“Huachicoleo” de cobre y el chivo expiatorio

Ricardo Raphael

Dice la autoridad que Carlos Alfredo “N” cometió homicidio imprudencial por haber conducido un tren del Metro a 45 kilómetros por hora la mañana del sábado 7 de enero. Asegura la fiscalía de la Ciudad de México que, de haber limitado a 15 kilómetros por hora el movimiento de aquellos vagones, no se habría producido el choque en la Línea 3 del Metro donde una joven estudiante de artes, Yaretzi Adriana, perdió la vida y 106 personas más resultaron lesionadas.

El pasado martes 31 de enero los abogados de las víctimas exigieron que se declarara nula la audiencia judicial donde se imputó a Carlos Alfredo “N” ya que, por las prisas, el juzgado olvidó convocar a sus clientes.

Argumentan estos representantes desconocer las explicaciones contenidas en el expediente. Sin embargo, por voz de Ulises Lara, vocero de la fiscalía, se enteraron de que un día antes de que ocurriera el choque, los trabajadores del Metro reportaron un hurto de 48 metros de cable de cobre dentro de las instalaciones de la estación Potrero.

¿Cuál de las dos hipótesis es la correcta? ¿Rebasó negligentemente los límites de velocidad el conductor Carlos Alfredo “N” o el daño provocado contra los cables fue la verdadera causa?

Cabe sospechar que Carlos Alfredo sea un chivo expiatorio elegido para escurrir la responsabilidad del gobierno capitalino. El robo de cobre en la estación Potrero merecería estar en el centro de esta investigación judicial y no así la supuesta negligencia del conductor.

Tal robo no es una excepción, como tampoco lo son diversos episodios que han venido ocurriendo en otras líneas y estaciones del Metro. Así lo reconoció un mes después del incidente el director de Metro, Guillermo Calderón: en sólo cuatro años los amigos de lo ajeno arrancaron 14 kilómetros de cable de cobre.

Ese hurto es la punta de un inmenso iceberg que afecta a esta ciudad, al país, al continente y, sin exagerar, al planeta entero. De acuerdo con datos oficiales, en México –entre 2018 y 2021– se multiplicaron 367% las denuncias por robo de cobre. Las carpetas de investigación apiladas sobre los escritorios de los ministerios públicos no mienten.

Varios son los episodios que han trascendido a los medios de comunicación. Por ejemplo, en enero de 2022 una compañía telefónica denunció el hurto de una cantidad importante de cable de cobre en el municipio de Tlanepantla, en el Estado de México.

En julio del mismo año ocurrió un intento de robo contra un camión que circulaba, con 20 toneladas de cobre, sobre la carretera México-Querétaro. Durante el mes de diciembre, también de 2022, falló a lo largo de una misma jornada el sistema informático que utiliza el Instituto Nacional de Migración en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Esa dependencia refirió que dicho percance se debió al intento de robo de cobre contra las instalaciones del organismo.

El primer día de 2023, funcionarios municipales de Irapuato denunciaron el robo masivo de cobre perteneciente a la Comisión Federal de Electricidad, acto criminal que habría dejado sin energía eléctrica a 30 colonias de esa localidad.

Tres días después, el gobierno de la alcaldía Gustavo A. Madero explicó que la falta de agua en 17 colonias de esa demarcación, durante más de dos semanas, se debió al robo de cobre cometido contra varios transformadores de luz ubicados en el municipio vecino de Ecatepec.

Veinte días más tarde, la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la capital exhibió a una decena de sujetos, supuestamente pertenecientes a una banda de ladrones de cobre, que actuaban en la misma alcaldía Gustavo A. Madero.

De acuerdo con la secretaría federal de seguridad, durante los dos últimos años se reportaron incidentes parecidos a los anteriores en Puebla, San Luis Potosí, Quintana Roo y Michoacán.

Desde que comenzó la pandemia de covid este fenómeno se ha multiplicado de manera muy importante en otras partes del mundo causando, igual que en México, afectaciones a los servicios de luz, agua, telefonía, internet y transporte, entre otros.

En Estados Unidos, al menos 15 estados han reportado prácticas criminales del mismo género durante este lapso. Se suma el hurto de un cargamento grande que iba a partir de Chile, el pasado enero, cuyo valor sería de 4 millones y medio de dólares.

También destaca, entre los episodios ocurridos en el extranjero, el robo –en agosto del año anterior– de cientos de kilómetros de cable de cobre en la línea de tren rápido (AVE) que conduce a Cataluña. A diferencia del gobierno de la Ciudad de México, en este caso, una vez reportada la desgracia, la autoridad ferroviaria española canceló varios días el servicio mientras se realizaban las reparaciones requeridas.

Este tema es considerado con tal gravedad que tanto el Buró Federal de Investigaciones (FBI) de Estados Unidos como Scotland Yard en Gran Bretaña tienen, después del terrorismo, al robo de cobre cometido contra instalaciones clave como delito muy peligroso.

A excepción de México, las autoridades de los países referidos han tomado consciencia de que el hurto masivo de cobre es una actividad cometida por organizaciones de naturaleza internacional que trafican con este metal porque hay un mercado que está dispuesto a pagar varios miles de dólares por tonelada.

Este comercio clandestino de cobre tiene un destinatario: la economía de China. Si ese país asiático no tuviese tanta hambre de cobre y si sus compradores no fueran indiferentes respecto a la manera como fue obtenido el producto, el crecimiento de esta mafia global no sería tan impresionante.

Mientras tal cosa sucede en el mundo, en México un chofer de nombre Carlos Alfredo está siendo acusado por homicidio a pesar de que los trabajadores del Metro avisaron un día antes a sus patrones que en la estación Potrero había ocurrido un robo de 48 metros de cable.

El responsable de la muerte de Yaretzi Adriana es el huachicoleo de cobre que de plano no quiere reconocerse. El gobierno actual recuerda al de Enrique Peña Nieto, que de manera parecida negó durante años que millones de litros de gasolina estaban siendo robados, hasta que a su sucesor le tocó atender el estallamiento de un ducto cuyas llamas calcinaron a varios seres humanos. 

Este análisis forma parte del número 2414 de la edición impresa de Proceso, publicado el 5 de febrero de 2023, cuya edición digital puede adquirir en este enlace

También te podría gustar...