RIP al PRI

Pedro Mellado Rodríguez

Si el PRI compite solo, sin alianzas, en los comicios para gobernador del 2023 en el Estado de México, tendrá un altísimo riesgo de perder. Pero lo mismo le sucedería si quisiera jugar individualmente en la disputa por la gubernatura de Coahuila. Las dos estarán en riesgo el primer domingo del próximo mes de junio.

Pero aún en los supuestos de que el PRI contendiera en alianza con PAN y PRD en esa dos entidades, si las coaliciones partidistas ganaran, el PRI perdería, pues obtendría victorias pírricas, compartidas, en dos entidades en las cuales nunca ha conocido la derrota.

Y el único consuelo que le quedaría al PRI, algo que también sería muy cuestionable, por la pobreza real de su significado, sería la gubernatura de Durango, que en el 2022 ganó el priista Esteban Alejandro Villegas Villarreal, quien llegó al cargo respaldado por los sufragios de la alianza con PAN y PRD.

El 2023 podría ser el año de la muerte final por inanición del PRI, que durante más de 70 años fue el partido hegemónico, el brazo electoral de los gobiernos que se presumían como herederos de la Revolución Mexicana.

Y en su epitafio, junto a las emblemáticas siglas RIP, de la elocución latina Requiescat in pace, con la que se les desea un plácido reposo a los muertos, podría aparecer también el nombre de su enterrador: Alejandro Moreno Cárdenas, mejor conocido con el alias de ”Alito”.

Personaje que encajaría con singular mérito en la historia de la picaresca mexicana, atado a las desmesuras de su actuación pública, Moreno Cárdenas llegó a la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional el 18 de agosto de 2019.

En este corto periodo de poco más de tres años en la presidencia del PRI, “Alito” Moreno ha llevado a su partido a la derrota en 10 estados del país, en los cuales ha perdido igual número de gubernaturas.

Fueron ocho derrotas del tricolor en 2021, en los estados de Guerrero, Sinaloa, Sonora, San Luis Potosí, Zacatecas, Tlaxcala, Campeche y Colima.

A las que se sumaron otros dos descalabros en el 2022 con la pérdida de las gubernaturas de Oaxaca e Hidalgo.

Moreno Cárdenas podría cerrar su gestión en el 2023 con la pérdida de 12 gubernaturas, si sumamos los hundimientos electorales en Estado de México y Coahuila, en donde, aún ganando como parte de una coalición opositora, perdería la tan preciada hegemonía que se extravió cuando el tricolor traicionó su presunta herencia revolucionaria y se inclinó por las políticas neoliberales que le fueron impuesta al país desde principio de la década de los años 80.

En Estado de México, una encuesta de la consultora Enkoll, publicada el pasado 14 de diciembre del 2022, atribuía al partido Morena una preferencia del 53 por ciento, contra un 27 por ciento del PRI. Además, el 49 por ciento de los potenciales sufragantes dijo que nunca votaría por el PRI y sólo 16 por ciento expresó rechazo por Morena.

En Coahuila, la consultora Massive Caller atribuía el pasado martes 3 de enero del 2023 un 34.4 por ciento de las preferencias electorales al priista Manolo Jiménez Salinas, con el respaldo de una coalición que incluiría a PAN y PRI, frente al 28.2 por ciento del morenista Armando Guadiana.

Ya se los había advertido el destacado ideólogo, historiador y político, Jesús Reyes Heroles, en el aniversario de la Constitución Política del País, el 5 de febrero de 1979, siendo entonces Secretario de Gobernación durante el régimen de José López Portillo y Pacheco, al pronunciar un discurso profético.

Dijo Reyes Heroles: “Cuando la sociedad civil sea cada vez más sociedad política, se impide que la administración supla al Gobierno, que los administradores sustituyan a los políticos y que la Administración, convertida en Gobierno, se independice o separe del votante”.

Dos décadas después, durante los trabajos de su Asamblea Nacional 18, realizada en noviembre del 2001, un año después de que el PRI perdiera por primera vez en su historia la Presidencia de la República, los priistas descubrieron que los ex Mandatarios Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) y Ernesto Zedillo Ponce de León (1994-2000) habían traicionado los principios de la Revolución Mexicana.

En las Consideraciones de su nueva Declaración de Principios juzgaron con severidad a los dos ex Mandatarios.

