El pastor de masas. AMLO: una religión populista

José Gil Olmos

Rodeado de chamanes y brujos, escapularios y amuletos, lector de la Biblia y devoto de la vida de Jesucristo, la religión y las creencias forman una parte esencial en la vida particular y política de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien desde niño se sintió predestinado a ser héroe de la historia nacional.

Desde hace más de una centuria —quizá desde Francisco I. Madero, el primer presidente de la Revolución, cuya vida estuvo igualmente impregnada por la religión y las creencias sobrenaturales como el espiritismo—, no se había presentado un presidente de la República que hiciera uso de la religión de una manera tan abierta y pública como estrategia política y electoral como ahora lo ha hecho AMLO.

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Cada vez que le conviene y lo necesita, en los pasos más importantes que ha dado a lo largo de su carrera política, la religión ha estado presente, ya sea por medio de referencias bíblicas, la mención de las enseñanzas de Jesucristo, el uso de imágenes sagradas como la Virgen de Guadalupe o las creencias de protección de chamanes y brujos que le han ofrecido sus rituales para cubrirlo de la maldad de sus enemigos.

A través de los años López Obrador ha recurrido a la religión cristiana, principalmente a la evangélica, para hacerse de seguidores mediante un discurso lleno de mensajes de fe y esperanza que han tenido un efecto emotivo en buena parte de la población, que, ahora como presidente, le otorga un halo de guía espiritual cual pastor o incluso de poderes de sanación que rayan en los linderos de lo sacro.

Nada es casual, sino causal. Hay causas que determinan los hechos y a los personajes. Y en el caso de Andrés Manuel López Obrador no es casual su ascensión como presidente con un apoyo popular tan importante. Tampoco lo es la relevancia del perfil religioso que lo caracteriza y le resulta tan efectivo en esta época en la que el país vive una crisis estructural con niveles inéditos de violencia, corrupción, impunidad, pobreza y marginación; así como una enorme desconfianza en autoridades, partidos, figuras políticas, medios de comunicación, organizaciones sociales e instituciones de justicia y hasta religiosas.

Aunque pueda verse como una paradoja, en este contexto de crisis estructural lo que menos está en crisis es la fe, pues la gente busca un asidero de donde agarrarse en medio de la tormenta y la incertidumbre. Y para millones de mexicanos, esa tabla de salvación es AMLO.

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Como todo héroe, AMLO ha transformado sus éxitos en hazañas estoicas y las ha elevado a tal grado que pretende compararlas con las gestas de personajes que han marcado etapas fundamentales de la historia nacional: Miguel Hidalgo y la Independencia, Benito Juárez con la Reforma y Francisco I. Madero, el Apóstol de la Democracia de la Revolución, a quien más se asemeja.

A diferencia de estos personajes históricos, López Obrador ha trabajado toda su vida para encarnar en sí mismo la propuesta de alcanzar la Cuarta Transformación mediante una cruzada político-religiosa, con mensajes bíblicos y del Evangelio cristiano que emite cada vez que lo requiere a manera de justificación de sus acciones, con lo que ha logrado una amplia y profunda empatía de una buena parte de un país que tiene una población 90 por ciento católica.

En contraste con otros presidentes que han usado símbolos religiosos para hacerse de mayores niveles de simpatía y apoyo (como Vicente Fox que comenzó la jornada de transmisión de mando rezando ante la Virgen de Guadalupe y luego de obtener el poder constitucional recibió una cruz en el Auditorio Nacional de manos de su hija Cristina), AMLO no solo ha hecho pública su religión, sino que la predica y la utiliza, de manera constante, para sostener sus actos políticos, avalar importantes decisiones de gobierno y garantizar la bondad y la certeza de su mensaje.

Sólo en víspera de cumplirse el cuarto año de su gobierno, AMLO había mencionado “Dios”/“Creador” 155 veces; la “Biblia”, 16 veces; “Cristo”/“cristiano”, 40 veces; “pecado”, 19 veces; “prójimo”, 146 veces; y el “Antiguo Testamento”/“Nuevo Testamento”, en 11 ocasiones, de acuerdo con un conteo de Luis Estrada, director del centro de análisis SPIN, hecho para esta investigación.

Las principales referencias a la Biblia han sido el sermón de la montaña del Evangelio según san Marcos (capítulo 5, versículos 3-10); Cristo condena a los fariseos del Evangelio según san Mateo (capítulo 23, versículo 27); Cristo, los niños y la preferencia por los pobres del Evangelio según san Marcos (capítulo 10, versículos 13-16 y 21-25); Cristo es tentado por el diablo del Evangelio según san Mateo (capítulo 4, versículo 4); Cristo ordena amar al prójimo del Evangelio según san Marcos (capítulo 12, versículo 31); al César lo que es del César del Evangelio según san Marcos, san Mateo y san Lucas; y la mentira es del demonio del Evangelio según san Juan (capítulo 8, versículo 44).

