La reaccion de la Iglesia Catolica de México

Alejandro Zapata Perogordo

Si una organización en México destaca por su influencia social, es la Iglesia Católica, tanto por albergar en su seno a la mayoría de los habitantes del país que profesamos esa religión, como por su estructura que llega a todos los rincones, incluyendo los más recónditos y alejados, a la par de la histórica labor pastoral que lleva a cabo, sin dejar de lado la solidaria ayuda comunitaria.

Cada uno de los ministros que conforman la Iglesia Católica ha sido formado y capacitado para ejercer un liderazgo en su comunidad, es gente preparada a través de años de estudios, que complementan con la experiencia adquirida al participar de los problemas de su feligresía, dotándolos de información, conocimiento y sensibilidad para comprender con gran entendimiento las necesidades sociales, esa cercanía con la gente les permite tener una radiografía de lo que ocurre en cada lugar.

En esa medida es dable afirmar que no se trata de cualquier organización, es una institución centenaria en América, respetada y que goza de gran prestigio a pesar de conductas de algunos de sus miembros que la han golpeado, no obstante, continúa siendo un eje fundamental de concientización.

Ahora bien, lejos de aprovechar la administración en turno la potencialidad que tiene la Iglesia Católica, al advertir que la función de ambas se encamina al bien común y, por lo tanto, existen puntos de coincidencia y encuentro, el Presidente opta por reñir, descalificar y ningunearla, haciendo señalamientos fuera de lugar, imprudentes y carentes de sensibilidad.

El trágico episodio ocurrido en Cerocahui, en el municipio de Urique, Chihuahua, donde fueron asesinados dos sacerdotes jesuitas, se suman al dolor y preocupación de un gran número de mexicanos, que vemos como día a día se presentan lamentables acontecimientos similares, sin que el gobierno realice acciones para evitar la imparable ola criminal.

Es motivo de mayor desesperanza el hecho de que el gobierno mantenga una estrategia fallida en materia de combate a la inseguridad y, se aferre a una obcecada postura de cerrar puertas y no escuchar a nadie, esa intolerancia a la critica y al dialogo lo único que produce es fragmentación, visión parcial para resolver el problema y altos costos a la sociedad que seguimos padeciendo los efectos de una política insensible y errática.

Para dar solución a los grandes problemas es necesario escuchar a todos, nutrir el debate con ideas, compartir diferentes puntos de vista y sumar esfuerzos cada uno en su papel. Sin embargo, queda claro ante la negativa oficial, que su interes se ubica en otras latitudes y le molesta de sobremanera que las instituciones pidan dialogo, eso no está en su agenda.

A pesar del gobierno, la reacción de la Iglesia Católica, convocando a las jornadas por la paz, es oportuna, ya que obliga a un proceso de reflexión comunitaria, en momentos difíciles, hace un llamado a la conciliación nacional, al reencuentro con la armonía, al respeto y a la convivencia comunitaria, en otras palabras, está rebasando al Ejecutivo por la izquierda.

Siempre

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