Santamaría y la Fundación Unicornio
María Margarita Free del Castillo
Cuando en Sinaloa se habla de buen periodismo y se busca a quien leer por razonamiento hay que descartar de inmediato a aquellos de espíritu tracalero que están al servicio del poder o sea del gobernador en turno, como Arturo Santamaría Gómez, calificado por Manuel Clouthier Carrillo, copropietario de Noroeste, como el amanuense o “escribano” de cabecera del ex gobernador Juan S. Millán Lizárraga.
En su ir y venir como la antítesis del periodismo, Santamaría aborda temas en Noroeste sólo para complacer al gobernador Rubén Rocha Moya ¡ni duda cabe!, en los que destila amargura y deseos de consumar venganzas oníricas, que hacen recordar a Ryszard Kapuscinski que establecía que “los cínicos no sirven para este oficio” y remataba con el clásico de que “una mala persona no puede ser nunca un buen periodista”.
De las novelas ficción a escribir libros de cocina y de futbol, Santamaría se dedica abiertamente, de nuevo, a la barbeada de quienes ejercen el poder para ayudarlos en su proyecto de convertirse en los todopoderosos de Sinaloa así sea humillándose con tanta lambisconería y propalando mentiras en torno a quienes considera un estorbo del gobernador. Qué triste su papel.
Recordar un retazo del pasado de Arturo Santamaría, es tener presente cuando fue presidente de la Fundación Unicornio de Padres de Niños Autistas IAP, una institución de educación especial con sede en Mazatlán, Sinaloa, la cual recibió, para su funcionamiento, un edificio proporcionado por el profesor Ramón Lizárraga, inmueble que intento quedarse con él provocando el enojo de los socios de la Fundación que terminaron con expulsarlo.
En el repaso de su “función” como director de la Escuela de Ciencias Sociales, 1989-1991, paradójicamente nadie recuerda que haya hecho alguna acción relevante, académica o de investigación; en la práctica el director era el profesor Enrique Vega Ayala, quien fungía como Secretario Académico, mientras Santamaría se dedicaba la fayuca y a elucubrar novelas pichurrientas, sin ningún contenido literario ni científico.
En su “trajinar” como “director” Santamaría Gómez obtuvo en donación de la Universidad de California, USA, un equipo obsoleto y deteriorado para los laboratorios de la carrera de Ciencias de la Comunicación, el cual facturó a la UAS y que por no tener ninguna utilidad pues era “material” de desecho norteamericano, nunca fue utilizado. Ni a la Escuela ni a los estudiantes tal equipo le dio beneficio alguno.
Con ese espíritu tracalero, Arturo Santamaría sirve al poder. Su obra cumbre es “Juan Millán: Auge y declive del Maximato en Sinaloa. Memorias y Crítica”, que motivó el enojo de su patrón Manuel Clouthier quien lo calificó como amanuense del ex gobernador de Sinaloa, en un proceso de entrega obvia por la necesidad que tiene Millán “de reconocimiento en el ocaso de su vida”, sostuvo Clouthier, describiendo el perfil cínico de Santamaría (Mujeres por Sinaloa).