La secta de Feliciano y su genial impostura

Jesús Albino Ramón Ramos 

El líder de la Jucopo del Congreso Local resultó ser buen declamador y maestro del sofisma. Para hacerse pasar por político poeta ha recurrido al inverosímil recurso de imitar con su voz el tiple y los giros discursivos del Nobel mexicano, Octavio Paz. Pero los poetas verdaderos no andan recitando versos por aquí y por allá como aquel cursi pitufo que, a la menor provocación, sacaba su pergamino para aburrir con su lectura a la aldea. 

Nacido en Gambino, Guasave, ha presumido provenir “de cuna campesina” a la más alta tribuna parlamentaria del Estado. Pero la verdad es que el lirismo rural del Chalino Sánchez es infinitamente más sublime y profundo por una cualidad de la que carece Feliciano: sencillez. Sus estribillos, repetidos ad nauseam, son rastreables desde hace 21 años en todos los foros que pisa, sólo que hoy sorprende a los que no lo conocen por la esterilidad retórica que, estratégicamente, le circunda.  

La más alta forma de síntesis del lenguaje es la poesía y la más evolucionada forma de expresión social es la fraternidad. Los poetas no andan predicando que poetizan y los seres que aman, simplemente lo hacen, jamás lo anuncian pues su mirada y sus actos, los delatan. 

Feliciano asegura que en su ejercicio público “las ideas están al mando en la poética del amor humano(sic)”, pero desde su oscura trayectoria por la inmoral Corriente Socialista y la sanguinaria Liga Comunista 23 de Septiembre, el hoy diputado ha repudiado a su prójimo, entendido este como el ser cercano, pues el “prójimo” en sentido literal, es el “próximo”. En la estrecha mente de Feliciano nadie que no haya leído a Gramsci es digno de su respeto.  

De allí que encabece una secta política de no más de tres incondicionales y una docena de eventuales seguidores a los que exige absoluta genuflexión. Los miembros de su secta viven una experiencia estresante, pues no admite a individuos con pensamiento propio ni el pétalo de una crítica. Reconozco a los que caen bajo su influjo, pues sin darse cuenta, empiezan a escribir y hablar como él.  

Las mujeres bajo su influencia ven cancelada su vida privada y las que se niegan a sus dictados padecen vicaria violencia política de género. En todo Sinaloa hay compañeros de Morena que ven en Feliciano Castro al hombre que les vetó alguna merecida nominación en la lista de representación proporcional para el Congreso local. Este grupo se apoderó de amplios sectores de la administración pública (SEPyC es sólo uno de ellos) y colapsó la inclusión de decenas al acaparar para su grupo posiciones en esta administración estatal. 

El ATENTADO A LOS ELECTORES DE CULIACÁN  

Es del dominio público que Feliciano es el autor intelectual del juicio político contra Jesús Estrada Ferreiro. Él convenció al Gobernador de meterse en este Vietnam agrio, con sabor a derrota moral, política y pronto, jurídica. La creatividad que le falta para hacer poesía le sobró para inventar causales de remoción al alcalde de Culiacán.  

Feliciano tiene todo el derecho de odiar a Estrada, pero no tenía derecho a burlarse del mandato democrático de los pasados comicios. Afortunadamente los jueces y el Presidente Andrés Manuel López Obrador ya están enterados de las mentiras en que se basó el desafuero y los derechos humanos violados en el secreto, oscuro, proceso de juicio político.  

AMLO ya sabe que la obsesión del líder parlamentario es inhabilitar electoralmente a su amigo Jesús Estrada Ferreiro. No se puede ser de izquierda y anti demócrata a la vez. A Estrada Ferreiro lo eligió el Pueblo y la persecución en su contra es la genial impostura de un déspota ilustrado

Hay una salida honrosa para Feliciano Castro: que salga del pantano de su obcecación y vuele hasta alcanzar las cumbres del Estadista al que aspira ser recordado. Su nombre alcanzará inmortalidad si se atreve a reconocer públicamente el equívoco y se reúne en privado con el Alcalde Estrada Ferreiro. Todo Sinaloa aplaudiría agradecido. 

Pero si la soberbia le sigue nublando la razón, le consuelo, asegurándole al sociólogo de Gambino que le asiste la razón: dijo que el regreso de Estrada Ferreiro al Ayuntamiento era un sueño. No se equivoca. Quizá por un lapsus del inconsciente adelantó la visión del evento por venir. 

Sueño fue ver a López Obrador en la Presidencia y a mi maestro Rubén Rocha Moya en la Gubernatura; el sueño rebelde de Estrada Ferreiro es el sueño colectivo de miles de culiacanenses que lo hemos visto cual Quijote pelear una desigual batalla contra la maquinaria del Poder, montado en la Esperanza y armado sólo con la Ley en sus manos.   

El fenómeno Jesús Estrada Ferreiro fue creación involuntaria de sus oficiosos detractores, (con su magistral impostor a la cabeza) y se explica en los versos de un humilde tabasqueño, Andrés Henestrosa, (este sí), verdadero poeta: “Cuando a un hombre lo sigue un pueblo entero es porque el corazón en la mano lleva”. 

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