Caso Riva Palacio: el canto del cisne

Pablo Hiriart
Uno de los periodistas más atacados por López Obrador en el sexenio pasado fue Raymundo Riva Palacio, quien tomó la vía judicial para protegerse de la agresiva compulsión calumniadora del Presidente de la República.
Ganó. Y ganó la suspensión definitiva.
El fallo unánime del Tribunal Colegiado es una joya para coleccionistas, pues difícilmente volveremos a leer algo así: “Este Tribunal Colegiado de Circuito determina que la orden verbal del Ejecutivo Federal de crear dicha sección (quién es quién en las mentiras) en sus conferencias de prensa, viola el derecho a la legalidad y las libertades de prensa, de expresión e información.
“Dicho espacio de comunicación gubernamental ha operado como un instrumento de estigmatización, utilizando recursos públicos para desacreditar y señalar de manera unilateral a periodistas críticos como ‘mentirosos’, atribuyéndose de facto la facultad de definir la ‘verdad’ y la ‘mentira’ desde el poder político, lo cual contraviene las libertades de pensamiento, de expresión y de prensa. Se emplean recursos públicos bajo la finalidad aparente de brindar transparencia y comunicación ciudadana para generar en realidad campañas de desinformación, propaganda oficial, juicios mediáticos de desprestigio, exposición de datos personales y ataques a la vida privada y al honor de ciudadanos o periodistas considerados opositores al gobierno. Lo anterior fomenta la censura indirecta, la polarización social y erosiona los pilares de la democracia, al pretender imponer una versión deformada de la verdad de carácter oficial, sin garantizar el derecho de réplica ni un debate público sobre bases informativas neutrales, objetivas y pluralistas”.
La sentencia es para enmarcarse porque tal vez fue el canto del cisne de la justicia en México.
Necesitaba reformarse el sistema de justicia, y mejorarse, pero el entonces presidente decidió matarlo porque hubo ministras, ministros, magistrados y jueces que se negaron a aplaudir de pie a un violador contumaz de la Constitución, las leyes y los valores elementales de la convivencia democrática.
El fallo contra López Obrador y en favor del agredido, Riva Palacio, mostró que en México el poder presidencial tenía límites que fueron transgredidos de manera sistemática por el titular del Ejecutivo.
Ya no tendrá efectos prácticos la sentencia unánime del Tribunal Colegiado, pero servirá de referente a la hora de reconstruir lo destruido por una mayoría parlamentaria compuesta sobre un fraude a la ley electoral.
En Estados Unidos, en cambio, el poder Judicial ha fungido como la barrera donde se estrella el intento de eliminar la separación de poderes.
Desde Europa se ve, en las primeras planas de los grandes diarios y en noticiarios de televisión, con asombro y respeto el papel de jueces y tribunales de Estados Unidos. Al impedir que Trump haga su voluntad por encima de la ley, impiden que se derrumbe la democracia más antigua del mundo.
Diferente es el caso de México, y no por falta de valor cívico en algunos jueces y ministros, sino por el fraude a la ley cometido por magistrados del Tribunal Electoral que regalaron a los partidos gobernantes una mayoría calificada en el Congreso que los votantes le negaron en las urnas. Así es como, sobre la base de la ilegalidad, Morena y sus aliados lograron socavar los cimientos democráticos de la nación y se van a apropiar de la impartición de justicia.
Desde el inicio de su gobierno López Obrador buscó someter a los actores públicos, a los medios y a los titulares de los poderes Legislativo y Judicial para dar rienda suelta a sus más extravagantes y lesivas ocurrencias.
Todos sabían que el presidente protagonizaba una concatenación de actos de locura.
Destacadamente, lo sabían los líderes de cúpulas empresariales que hacían valla en la plancha del zócalo capitalino para agasajarlo con aplausos y palmadas de entusiastas visto bueno.

AMLO, en cambio, los insultaba casi a diario al tiempo que demolía el ecosistema de libertades que necesita la empresa privada: fuera monopolios públicos y particulares, libre competencia, facilidades para crear riqueza, prensa libre, separación de poderes y Estado de derecho.
En los medios de comunicación encontró algunas -pocas- resistencias de valerosos empresarios que se negaron a despedir a los periodistas que AMLO señalaba como sus adversarios en las conferencias mañaneras. Tomó represalias contra ellos.
Trump y López Obrador han actuado contra el interés de las naciones que gobiernan y en sentido inverso de lo que postulan.
Estados Unidos no será más grande si destruye el sistema mundial de comercio diseñado por ellos. Su democracia, todo indica, será salvada por el poder Judicial y por los votantes en las elecciones intermedias.
México no será un mejor país al destruir la separación de poderes, la prensa independiente y el prestigio de jueces, empresarios e intelectuales.
La democracia mexicana tiene una daga en la espalda, pero aún falta la elección de 2027.
Con información de La Silla Rota