Una burla la agenda de prensa de Rocha

Álvaro Aragón Ayala

A fin de aparentar que la entidad atraviesa por una especie de progreso sin parangón, la administración de Rubén Rocha paga millones de pesos para que no se destaque en la prensa la realidad, de tal suerte de que la agenda mediática intenta sepultar el verdadero contexto social, político y económico de Sinaloa. Lo verdad es que la población quedó a merced de un gobierno fallido.

El desproporcionado gasto en medios de comunicación casi coloca en la indefensión informativa a la sociedad, expuesta a “absorber” o alimentarse de la fabricación de escenarios falsos manufacturados en la coordinación de comunicación social del gobierno del Estado para su inmediata y permanente difusión.

Los rochistas ponen especial énfasis en el “maquillamiento” de la imagen del gobernador y en crear relatos descalificativos en torno a los liderazgos de los productores agrícolas, la presunta corrupción en la UAS -prefabricada exprofeso en el Tercer Piso-, el golpeteo a las figuras del PRI y del PAN y la reaparición del ex gobernador Mario López Valdez, sobre quien descargó la consigna de aplastarlo.

Sin embargo, en la cabeza de los sinaloenses prima la idea de la intromisión negativa de Rubén Rocha en los asuntos internos de la UAS, la satanización oficial de los liderazgos naturales y la percepción de que el gobernador se quiere transmutar en omnipresente, en el todopoderoso del estado. La imagen de Rocha Moya es la de un dictador ensoberbecido.

La política de comunicación social no ha logrado distraer de lo esencial, de lo que realmente se vive en Sinaloa. La inversión millonaria en prensa no ha logrado inyectar en la cabeza de la gente la narrativa gubernamental; por el contrario, actúa a contracorriente de los escenarios que pretende construir la administración estatal.

En Sinaloa, espanta y desalienta a la sociedad el gobierno enclenque de Rocha Moya desinteresado en atacar los problemas en materia de salud y de pobreza extrema, y que no puede con el alto número de homicidios dolosos, las desapariciones forzadas, los feminicidios, los desplazamientos humanos desde la sierra a los centros urbanos. El descubrimiento periódico de “fosas clandestinas” es escalofriante.

Los centros urbanos y rurales, ciudades y sindicaturas, registran la presencia de grupos de narcos, quienes bajo el poder de sus armas y su connivencia con las autoridades se han repartido el dominio territorial de los 18 municipios de Sinaloa. Los servicios públicos y la infraestructura urbana registran un acelerado deterioro y no hay reportes de inversiones generadoras de empleos.

La transparencia del gobierno estatal es pura simulación elevada a la potencia mil. Las licitaciones de gobierno son manipuladas al antojo del “grupo de los intocables”, el segundo poder en Sinaloa. Las pequeñas y medianas obras son acaparadas por ese grupúsculo que controlan también el área de proveedores de todas las secretarías del gobierno estatal.

Hay demasiada soberbia e ineptitud en el “círculo rojo” del gabinete de Rubén Rocha Moya que se siente todopoderoso y que cree que su política de comunicación mantiene adormecido o idiotizado al pueblo de Sinaloa cuando la realidad apunta a que la difusión de mentiras está desencadenando la irritación colectiva.

Bajo el gobierno de Rocha, Sinaloa se colocó entre los estados más corruptos; proclive a la traición, no es confiable ni transparente. Al cabo de un año y nueve meses de administración, mantiene sobreprotegido a Quirino Ordaz Coppel, uno de los gobernadores más corruptos de Sinaloa. Rocha intenta ocultar esas complicidades atacando diariamente a los funcionarios de la Universidad Autónoma de Sinaloa.

Los actos autoritario en que incurre son encubiertos por Rubén Rocha con un discurso de aparente proclividad por la legalidad, ubicándose como un santurrón intolerante que hipócritamente quiere mantener escondido su rostro de traidor y antidemocrático cuando rompe y atenta el estado de derecho y viola la autonomía del Poder Legislativo y Judicial para atacar a la UAS y usarla como un distractor social y político.

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