En la mañanera: Detente / Foto: Germán Canseco

Así como no tiene prurito para recurrir a la religión en la toma de decisiones públicas y de gobierno, tampoco tiene empacho en manifestar sus creencias para aplacar críticas y cuestionamientos por atentar contra el principio constitucional del Estado laico.

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El 28 de julio de 2018, tres semanas después del triunfo arrollador de Andrés Manuel López Obrador con 30 millones de votos a su favor, el padre Alejandro Solalinde, uno de los más fieles seguidores de AMLO dentro de la Iglesia católica, dio una entrevista al reportero Jacobo García del diario español El País, en donde declaró que ante un posible fraude ya había un movimiento armado para defender al tabasqueño.

Pero no solo reveló el plan de acción armada que estaba dispuesto a ejecutarse en caso de un nuevo fraude en contra de López Obrador, sino que, además, hizo otra confesión que sorprendió al reportero cuando la escuchó.

P. ¿Pensó que habría fraude?

R. Sí, pero por sorpresa no fue así. Porque estábamos al límite. Mi percepción es que había muchas cosas preparadas para un enfrentamiento armado. Nunca lo había dicho, pero se estaba preparando algo serio. Pero, oh, sorpresa, el pueblo se volcó a las urnas para decir “quiero el cambio” y López Obrador va a ser un pastor que va a dar la vida por sus ovejas.

P. ¿No es excesivo comparar a López Obrador con un pastor? ¿Qué pasará cuando decepcione?

R. Él no es Dios, pero es un facilitador. No puede defraudar porque cree en la gente y ya estamos haciendo cosas.

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Arturo Farela, presidente de la Confraternidad Nacional de Iglesias Cristianas Evangélicas (Confraternice) y activista social, considerado en tres ocasiones por la revista Líderes Mexicanos uno de los 300 líderes más influyentes en México, tampoco duda en considerar a AMLO un pastor de la democracia.

“Es un pastor de la democracia porque como jefe del Ejecutivo no solo gobierna a los 30 millones de mexicanos que votamos por él, sino que gobierna a 125 millones de mexicanos, y gracias a Dios que el país tiene un presidente que no es frívolo como Enrique Peña Nieto, que no fomenta la violencia y el crimen como Felipe Calderón, o como Vicente Fox, que fue un presidente demagogo. Entonces, tener un presidente como Andrés Manuel López Obrador es un honor y un privilegio para los mexicanos”, declara Arturo Farela.

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El 21 de febrero de 2019 AMLO recibe en Palacio a Arturo Farela y su hijo Arturo Farela Pacheco junto con un grupo numeroso de evangélicos, quienes, como testimonio de esa reunión, se toman una foto en la que posaron formando un triángulo semejante al de la Santísima Trinidad. El presidente quedó en medio del padre y el hijo, como si fuese el Espíritu Santo que los une.

Ese día histórico para los evangélicos de Confraternice se da la alianza para integrarse e impulsar dos proyectos fundamentales para el actual gobierno: la distribución de la Cartilla moral y su incorporación a los Servidores de la Nación para llevar todos los Programas para el Bienestar a los lugares más inaccesibles del país con la ayuda de toda la estructura de las Iglesias evangélicas.

De ahí nace la idea de consolidar un grupo de 20 pastores que Arturo Farela bautizó como “los Siervos de Dios”, que se integraron a los Servidores de la Nación como parte del ejército de 23 mil ciudadanos que trabajan en la Secretaría de Bienestar y le cuestan al erario 3 mil 587 millones de pesos al año, solo en salarios.

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Durante la segunda reunión del 13 de marzo de 2019, en el comedor del Palacio Nacional, estuvo el presidente Andrés Manuel López Obrador junto a una parte importante del equipo conformado por la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero; Gabriel García Hernández; la secretaria del Bienestar, María Luisa Albores; el secretario de Salud, Jorge Alcocer Varela; el director del Banco del Bienestar, Rabindranath Salazar, y el director del Instituto Nacional de Migración, Francisco Garduño.

Ahí se estableció el compromiso de tener un siguiente acercamiento con Confraternice y trabajar en paralelo en cada dependencia para definir cómo podían los evangélicos colaborar con el gobierno federal.

Ese mismo día, López Obrador dio el sí para que el hijo de su amigo Arturo Farela comenzara a colaborar como coordinador con los Servidores de la Nación, y más en específico, como promotor del programa Jóvenes Construyendo el Futuro.

A manera de sellar el pacto, el 20 de marzo de 2019 en el Zócalo capitalino se reunieron distintas Iglesias evangélicas para impulsar la que han llamado “la Divina Cuarta Transformación”.

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