición diversa de actores sociales. Entre ellos destacan organizaciones de derechos humanos, comunidades migrantes, colectivos LGBTQ+, movimientos feministas, grupos ambientalistas y asociaciones enfocadas en combatir la pobreza y las adicciones. Esta pluralidad de voces refleja la complejidad de los desafíos que enfrenta aquel país bajo la administración de Trump, así como la urgencia de abordar problemáticas estructurales que afectan a millones de personas.
La agenda migratoria se ha convertido en una de las principales banderas de resistencia. Desde su campaña, Trump ha prometido reforzar las deportaciones masivas, endurecer las condiciones en los centros de detención y reinstaurar políticas restrictivas como el programa “Remain in Mexico”. En ciudades como Los Ángeles, Chicago y Nueva York, comunidades migrantes han liderado marchas multitudinarias exigiendo respeto a los derechos humanos y una reforma migratoria que priorice la dignidad y la inclusión, mientras que autoridades locales han mostrado abiertamente su desacuerdo e incluso, se han deslindado de las medidas que podrían instrumentarse en las siguientes semanas.
Por su parte, la comunidad LGBTQ+ también ha alzado la voz contra los intentos de restringir los derechos al matrimonio igualitario y al reconocimiento legal de las identidades trans. Organizaciones como Human Rights Campaign han organizado movilizaciones en estados como California, Massachusetts y Minnesota, subrayando la necesidad de proteger los logros alcanzados en décadas recientes.
El movimiento feminista también se ha movilizado con fuerza, particularmente contra las propuestas de Trump que buscan limitar el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo y a los servicios de salud reproductiva. Desde su toma de posesión, miles de mujeres han marchado en Washington D.C. y otras ciudades, denunciando el inaceptable retroceso en los derechos conquistados.
El rechazo a las políticas ambientales de Trump, centradas en la desregulación y la promoción de combustibles fósiles, ha impulsado a grupos ambientalistas a encabezar protestas en estados como Oregon, Colorado y Florida; estas marchas y protestas podrían incrementarse considerando además la salida de los EU del Acuerdo de París. Al respecto, activistas y científicos han advertido sobre el impacto catastrófico que podrían tener estas medidas en el cambio climático y la biodiversidad global, haciendo un llamado a una acción internacional más decidida en la materia.
Por otra parte, las crecientes desigualdades económicas y la violencia en comunidades marginadas también han sido temas centrales en estas protestas. Organizaciones comunitarias en ciudades como Detroit y Baltimore han llamado la atención sobre la necesidad de invertir en programas sociales que combatan la pobreza y brinden alternativas a la juventud vulnerable.
En un país golpeado por la crisis de los opioides, y particularmente del fentanilo, las propuestas de Trump para reducir los programas de rehabilitación han encendido alarmas. Grupos de apoyo y redes de salud mental han organizado vigilias y marchas en estados como Ohio y Virginia Occidental, donde la crisis de adicciones ha dejado una estela de tragedias familiares, y haciendo un llamado a que la política de la administración Trump no se reduzca al combate a los cárteles mexicanos.
Según los reportes más recientes, las protestas han tenido lugar en al menos 300 ciudades de todo el país. Washington D.C. fue el epicentro de las movilizaciones masivas el 18 de enero de 2025, cuando miles de personas participaron en la “Marcha del Pueblo”. Ciudades como Nueva York, Los Ángeles, Chicago, Filadelfia y San Francisco también han registrado manifestaciones significativas. En el sur del país, Texas y Arizona han sido escenarios de marchas organizadas por comunidades migrantes y colectivos de derechos humanos.
Un aspecto crucial de estas movilizaciones es determinar si tendrán permanencia e impacto en el tiempo, así como su capacidad para influir en la opinión pública y en la agenda política. Históricamente, las protestas en los Estados Unidos han tenido un impacto significativo cuando se han estructurado en torno a estrategias claras y alianzas amplias. Ejemplos como el movimiento por los derechos civiles en los años 60 demuestran que la resistencia organizada puede cambiar incluso el rumbo de la historia en aquel país, pero también en otras latitudes donde la influencia norteamericana es palpable.
Sin embargo, el contexto actual plantea desafíos particulares. Por un lado, la polarización política dificulta la construcción de consensos. La administración Trump cuenta con un sólido respaldo de su base conservadora, que percibe las protestas como un intento de deslegitimar su gobierno.
La eficacia de estas protestas dependerá en gran medida de su capacidad para traducir la indignación en acción política concreta. Esto incluye la movilización de votantes, la incidencia en el Congreso y el uso de herramientas legales para frenar reformas consideradas perjudiciales. En este sentido, organizaciones masivas como la ACLU (American Civil Liberties Union) y movimientos como Black Lives Matter tienen un papel fundamental en articular una resistencia efectiva.
En cuanto al futuro de la democracia americana, las protestas también tienen un objetivo simbólico: recordar que los valores democráticos como la inclusión, la justicia y los derechos humanos no son negociables. La capacidad de estas movilizaciones para perdurar dependerá de su habilidad para mantenerse relevantes, adaptarse a las circunstancias cambiantes y encontrar formas innovadoras de presión social y política.
Las protestas contra Donald Trump en 2025 son un reflejo de un país dividido, pero también de una sociedad dispuesta a defender sus valores fundamentales. Las agendas de migración, diversidad sexual, derechos de las mujeres, medio ambiente, pobreza, violencia y adicciones están en el centro de esta lucha, que promete marcar de manera relevante el futuro inmediato de los EU.
La historia está llena de ejemplos de movimientos que, con determinación y organización, han logrado cambios significativos. La pregunta clave es si esta resistencia podrá no solo contener las reformas de Trump, sino también fortalecer una democracia que hoy enfrenta uno de sus mayores retos.
Investigador del PUED-UNAM
Con información de Aristegui Noticias