En fuga los traidores del PRI
Álvaro Aragón Ayala
En el arranque del proceso de descadaverización del PRI-Sinaloa, Paola Garate Valenzuela, la incipiente dirigente estatal del tricolor, enfrenta el juego sucio de aquellos traidores o “caballos de Troya” que con el disfraz de priistas abrevaban de la teta de la Cuarta Transformación o del gobierno morenista de Rubén Rocha Moya y que se victimizaron para emprender una graciosa huida antes de ser expulsados por infieles del PRI.
La dimisión obligada de unos, la “pauta” de otros y la “independencia” de otros más es el resultado de un mecanismo de elección de la nueva dirigencia del PRI-Sinaloa que fue blindado contra los chacales que en los comicios del 2021 clavaron el puñal en la espalda al candidato de la alianza PRI-PAN-PRD, Mario Zamora Gastélum, para apoyar de manera soterrada la campaña de Rubén Rocha Moya.
De ese reducido grupo de traidores, unos alcanzaron diputaciones plurinominales por el PRI, posiciones que han usado para abonarle a la entrega del Poder Legislativo al gobierno de Rubén Rocha, quien ejerce el poder en modo dictatorial. Del calificativo de desleales y entreguistas al Poder Ejecutivo se escapan únicamente Feliciano Valle y Luis de la Rocha. No se han dejado domar por Morena ni por el gobernador.
Otros traidores del PRI fueron ubicados por Rubén Rocha en las áreas de asesoría de su gobierno o en dependencias “claves”, en donde los pueda estar vigilando; alevosos esperaban la designación de un dirigente del PRI entregado al gobernador. Sus cálculos erraron y unos huyeron despavoridos del tricolor con uno y mil argumentos y otros todavía le apuestan a tener un pie adentro del tricolor y otro en Morena.
La expulsión por motu proprio, la pauta o la “independencia”, principalmente de legisladores, favorece el trabajo de la descadaverización del PRI. Paola Garate aún tiene como responsabilidad promover la salida definitiva de cuando menos cuatro diputados (as) desleales, morenizados, para dar un golpe de timón y legitimarse como priista y dirigente cien por ciento pura.
La renuncia o la “pausa” de militantes del PRI que tomaron la decisión de actuar por “contrato” con Rubén Rocha Moya y agachar la cerviz para cobrar sus quincenas morenistas, en vez de convertirse en una oposición responsable ante la embestida del gobierno de la Cuarta Transformación, revela que buena parte de la “estructura” del PRI estaba en poder de priistas oportunistas y vividores.
Los priistas que pusieron pies en polvorosa son los que ofrecieron las claves a Rocha Moya para desarticular al PRI rumbo al 2024; son los que desde las tripas de Morena se quejaron de que el PRI “canceló el derecho de los aspirantes a una elemental participación democrática, con cerrojos muy desfasados, centralismo innecesario, sin reglas de piso parejo y con bases y requisitos insalvables, es lo que ha llevado al PRI a una decreciente fortaleza interna”.
Son los ex priistas que han hecho correr el rumor de que Paola Garate no podrá con el paquete de descadaverización del PRI y que solo va a llegar hasta donde se lo propongan Mario López Valdez o Mario Zamora Gastélum, que se disputan el liderazgo y la “presentación” de la nueva dirigente del PRI estatal, que a juicio de tirios y troyanos será orientada por uno de esos dos personajes a ponerse a las órdenes de Rubén Rocha y montar una oposición simulada o a modo.