Calderón quiere ser el AMLO de la oposición para 2024
Carlos Ramírez
El problema de la propuesta del expresidente Felipe Calderón Hinojosa para liderar la oposición en 2024 no radica en la insensibilidad de hacerlo desde el exilio y bajo la sombra de Genaro García Luna, sino en el hecho de atropellar el proyecto opositor en marcha del PRIANREDE.
El Calderón que perdió la interna en el PAN en 2005 y no pudo poner candidato presidencial y el Calderón que prefirió pactar con el priista Enrique Peña Nieto para regresar el PRI a Los Pinos y cortar la breve racha panista en la presidencia es ahora el Calderón que busca nada menos que liderar a la oposición y a la ciudadanía para encarar a Morena y a López Obrador en las presidenciales de 2024.
Aunque aparece en la práctica fuera del PAN, el expresidente Calderón sigue simbolizando a ese partido. Y el PAN aparece atrapado en las redes ideológicas de la derecha y la ultraderecha por la articulación panista a los intereses de la Coparmex, las alianzas perversas de la bancada senatorial del PAN con el grupo ultraderechista de Vox en España y el propio expresidente arropado por el grupo conservador del expresidente español Juan María Aznar.
La propuesta de Calderón parte del descubrimiento tardío de que existe la ciudadanía, anula la capacidad organizativa de los hoy partidos opositores y propone una organización social que convierta los partidos en aparatos electorales sin una ideología cohesionadora. En este sentido, la propuesta quiere regresar a los partidos de masas con afiliaciones en bola, lo que siempre rehuyó el PAN en el pasado por la imposibilidad de construir una militancia en torno a ideas concretas.
Después de que su propuesta original fue ignorada por los cuatro principales partidos de oposición –PRI, PAN, PRD y Movimiento Ciudadano– antes de la marcha del 26 de febrero, el pasado 8 de abril Calderón volvió a presentarla, aunque también de nueva cuenta en medio de un significativo silencio opositor.
La experiencia del expresidente Calderón en operaciones sucesorias fue negativa en 2011 cuando quiso imponer por la vía del dedazo típicamente priista a Ernesto Cordero Arroyo como candidato panista, pero la votación de delegados en el partido desdeñó el liderazgo presidencial calderonista y optó por la nominación de Josefina Vázquez Mota; y de entonces se recuerda que el presidente Calderón prefirió negociar en lo oscurito con el candidato priista Peña Nieto y condenar al PAN a la derrota electoral.
La propuesta de Calderón es sencilla: que los partidos hoy opositores organicen campañas de afiliación masiva de ciudadanos y definir una sola candidatura a la presidencia y una sola fórmula por cada distrito y senaduría para conducir al país por la senda de dos bloques partidistas.
La clave de la propuesta de Calderón radica en el reconocimiento a un liderazgo político único que pudiera subordinar a las estructuras de los partidos opositores, es decir, que el PRI, el PAN, el PRD de los Chuchos y Movimiento Ciudadano aceptaran desde ahora mismo que el expresidente fuera el cerebro político y líder opositor. Este paso previo implicaría que Alejandro Moreno Cárdenas, Marko Cortés, Jesús Ortega-Jesús Zambrano y nada menos que Dante Delgado se subordinaran a los hilos del poder que tendría que manejar de manera directa y única el expresidente Calderón y los actuales presidentes de los partidos deberían reducir su función a cumplidores de los mandatos calderonistas.
La percepción de Calderón, cuando menos, aparece como una réplica de liderazgo político personal que construyó a lo largo de toda su carrera política el presidente López Obrador, y cuando los partidos asociados no aceptaron su liderazgo, el tabasqueño de manera sencilla creó su propio partido-movimiento de masas que es el que hoy domina las tendencias electorales de prácticamente todas las encuestas. En el fondo, Calderón quiere ser el López Obrador de la derecha política nacional y subordinar a los actuales presidentes de los cuatro partidos opositores.
El problema que enfrenta la propuesta de Calderón se localiza en su ausencia física de los espacios de poder en México, debido a su decisión de permanecer cobijado bajo el ala conservadora de la derecha española en Madrid para evitar las salpicaduras del caso de su secretario de Seguridad Pública que fue enjuiciado y encontrado culpable de colaborar con el narcotráfico en el sexenio 2006-2012.
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