Todo por no leer a los clásicos
Elisur Arteaga Nava
Pausanias, el viajero que visitó Grecia en el siglo segundo de nuestra era, refiere una historia singular:
“ … Telesila … reuniendo todas las armas que habían sido dejadas en las casas y las de los santuarios, armó a las mujeres que estaban en la flor de la edad, y después de armarlas las apostó en el lugar por donde sabía que los enemigos atacarían. Cuando los lacedemonios estuvieron cerca, las mujeres no se asustaron de los gritos de guerra, si no que, recibiéndolos a pie firme, lucharon valientemente. Entonces, los lacedemonios, pensando que, si mataban a las mujeres, tendrían un éxito odioso, y que si fracasaban, tendrían una derrota vergonzosa, se retiraron ante las mujeres.” (Descripción de Grecia, Gredos, libro II, 20, 9).
En la estrategia militar se habla de que la mejor defensa es el ataque. Esa es la regla general; por serlo, reconoce excepciones. AMLO, que se jacta de saberlo todo, incluso de lo que traman sus adversarios, y que es dado a atacar, no lo sabía. Supuso que la regla era de validez universal. Ahora, en su intimidad, con dolor, con toda seguridad se ha dado cuenta de su error. Con terror, debe de estar reconociendo su precipitación irreflexiva y doliéndose de ella. Demasiado tarde.
Hasta ahora, para AMLO había sido fácil atacar a sus adversarios hombres. El ataque es lo que va con su naturaleza. Lo hacía de manera magistral y ejemplar. Todos compadecimos a Diego Fernández de Cevallos y a Ricardo Anaya después de ver la “revolcada de perro bailarín” que les dio. No les quedaron ganas de volver a enfrentarlo.
Todo ha cambiado. Después de subirse tantas veces al ring, AMLO ya no tiene los reflejos de hace cinco años, cuando paró en seco los golpes de Diego Fernández e ignoró la apuesta que le lanzó Ricardo Anaya. Si bien pudiera estar en aptitud de quitarse los golpes, ya no está en posibilidad de darlos y, mucho menos, de noquear. Lo más grave: no sabe cómo enfrentar a las mujeres.
En el caso de la señora Xóchitl Gálvez se equivocó doblemente; creyó que era una tullida y, en tiempos de un feminismo generalizado, la atacó como si fuera hombre. Ahí están las consecuencias: destapó a quien, a no dudarlo, será su sucesora y a la que le entregará la banda presidencial.
Lo que AMLO ha dicho respecto de la señora Gálvez, ella lo ha manejado como un ataque por ser mujer. No le falta razón. Él no entiende que cualquier cosa que diga o que haga relacionado con ella, será considerado como proveniente de un machista, prepotente y antifeminista.
Tan inclinado a atacar, no sabe cómo hacerlo con la señora Gálvez. Al parecer no tendrá tiempo para aprenderlo. Los días corren en su contra; ya no podrá atacarla a partir del momento en que inicie formalmente el proceso electoral. “Los mirones son de palo”.
AMLO ha negado que la señora Gálvez tenga ascendencia indígena; ella le va a matar el gallo en la mano en el momento en que, estando en el Estado de Hidalgo o en los debates, se dirija a sus hermanos de raza en otomí. El que sus asesores de campaña promocionen su candidatura reproduciendo una parte de su discurso hablando en ese idioma, será un torpedo que dé en la línea de flotación del candidato de Morena. Hacerlo sería un mentís rotundo y definitivo a lo afirmado por AMLO en el sentido de que ella no es indígena.
AMLO presume de que sabía que la señora Xóchitl Gálvez era la señalada, supuestamente, por el dedo de Claudio X. González para ser candidata de la alianza opositora. Miente. Está blofeando; no le crean. No esperaba esa noticia, por más que diga que ya estaba enterado con anticipación. Él esperaba que fuera Santiago Creel el candidato. Como se ha dicho hasta el cansancio: el destapador de la señora Gálvez fue el propio AMLO, por sus torpezas.
Marcelo, más que atacar a la señora Gálvez, debe dedicarse a señalar problemas y a formular propuestas, vías de solución y nuevas alternativas. Si pretende tener algunas posibilidades de éxito frente a la señora Xóchitl, lo más pronto posible debe pintar una raya que lo desmarque de AMLO.
AMLO olvidó la frase atribuida a Napoleón: “…Las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo de ellas”. Apostaba a que una mujer fuera presidenta de la República. Al parecer acertó en cuanto al sexo, pero erró en cuanto al nombre.
La señora Xóchitl se debe cuidar de no violar la Ley como lo están haciendo las “corcholatas” de AMLO. La presidenta del INE estará muy dispuesta a dar curso a posibles denuncias en su contra provenientes de AMLO o de Morena. Sin haber violado la Ley, por su presencia ante las puertas de Palacio Nacional y por sus intentos de intervenir en las mañaneras, ya es acusada de actos de precampaña.
Llegado el momento será necesario cuestionar ante el INE la legalidad de quien el dedo de AMLO señale como su sucesor. No faltarán razones; son graves y reiteradas las violaciones a la Constitución y a la ley electoral de parte de quien resulte candidato de Morena. Es previsible que los señalamientos sean desestimados. En el caso de que el candidato de Morena se declare triunfador, será el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación quien diga la última palabra. La elección se judicializará.