Regreso sin gloria de Siria a la liga árabe

Carlos Martínez Assad

Siria volvió a ser parte de la Liga de Estados Árabes el pasado 7 de mayo. Estuvo ausente desde 2011 cuando fue suspendida por la represión violenta contra la sublevación popular que impuso el régimen encabezado por Bashar al-Asad. Siguió una fuerte guerra de más de 10 años que apenas está llegando a su fin, provocando la muerte de medio millón de personas y llevando al exilio a más de siete millones. Miles murieron ahogados en el mar Mediterráneo cuando intentaban emigrar.

La organización fue creada en 1945 por siete países árabes: Egipto, Siria, Líbano, Transjordania, Irak, Arabia Saudita y Yemen del Norte y, además, se tuvo la representación de los árabes palestinos. Quedaron abiertas las puertas para el ingreso de los países que se mantenían colonizados cuando lograran su independencia del Imperio Británico y de Francia, un proceso que apenas recientemente se completó. En ese lapso pasó a contar con 22 países que reúnen a más de 350 millones de personas, ostenta un gran porcentaje de los recursos energéticos y del oro del mundo, además de amplias áreas cultivables; se distingue también por tener un alto índice de alfabetización.

Todo eso permitiría pensar en que podría cumplirse su objetivo inicial de: “Servir al bien común, asegurar mejores condiciones, garantizar el futuro y cumplir los deseos y expectativas de todos los países árabes”. Sin embargo, no parece que ese principio se mantenga al ver las enormes diferencias económicas y sociales entre un país y otro, llegando a las crisis humanitarias recientes de Líbano y Yemen. Piénsese la distancia que se opone entre esos dos países fundadores y Arabia Saudita, pese a que los dos últimos comparten fronteras y los contrastes sociales más acusados.

Hay además una gran diversidad entre un país y otro. Por ejemplo, Líbano alberga un amplio porcentaje de cristianos, formando parte de los 15 millones que suman en esos países, en un entorno mayoritariamente musulmán. Su inclusión fue muy discutida debido a la presencia de maronitas que inicialmente se consideró tendrían un régimen privilegiado debido a su apoyo europeo de muchos siglos.

Por su parte, Egipto desconfiaba de la fuerte familia hachemita que tendría en el norte. Lo cual desmintió el poder que adquirió bajo la presidencia de Gamal Abdel Nasser, cuando convirtió al país en el líder del panarabismo a raíz de la nacionalización del Canal de Suez en 1956. Después le cobrarían su fracaso en la Guerra de los Seis Días cuando su ejército fue derrotado. Y controvertido fue también el Tratado de Paz Egipcio-Israelí que su sucesor Anuar Sadat suscribió, por lo cual fue expulsado de la Liga Árabe en 1979, siendo sustituido por Túnez, hasta que volvió a ocupar el puesto directivo una decena de años después.

Pese a los signos de una ruptura definitiva de Siria con la organización panárabe, fueron eliminándose los problemas de Al-Asad para reingresar a la Liga con el apoyo que le han brindado Emiratos Árabes y Arabia Saudita que vencieron las reticencias de Catar y Kuwait, en medio de una intensa batalla diplomática y, si así lo decide, podrá asistir a la reunión de la Liga Árabe el próximo 19 de mayo en Arabia Saudita.

Pese a todo lo que puede criticarse a Al-Asad, Egipto lo considera como un apoyo importante en la lucha contra el terrorismo islámico, sentimiento que comparten otros estados vecinos. Por su parte, Estados Unidos en voz de Blinken expresó su posición: Siria “no merece ser readmitida en la Liga Árabe” y aclaró que Washington no tenía ninguna intención de normalizar sus relaciones porque no “puede ser ignorada la brutalidad contra el pueblo sirio”. Olvida, sin embargo, que fue el ejército de Bashar el que combatió al Estado Islámico y con la ayuda de Rusia, Turquía y Hezbolá, pese a la comprometida relación con Teherán, logró reducirlo a una región del país y derrotarlo casi en su totalidad.

El primer ministro sirio, Hussein Arnous, declaró que Siria fue víctima de “campañas de desinformación” lanzadas por sus enemigos durante 12 años. Los acercamientos entre los países de la región pudieron acelerarse luego del sismo del 6 de febrero que permitió a Bashar hacer un llamado a la solidaridad árabe. Al mismo tiempo puede relacionarse con la retirada estratégica de la región que ha tenido Estados Unidos. En todo caso, su retorno se relacionó con un gran movimiento de los países árabes para lograr éste, lo que no significa que Siria haya superado la crisis en que le ha dejado la cruenta guerra. Bashar, pese a todo, ha adquirido varios compromisos que fuera del de realizar elecciones libres, no dependen completamente de su voluntad. Se ha comprometido a autorizar el retorno masivo de los más de siete millones de refugiados por el que sobre todo se pronuncian los países que tienen el mayor número como Turquía, Líbano y Jordania. Sin embargo, a donde regresarían sus hogares quedaron en ruinas o desaparecieron junto con sus pueblos arrasados y sus aldeas destruidas. Incluso Alepo, la segunda ciudad en número de habitantes luego de Damasco, lejos está de alcanzar una reconstrucción que le permita albergar la población de antes de la guerra. Eso para no mencionar el noroeste donde se encuentra Idlib, en el que confluyeron los resabios de los grupos radicales, los mismos que hicieron imposible que llegara ayuda a esa región luego de los sismos de febrero que destruyeron miles de viviendas. Y falta saber si resulta tan significativo el número de sirios en el exilio con la intención de regresar.

La otra demanda, la de la liberación de los presos políticos, resulta también muy complicada porque están primero los opositores por razones ideológicas y por posiciones frente a los abusos del régimen encabezado por Bashar. Pero están también los radicales islámicos que provocaron crueles matanzas, y serios sufrimientos al conjunto de la población. Los grandes campos en los que fueron recluidos resultan un dolor de cabeza para el régimen, porque algunos están dedicados a las mujeres y a los hijos de los que engrosaron las filas del Ejército islámico y nadie sabe cómo lograr reintegrarlos a la sociedad, olvidando las acciones en las que se vieron involucrados o, en el caso de los menores, las enseñanzas a las que fueron sometidos.

El regreso no es más que una victoria simbólica y como afirma Laila Kiki, directora de la organización La Campaña Siria: “Los estados árabes han colocado su realismo político cínico y sus agendas diplomáticas por encima del principio de humanidad”.

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