“Hacía 1989 se reemplazó el modelo económico del nacionalismo revolucionario por otro de marcada tendencia neoliberal, en el que se otorgó mayor espacio al capital extranjero y al redimensionamiento del Estado, así como a un pragmatismo carente de fines sociales. Estos agentes generaron reducciones en el proceso económico y sobre todo en el bienestar social, ampliando aún más la brecha entre los pocos muy ricos y los muchos muy pobres en nuestro país”, decía el documento priista.

“El modelo neoliberal ha hecho mucho daño a México”, concluía.

El PRI fue secuestrado por la tecnocracia desde el arribo de Miguel de la Madrid Hurtado a la presidencia de la República en 1982, donde se fortaleció la figura política y el proyecto económico impulsado por Carlos Salinas de Gortari, su poderoso secretario de Programación.

“Bajo la Administración de Salinas (de 1988 a 1994) se aceleró la campaña de privatizaciones comenzada en 1982, viéndose afectadas ahora todas las grandes empresas del Estado. Así, fueron entregados al capital privado la telefonía (Telmex, una compañía plagada de denuncias por negligencia en el servicio que en diciembre de 1990 fue adjudicada en pública subasta a un consorcio encabezado por el magnate Carlos Slim Helú), las comunicaciones viales y las aerolíneas, el sector químico, el siderúrgico (Altos Hornos de México), los seguros, las cadenas hoteleras, los medios de radiodifusión (Imevisión, que dio lugar a la TV Azteca) y, finalmente, la banca”, advierte un informe publicado por el Centro Barcelona de Asuntos Internacionales, conocido por sus siglas de CIDOB, actualizado hasta el pasado 13 de mayo del 2022.

Agrega el referido estudio: “Al final del mandato de Salinas, más del 90% del parque empresarial del país tenía dueños privados, quedando como únicas excepciones relevantes la Comisión Federal de electricidad (CFE) y el emblemático monopolio Pemex”, empresas que fueron abiertas y quedaron supeditadas a la inversión extranjera luego de la reforma energética promovida por el también priista Enrique Peña Nieto.

“El segundo florón del ‘liberalismo social’ pregonado por Salinas fue la modificación, en diciembre de 1991, del régimen minifundista del ejido, perpetuado como la principal conquista social de la Revolución pero que, según el Gobierno, dificultaba la mecanización y la capitalización del agro mexicano por la reducida extensión de las parcelas comunitarias. La enmienda del artículo 27 de la Constitución suprimió el marco jurídico de la reforma agraria realizada en el período cardenista, poniendo fin al reparto de terrenos, convirtiendo a los tres millones de ejidatarios en propietarios formales y autorizando a las sociedades con capital privado la adquisición, reventa o arriendo de los ejidales con determinados límites de superficie. En círculos izquierdistas no hubo ambages en hablar de verdadera contrarreforma agraria”, agrega el referido texto de CIDOB, un laboratorio de ideas independiente y plural con sede en Barcelona, dedicado al estudio, la investigación y el análisis de temas internacionales.

“En principio, Salinas no contemplaba menoscabar la supremacía política del PRI en aras de la depuración democrática del sistema mexicano, pero su perfil técnico, su distanciamiento del lenguaje populista y nacionalista, y su determinación reformista en lo económico le granjearon desde el principio la hostilidad apenas contenida de sectores tradicionalistas de su partido así como de la vieja burocracia sindical priista presente en la Confederación de Trabajadores de México (CTM), guardiana de las conquistas sociales y laborales de la Revolución. Los temores de estos poderes fácticos no eran caprichosos”, agrega el estudio de CIDOB, una fundación privada creada en 1973 como Centro de Documentación Internacional de Barcelona.

“En efecto, la ofensiva desreguladora y liberalizadora lanzada por Salinas iba a conseguir desmantelar, salvo en el sector petrolero, la estructura estatal-corporativista del PRI, el cual, debilitado, ya nunca sería el mismo, cayendo, tras una última muestra de arraigo electoral, en una crisis irreversible. Retrospectivamente, cabe situar en el sexenio de Salinas la semilla del histórico desalojo del PRI del poder federal en las elecciones del año 2000”, advierte el Centro Barcelona de Asuntos Internacionales, conocido por sus siglas de CIDOB.

El problema fue que los priistas no aprendieron la lección y cuando regresaron al poder en el 2012, profundizaron los vicios del modelo neoliberal que los dejó, electoralmente, en la orilla del abismo.

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