Acuerdo impensable entre Irán y Arabia Saudita
Carlos Martínez Assad
La guerra entre Rusia y Ucrania tiene efectos y consecuencias en todos y cada uno de los rincones del mundo y una suerte de búmeran se da entre unos países y otros. Así sucede ahora cuando un acercamiento impensable se da entre Irán y Arabia Saudita, los países de la más fuerte polarización de las dos ramas del islam, los representantes por excelencia del chiismo y el sunismo por los centros religiosos que resguardan. Esa división ha sido la causa de muchos de los más fuertes conflictos en el Medio Oriente, y el acercamiento se da cuando Israel pasa por un momento muy crítico.
Israel ha realizado constantes bombardeos en la vecina Siria, impidiendo que sus aeropuertos sean utilizados por Irán para proveer armas al gobierno de Bachar el Asad, así como a los grupos armados que pululan en la región, entre los que destaca Hezbolá. Y éste es apoyado y financiado por Irán que vive esos ataques como una agresión que limita también su proyecto de enriquecimiento de uranio, que tanto empeño ha puesto Israel en evitar, reforzado por Estados Unidos, ante el temor de que puedan disponer de armas nucleares, lo que sí se autoriza a otros países que influyen en la región.
Siria no ha tenido la capacidad de responder a las acciones de Israel que tienen como objetivo destruir el armamento de Hezbolá y de otros grupos que define como terroristas. Ni Arabia Saudita ni otros países árabes de mayoría sunita reaccionaban porque se mantenían neutrales ante el chiismo de Irán. Al ponerse fin a la tensión Teherán-Riad, los iraníes pueden contar con más posibilidades de reaccionar frente a la barrera de contención que le pone Israel, si con el nuevo acuerdo Arabia se mantiene neutral.
La sociedad tiene algo que decir y lo ha puesto de manifiesto en Israel, donde resultaba casi imposible prever lo que está sucediendo con el regreso de Benjamín Netanyahu como primer ministro. Su partido Likud está de nuevo en el gobierno, ahora apoyado de manera más definitiva por la extrema derecha y los ultraortodoxos, a quienes ha permitido frecuentes ataques a los palestinos, como no se habían dado en tiempos recientes. Sin embargo, no es sino la expresión más aparente del verdadero problema: la división que se está desarrollando entre los israelíes liberales que han luchado por un país moderno en el marco de una democracia y quienes, amparados en los valores más tradicionales con fundamento religioso, abogan por el nacionalismo oponiéndose a las libertades y a los derechos humanos.
Sabedor de la alianza que lo ha encumbrado, Netanyahu llegó, al igual que otros gobiernos populistas, con la propuesta de una reforma drástica del poder judicial que ha golpeado a los magistrados y llega al límite de intentar que el presidente sea el que los nombre. La respuesta de la sociedad ha resultado insólita con grandes manifestaciones que se han realizado en las grandes ciudades, como la que el pasado sábado 10 congregó en Tel Aviv a medio millón de personas. A las protestas que han tenido lugar en diferentes noches, Netanyahu ha respondido con tal dureza que ha provocado que hasta elementos del Ejército y de la Marina se unan en contra de sus medidas. Por primera vez elementos de la Fuerza Aérea no aceptaron una incursión ordenada sobre Alepo y los marinos bloquearon el tráfico en el mar frente al puerto de Haifa.
El acuerdo signado en Beijing limita a Israel para continuar golpeando constantemente los intereses iraníes en la región y manejar una escalada militar en los países vecinos. La situación ya ha llevado a Arabia Saudita a establecer nuevas condiciones para la normalización de sus relaciones con Israel que hace unos meses parecían ir por buen camino. Yair Lapid, del bloque opositor a Netanyahu, ha calificado la política extranjera de su gobierno como un fracaso que representa un serio peligro. Y según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos todavía el 12 de marzo Israel bombardeó depósitos de armas en Tartús y en Hama, del que resultaron muertos dos combatientes proiraníes.
Por lo tanto, las intenciones de Israel de hacer de Arabia Saudita la pieza clave para debilitar a la fuerza de la República Islámica parece que no funcionará de ir las cosas como hasta ahora, dejando el camino andado con sus logros al normalizar sus relaciones con Baréin, Marruecos y Emiratos Árabes. Con Riad se había dado un gran paso con la apertura en 2022 del espacio aéreo a los aviones israelíes, todo lo cual apuntaba al aislamiento de Irán. Lo cual por ahora no parece tan claro.
El acuerdo entre Riad y Teherán pone otro asunto en la palestra, porque al ser firmado bajo los auspicios de China, se da a ese país un protagonismo que no tenía en Medio Oriente, con el alejamiento de Estados Unidos. Por supuesto, son muchas las interrogantes de un acercamiento como el que firmaron dos países con tan fuerte antagonismo histórico y religioso. Arabia Saudita ha tenido una fuerte participación combatiendo a los rebeldes hutíes en Yemen, a quienes Irán ha proveído de armas; teniendo los saudíes responsabilidad en una de las más graves crisis humanitarias en el mundo, como lo ha calificado la ONU. Y además, es significativa su participación en otros asuntos del mundo árabe, interviniendo de manera franca en sus asuntos políticos, como le ejemplifica Líbano.
Teherán no está en su mejor momento para negociar internacionalmente con la insurrección popular que ha provocado el maltrato a las mujeres, y además pasa por una severa crisis económica, aunque cuenta con el amplio programa de producción de drones –utilizados por Rusia en sus ataques en Ucrania– que le genera importantes ingresos.
Riad, por su parte, cuenta ahora con un fuerte superávit económico y su producción de hidrocarburos es favorecida por la carencia de combustible a causa de ese conflicto.
Irán da un paso importante para salir de su aislamiento internacional, pero tendrá que encontrar la solución a los problemas que ha causado, a Arabia ya le prometió que no atacará más sus instalaciones. Hay que esperar a ver lo que significa la presencia de Beijing en Medio Oriente.