La 4T y el derecho a réplica

Álvaro Aragón Ayala 

Durante el gobierno de la 4T se pusieron de moda, entre los políticos y los funcionarios públicos y comunicadores, los diferendos, los debates y contra-debates públicos, de ida y de vuelta. En las escaramuzas discursivas-informativas, periodistas, analistas y columnistas son encajonados, en ocasiones, en la línea del descrédito al ser blanco del uso adulterado y equivocado del derecho a la réplica y contra-réplica en las que sobresalen las descalificaciones. 

En toda democracia debe primar un discurso público y un ejercicio periodístico que contribuya a fortalecimiento del fluir de ideas y propuestas en un escenario-ambiente que certifique la libertad de expresión y que prevenga e impida, además, cualquier tipo de violencia. El proyecto de la 4T exige mayor pluralidad de voces, sumar más actores al debate, sin restar ni excluir a quienes incomodan con sus opiniones periodísticas a los actores del quehacer gubernamental o político.  

Los temas de la libertad de expresión, debate público y derecho de réplica, son absolutamente cruciales por el tipo de relación que los gobiernos emanados de la 4T han decidido tener con los medios de comunicación y por las confrontaciones que ya se dan y las que se avecinan rumbo al proceso electoral 2024 en el que los periodistas juegan un papel primordial, en el entendido, también, de que en no pocas ocasiones quedan atrapados en medio de la disputa informativa-periodística.  

En el quehacer gubernamental, pero principalmente en las jornadas electorales, las pasiones rebasan la razón o la civilidad política chocando las ideas y propuestas. Los gobiernos que cuidan sus proyectos y los políticos irritados o sobrecalentados por el calor de las contiendas incurren en la descalificación de periodistas endilgándoles los epítetos de corruptos o mentirosos por no coincidir con tal o cual línea política. La descalificación parece haber adquirido carta de naturalización   

No es casual que en lo que se llama derecho a réplica –facultad que tiene un aludido en una nota informativa, análisis, comentario o columna política, para rebatir, desmentir o aclarar- el político o gobernante aproveche el espacio para descalificar, no para responder con civilidad, rayando en una nueva modalidad de censura, quedando a la zaga la defensa del honor, el prestigio o la dignidad para dar paso al insulto. 

Para efectos del quehacer gubernamental y los procesos electorales que están a la vuelta de la esquina, es importante advertir que las descalificaciones no son parte del derecho a réplica, ya que esa facultad o derecho no implica desacreditar o estigmatizar a quien escribe del lado contrario o a aquel que posee el discurso divergente. La réplica no debe contaminar la libertad de expresión ya que es una herramienta para el fortalecimiento de la democracia.  

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